¿El país es un burdel?

En la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, la Compañía Nacional de Teatro presentó El pez que fuma, texto de Román Chalbaud y dirección de Ibrahim Guerra. El argumento se desarrolla en un burdel llamado como el título de la pieza. El sitio es regentado por La Garza que vive entre los recuerdos de su antiguo amor ahora encarcelado: Tobías, el maltrato e infidelidad de su amor actual: Dimas y la ilusión del joven recién llegado a trabajar allí: Juan. En el sitio viven la Argentina, Marlene y Selva María, las prostitutas que desnudan sus anhelos y pasiones, junto a El Bagre, un seguidor de las conexiones interplanetarias, Ganzúa, un discapacitado sin piernas que ayuda en las labores, y Jacinto, un pianista homosexual.

Del por qué…
¿Por qué montar una pieza como esta? En la actualidad coinciden cuatro obras de la llamada “santísima trinidad del teatro venezolano”: El día que me quieras de José Ignacio Cabrujas (la pieza más representativa de su dramaturgia), Escrito y sellado de Isaac Chocrón (su texto más autobiográfico), y El pez que fuma y Reina pepiada en los extremos de la producción de Chalbaud: una de sus creaciones primordiales y la otra de las últimas. Como plantea Aristófanes, el comediógrafo griego, en Las ranas parece que necesitamos mirar de nuevo al pasado, a la tradición, a las viejas formas que reflejan un país, con las virtudes y defectos del momento, pero más esperanzador que el actual.
El estilo y la estructura del texto de Chalbaud han envejecido. Las escenas se sienten largas en comparación con la dinámica de la dramaturgia contemporánea. De ahí que se perciba que el conflicto se desarrolle de una manera más dilatada, aunque esto no le resta méritos a una obra icónica dentro de la dramaturgia nacional. En cambio, muchas de las situaciones sí tienen eco en la Venezuela actual. En un momento, un gran cuadro que muestra varios balancines extractores de petróleo cubre la humedad de una pared del burdel. ¿Será que escodemos nuestras carencias como país con la más importante fuente de ingreso? Batman, un vendedor ambulante que sobrevive consiguiendo productos a las prostitutas y que esconde su verdadera profesión, es casi un calco del aprovechador actual (también llamado “bachaquero”) que complace con lo que puede a los clientes y cobra por encima del precio si bien considera que el país solo vive del petróleo, aunque La Garza le dice que en el burdel “se vive de esta” (Señalando su entrepierna). ¿Será que todos sobrevivimos actualmente con lo que podemos, aunque seguimos pensando que nuestra salvación es el petróleo? El profesor, personaje asiduo al local, comenta a viva voz que a la gente no le interesa el lenguaje, él mismo considera que su función como docente y su vida no tienen sentido. Por eso, asiste regularmente al burdel para vivir las ilusiones que allí consigue. ¿Será que es mejor vivir de espejismos para no afrontar el sinsentido de nuestra realidad actual? Venezuela se nos hace cada día más una realidad complicada de afrontar y el pasado, una fábula envejecida pero a la que añoramos volver.
Como se puede apreciar, Chalbaud crea un microcosmos que refleja el universo que es el país. ¿Será que el país es un burdel?

De la puesta en escena…
La dirección de Guerra apela a una estética simbolista para indicar los espacios de la acción haciendo a los espectadores parte de ellos. El burdel es visto desde adentro. El diseño escenográfico presenta varios niveles que muestran el bar, el cuarto de la Garza, la pista de baile del burdel, el sector de las mesas con el piano de Jacinto, el cuarto de La Colombiana y el cuarto de Juan. La inmensidad de la propuesta, elaborada en metal, es funcional aunque la ubicación hacia el público del mostrador del bar y del espaldar de la cama de La Garza solapan a los actores cuando tienen escenas allí, especialmente si el espectador se encuentra en las primeras filas del teatro. El desplazamiento y distribución escénica se enmarcan en el sentido más realista aunque puede revisarse el movimiento actoral debido a que algunos se ubican delante de otros por momentos. El vestuario también se ubica en el terreno del realismo, sin embargo no percibo una propuesta estética que integre todos los trajes. De igual manera, escenografía y vestuario contrastan, falta una paleta de colores.
En las actuaciones, percibo cuatro niveles: los personajes bien delineados y acoplados al sentido del montaje, aquellos que están el proceso y que no han terminado de encajar aunque tienen sus escenas bien logradas, los que se muestran correctos al servicio del montaje y aquellos que lucen desarticulados. En los primeros, se encuentra Francis Rueda como La Garza con el temple que requiere el rol. Es secundada por el buen trabajo de Luis Domingo González como el Profesor y la sólida labor de Jean Manuel Pérez como Jacinto que aprovecha todas las aristas del papel. Entre aquellos que veo en proceso están Aura Rivas como La Argentina, que logra de forma excepcional su escena del ensayo al piano, si bien el personaje debe terminar de ajustarse. Igual sucede con Juliana Cuervos como Marlene y Jesús Hernández como Dimas, ambos van encaminados, no obstante Dimas debe ser más energía que voz. Al servicio del montaje, encuentro a Keudy López como Batman, María Alejandra Tellis como La Colombiana y Ludwig Pineda como Tobías. Por último, Francisco Aguana como Juan y Marcela Lunar como Selva María dan indicios de acoplarse a los roles, pero deben ofrecer más intensidad. Considero que los personajes desarticulados son: El Bagre asumido por Andy Pérez y Ganzúa por Clitalli Godoy debido que son llevados al extremo de la farsa. Ambos se perciben más en forma que en contenido, especialmente El Bagre con una energía sobredimensionada. En contraste, Jacinto se acerca a la farsa pero con mayor veracidad.

De la polémica…
Luego del estreno, las redes sociales de llenaron de comentarios a favor y en contra del montaje. La dinámica de la sociedad actual permite que cualquiera exprese su opinión sobre cualquier cosa que suceda en cualquier parte el mundo. A veces, legiones de idiotas dan su opinión y se creen con derecho a hacerlo, como bien dice Umberto Eco, sin embargo la libertad de expresión es un derecho fundamental del ser humano.
Uno de los comentarios encendió la polémica por su tono de insulto, desde mi punto de vista. El comentario fue borrado pero la polémica persiste, sobre todo al considerar los límites que se deben tener dentro del amplio universo que facilita el acceso a Internet. Las redes sociales son eso, conexiones entre integrantes de la sociedad y esta tiene muchos matices.
Comprendo a cabalidad que la situación actual del país ha reducido y complicado la asistencia del público a las salas de teatro por diversas razones. Comprendo que se debe apoyar lo que se hace. Pero no comprendo que, por el simple hecho de apoyar el teatro venezolano, no se puede criticar o comentar un montaje. Hay que tener cuidado de presenciar un espectáculo mediocre y apoyarlo por esta razón. Sería igual que asistir a un espectáculo académico que los profesores no puedan comentar ni orientar a sus creadores. La obra de arte está abierta a interpretaciones, siempre que se hagan en los mejores términos.

De la compañía… 
Con este montaje, la Compañía Nacional de Teatro retoma un proyecto que poseía en sus inicios: tener un elenco estable que reciba un salario y los beneficios de ley. Espero que sea tan exitoso como lo fue cuando se hizo por primera vez.  Ahora bien, esta versión de El pez que fuma tiene sus aciertos y desaciertos como cualquier propuesta escénica y como creación artística está abierta a la opinión buena o mala del público, entre los que me incluyo, porque este constituye el destinatario final del hecho teatral.