Marxismo escénico

En el Espacio Plural del Trasnocho Cultural, el grupo Teatro Gastronómico presenta Yo soy Carlos Marx, producción de Francisco Torrealba,  dramaturgia y dirección de Gennys Pérez.

El texto plantea un juego de apariencias en el que Carlos Márquez, un militante de izquierda venido a menos, se convierte en Karl Marx por la depresión de ver la caída del socialismo y la muerte de su hijo en la miseria. Estas circunstancias lo conducen casi a la locura y a la pérdida de la identidad. De igual manera, obliga a Jenny Castro, su esposa, a asumir el rol de Jenny Von Westphalen, la mujer de Marx.

La puesta en escena, en correspondencia con el texto, posee una estética simbolista. Esto se evidencia en el concepto escenográfico de Edwin Erminy y la dirección de arte de Iliana Hernández que demarcan con claridad el espacio para el desplazamiento y la distribución escénica de los actores. Al principio, Marx deambula alrededor de la alcantarilla donde vive con Jenny. Luego, entra en el sitio que representa un escondite recargado de libros, objetos en mal estado, restos de basura y maniquíes. Una puerta giratoria casi en ruinas los separa y “protege” del mundo exterior que los rechaza. Otro recurso que se vincula igualmente con la estética es el vestuario que indica el despojo de los personajes de Marx y Von Westphalen para aceptar finalmente la realidad de ser Márquez y Castro.

Los diálogos y la dirección convierten al montaje en teatro para la confrontación con la realidad. El personaje de Marx recalca constantemente que los llamados revolucionarios no han leído realmente y, por ende, comprendido su máxima obra: El capital. Para Marx, capital y capitalismo no es lo mismo, así que el sentido de su creación ha quedado relegado a la miseria como viven los personajes de la obra. Los que se califican como marxistas no ven o no quieren ver en realidad el contexto que los rodea. ¿Una persona que vive en las peores condiciones, aunque no lo acepte, comprenderá realmente el marxismo o el socialismo?

En las actuaciones, Karl Hoffman mantiene la fuerza como la dupla Karl Marx – Carlos Márquez. Sin embargo, se percibe impostado en muchos momentos y esa exageración no le permite ir subiendo de intensidad debido a que concentra la mayor energía en el principio. Además, esto no le permite establecer la diferencia entre Marx y Márquez, lo que logra en algunas situaciones del final. Por su parte, Flor Elena González es más consciente como Jenny Castro que no se acepta ser Jenny Von Westphalen. Transita con más facilidad en cada situación, aunque puede reforzar los matices. 

En conclusión, un montaje cuyo protagonista es el texto.

Función: 18 de Marzo de 2012

Experimentación crítica de la sociedad

En la Sala Anna Julia Rojas de UNEARTE, la agrupación Escena de Caracas presentó Mackie, espectáculo creado a partir de textos y canciones de Bertold Brecht y Kurt Weill, producido y dirigido por Delbis Cardona.

Esta propuesta es un compendio de escenas que toca temas como la pobreza, la obsesión, el oportunismo, la indiferencia, el enredo, la superficialidad, en fin, tópicos que se pueden encontrar en la cotidianidad de cualquier entorno urbano. Cada escena plantea un premisa que, en suma, da un sentido a la representación.

El trabajo sigue la línea estética inicial que caracterizó al grupo con montajes como Primer plano y que nacen desde de la experimentación y discusión con la realidad. El teatro físico y la danza, vinculados estrechamente con la música, son el punto de partida y, posteriormente, la palabra sirve de complemento.

En este sentido, el valor metafórico sobre el escenario es primordial. Hay significados no evidentes como los carniceros que abren y cierran el espectáculo con una limpieza coreográfica de movimientos pero manchados de sangre. Luego, se suceden acciones físicas repetitivas que podrían sintetizarse para mejorar el ritmo de la primera parte. En cambio, el uso de la palabra y su reflejo de lo real es categórico cuando se recrean situaciones como la repartición de puestos de buhoneros en las calles de Caracas o la deplorable atención en una oficina pública de reclamos.

La música ofrece la atmósfera necesaria gracias a la interpretación de la banda de género electrónico E-On. Los arreglos de Bartolomé Díaz y Oscar Fanega, junto con la voz de Julio Timaure, redimensionan las creaciones de Brecht y Weill. Es importante comentar que el espectáculo está dedicado a Timaure, fallecido en el 2007.

Por su parte, el vestuario de Nadeschda Makagonow es preciso para cada sección del montaje, mientras que el diseño de iluminación de Gerónimo Reyes es otro gran protagonista de la escena con una plasticidad expresionista.

El trabajo actoral es esencialmente físico a través de una integración en lo energético. Algunos intérpretes son más hábiles corporalmente, otros más sobresalientes en el uso de la voz pero, en general, se complementan. Neriluz Acevedo, Gabriel Agüero, Delbis Cardona, Betsabé Correa, Mauricio Gómez Amoretti, Félix Herrera, Nadeschda Makagonow, Margarita Morales y Costa Palamides ofrecieron una buena labor en conjunto. 

Con esta propuesta, el grupo retomó su estilo experimental en el que el trasfondo, es decir, lo que subyace de lo que se percibe en escena posee una fuerte carga para actuar críticamente sobre lo que se vive día a día en la sociedad.

Función: 10 de Marzo de 2012

Girasoles pictóricos y teatrales

En la sala de teatro 1 del CELARG, La máquina teatro y el Grupo experimental Aula 212 presentaron Girasoles de silencio, texto de Elizabeth Yrausquin de Postalian, producción general de Carlos Silva y dirección de José Tomás Angola.

Este montaje se basa en momentos de la vida del artista plástico Vicent Van Gogh con un texto que carece de una verdadera forma dramática. La dramaturgia se concentra en reflejar situaciones de la vida del Van Gogh sin establecer relación entre las escenas. El paso de una escena a otra sucede porque avanza la vida del pintor y no porque es necesario desde el punto de vista teatral. Esto se advierte debido a que no hay un conflicto claro que evolucione en consecución de un progresión dramática real. Además, los personajes dialogan pero no accionan, es decir, las palabras no contienen la acción propia del teatro.

La dirección trata de resolver lo anterior creando una planta de movimientos que justifiquen las actitudes de los personajes. Divide el escenario en dos partes y ubica los desplazamientos en uno de ellos dependiendo de la escena, pero no resuelve la incómoda ausencia de ritmo que se mantiene durante toda la representación.

La realización escenográfica de Freddy Belisario es pertinente para representar el mobiliario de los diferentes espacios. El diseño y realización de vestuario, creación de la autora de la pieza y de Margarita Yrausquin, delinea apropiadamente la época y el estilo de cada rol. Destaco el diseño multimedia de Asdrúbal Barrios porque sirve de apoyo al principio y, sobre todo, al final cuando redimensiona los cuadros del pintor con efectos de animación, un recurso que pudo aprovecharse más. Asimismo, la música original de José Antonio Córdova crea una atmósfera idónea para el drama.

En las actuaciones, el mismo José Tomás Angola asume el papel de Van Gogh logrando momentos reales donde integra cabalmente voz, cuerpo y energía. Sin embargo, pudo ofrecer más variedad en los matices para cambiar el tono melodramático que mantiene en casi todo el montaje. Se destaca José Manuel Vieira como Paul Gauguin porque maneja la intensidad vocal y gestualidad a favor de las intenciones del personaje. Luis Carreño como Teo Van Gogh, el hermano, se percibe correcto en su trabajo y José Antonio Córdova como Teodoro Van Gogh, el padre, luce impostado y poco veraz. Por su parte, el elenco femenino es muy débil. Lilo Schmid, Laura Guevara y Diana Almeida no componen con propiedad sus personajes porque les falta organicidad. 

En definitiva, un intento fallido de teatralizar la vida de uno de los pintores más destacados de las artes plásticas en el mundo.

Función: 3 de Marzo de 2012

Los perros del petróleo

En su sala principal, el Teatro San Martín de Caracas presenta 3 noches para 5 perros, texto de Gustavo ott y dirección de Luis Domingo González.

El texto recrea los días previos y las situaciones que llevaron al desastre que sucedió en la plataforma petrolera del Golfo de México durante el 2010. La acción se concentra en cinco personajes: tres trabajadores, el espíritu de un trabajador muerto y un ejecutivo. Con su particular estilo en la que mezcla la metáfora con frases coloquiales y situaciones límites, Ott crea una obra contundente y reflexiva. Esto se percibe especialmente en la conversación entre el ejecutivo de BP y el encargado del taladro cuando se revelan las que podrían ser las causas del derrame petrolero. La manipulación, producto del dinero, la codicia y la poca conciencia ecológica son los temas recurrentes.

La dirección propone una apropiada estética a medio camino entre el realismo y el simbolismo que se apoya en la escenografía diseñada por Rubén León. Se aprovechan todos los espacios del escenario localizados en diferentes niveles para simular la estructura de la plataforma y su punto focal: el taladro que causó el desastre. La puesta en escena se concentra en los tres trabajadores que se desplazan constantemente, mientras el muerto los observa e interviene en tono reflexivo. Luego, el ejecutivo irrumpe como catalizador del desastre. En esta última intervención, no parece necesario el rompimiento que ocurre en la forma en que se desarrolla la acción porque el espíritu que deambula en escena ya se encarga de esto. Además, se pretende reforzar las razones del hecho cuando el texto las da por sí solo.

En las actuaciones, el trío de actores: Ludwig Pineda, David Villegas y José Gregorio Martínez que representa a los trabajadores de la plataforma: Barney Cox, Ismael Martínez y Joe Brown, se muestra cabal en sus intenciones con la presencia de mayor intensidad en los dos primeros, encargados del trágico final. Se destaca William Escalante como Doug Waxman, ejecutivo de BP, porque logra organicidad en la manera que maneja los matices y la energía de un personaje que controla todo a su antojo. Por su parte, Luis Domingo González está correcto en su interpretación gestual y vocal de Wyatt Nelson, el trabajador fallecido cuyo espíritu merodea en actitud premonitoria. 

Este montaje demuestra la capacidad que tiene el teatro de distanciar para vernos a nosotros mismos. La industria petrolera nacional se ve reflejada en la lejanía de las circunstancias que ocurrieron en el golfo de México. Un trabajo pertinente en una Venezuela cuyo petróleo se derrama en el Estado Monagas.

Función: 24 de Febrero de 2012

Mujeres marabinas

Como parte del circuito teatral que se está formando en los teatros del centro y oeste de Caracas, la Fundación para el desarrollo de la dramaturgia regional (FUNDRAMA), proveniente del Zulia, presentó Señoras de Maracaibo, dramaturgia y dirección de Richard Olivero, en el Teatro Municipal.

Cinco mujeres se dirigen al público empleando las formas lingüísticas propias de Maracaibo. Producto de una investigación, el lenguaje se vuelve reflejo de las costumbres y sentimientos de la mujer marabina.

La dirección propone una puesta en escena sencilla para que las actuaciones y el texto sean los protagonistas. Cinco actores, travestidos para escenificar a sus personajes, representan a las “amigas” que rezan y se insultan en el inicio de un montaje hilarante que tiene el monólogo como forma dramática.

La primera intervención es de Dalia. La interpretación de Ricardo Lugo integra voz y cuerpo de manera excepcional y mantiene la energía como la mujer que no le gusta hablar de los demás pero lo hace con complacencia, al mismo tiempo que pelea con sus hijos para que se comporten como ella desea.

Luego, Carlos Guevara representa a Guillermina Vilchez de Osorio. El monólogo de una mujer adinerada que termina de sirvienta en su casa es el más débil, al igual que su interpretación. Esto se podría replantear al apoyarse en la crítica religiosa y en el manejo de la energía.

Después, Henry Semprún personifica a Marucha Boscán, una mujer que recuerda con nostalgia su adolescencia alocada. Usa apropiadamente los gestos bruscos y la intensidad de los matices. De igual manera, José Molero compone con detalle a la hiperbólica “China” Contreras. La vocalización que va del agudo al grave y el control corporal evidencian sus cuentos exagerados.

Por último, aparece la muda Mística. La mujer que ha trabajado para mantener a sus hijos y ha dejado de lado sus necesidades amorosas adquiere consistencia con el trabajo actoral de José Bermúdez. Aprovecha los gestos al máximo y se conecta con el público a través de las pocas palabras que expresa.

Es importante revisar el final porque es muy abrupto. El reencuentro de las amigas, como al inicio, cerraría apropiadamente el espectáculo.

El diseño escenográfico es sencillo. La sala de una casa típica sirve de ambiente con estilos y elementos que reflejan una época pasada. El vestuario es más funcional. Cada personaje está delineado claramente en su forma de vestir. 

Este trabajo se ha convertido en un fenómeno en Maracaibo y con toda razón. La mezcla entre el lenguaje, la sobria escenificación y la honestidad interpretativa lo convierten en un espectáculo formidable.

Función: 18 de Febrero de 2012