En su sala homónima, el grupo Rajatabla celebra 43 años con Madame de Sade, texto del japonés Yukio Mishima, producción artística de Adriana Bustamante, producción general de William López y dirección de Vladimir Vera. Reneé, esposa del Marqués de Sade, se enfrenta durante años a su madre, Madame de Montreuil, por defender y buscar la libertad de su marido.
La dirección propone una puesta en escena donde predomina el simbolismo con algunos elementos expresionistas. El escenario se presenta casi vacío en su totalidad rodeado de de tres grandes enrejados con dos sillas y un mueble central que hace juego con el fondo. Esto refleja el aislamiento interno que obligan a mantener a los personajes frente al libertinaje que representan la ideas de Sade. El vestuario, diseñado por Fedora Freites, se muestra más expresionista a transmitir la esencia de los personajes con formas y texturas que evocan la época de Sade o rompen a través del ecléctico estilo japonés del acto final.
En base a lo anterior, el manejo del desplazamiento escénico y distribución de los actores sobre el escenario presenta algunas debilidades. El escenario se distribuye hacia el ancho de la sala en vez de concentrar más la acción para demostrar el aislamiento. La distribución, en busca del equilibrio y ritmo con el paso constante de lado a lado de los personajes, parece llevar implícito un sentido más realista de la escena, si bien podía romper aun más en correspondencia con el estilo de la dirección de arte. Asimismo, la laxitud en los movimientos compromete el ritmo escénico, lo que podría corregirse gradualmente con el transcurrir de las presentaciones.
En las actuaciones, el mayor peso de la escena es llevado, sin duda alguna, por Francis Rueda como Madame de Montreuil, la madre, y Fedora Freites como Reneé, Marquesa de Sade. Ambas consiguen un trabajo real, justo en los matices y con el manejo necesario del trasfondo de cada frase. Por esto, logran las dos mejores escenas del montaje con el enfrentamiento entre razón, pasión y moral que propone el texto. Son secundadas por Adriana Bustamante como Charlotte y Tatiana Mabo como la Baronesa de Simiane, correctas en sus intenciones y manejo de las situaciones. De igual forma, Graziella Mazzone como Anne, se percibe atinada en sus intervenciones y matices. En cambio, Eliana Terán como la Condesa de Saint Fond se queda en la esencia externa del personaje. Se muestra intensa pero sin la decodificación que requiere un texto cargado de figuras literarias.
En fin, un montaje con altibajos para una visión sugestiva del entorno femenino que rodeaba a la figura controvertida de Sade.
La dirección propone una puesta en escena donde predomina el simbolismo con algunos elementos expresionistas. El escenario se presenta casi vacío en su totalidad rodeado de de tres grandes enrejados con dos sillas y un mueble central que hace juego con el fondo. Esto refleja el aislamiento interno que obligan a mantener a los personajes frente al libertinaje que representan la ideas de Sade. El vestuario, diseñado por Fedora Freites, se muestra más expresionista a transmitir la esencia de los personajes con formas y texturas que evocan la época de Sade o rompen a través del ecléctico estilo japonés del acto final.
En base a lo anterior, el manejo del desplazamiento escénico y distribución de los actores sobre el escenario presenta algunas debilidades. El escenario se distribuye hacia el ancho de la sala en vez de concentrar más la acción para demostrar el aislamiento. La distribución, en busca del equilibrio y ritmo con el paso constante de lado a lado de los personajes, parece llevar implícito un sentido más realista de la escena, si bien podía romper aun más en correspondencia con el estilo de la dirección de arte. Asimismo, la laxitud en los movimientos compromete el ritmo escénico, lo que podría corregirse gradualmente con el transcurrir de las presentaciones.
En las actuaciones, el mayor peso de la escena es llevado, sin duda alguna, por Francis Rueda como Madame de Montreuil, la madre, y Fedora Freites como Reneé, Marquesa de Sade. Ambas consiguen un trabajo real, justo en los matices y con el manejo necesario del trasfondo de cada frase. Por esto, logran las dos mejores escenas del montaje con el enfrentamiento entre razón, pasión y moral que propone el texto. Son secundadas por Adriana Bustamante como Charlotte y Tatiana Mabo como la Baronesa de Simiane, correctas en sus intenciones y manejo de las situaciones. De igual forma, Graziella Mazzone como Anne, se percibe atinada en sus intervenciones y matices. En cambio, Eliana Terán como la Condesa de Saint Fond se queda en la esencia externa del personaje. Se muestra intensa pero sin la decodificación que requiere un texto cargado de figuras literarias.
En fin, un montaje con altibajos para una visión sugestiva del entorno femenino que rodeaba a la figura controvertida de Sade.
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