La escena teatral 2013 (y III): Eventos

Una variedad de eventos y propuestas del año que culmina son importantes de recordar. Para comenzar, FUNDARTE, ente cultural de la Alcaldía del Municipio Libertador, y la Gobernación del Distrito Capital organizaron la segunda edición del Festival de Teatro de Caracas. Una amplia oferta de espectáculos del todo el país se presentaron en la salas del Circuito Teatral de Caracas hasta que todo fue suspendido debido al duelo nacional que todos conocemos. El festival del año que viene será de mayor envergadura con la presencia de grupos internacionales porque se estableció un convenio con el Festival de Teatro de Bogotá.Por su parte, el Ateneo de Caracas sacó adelante nuevamente el Festival Internacional de teatro. Su cartelera estuvo más limitada que el año anterior, si bien se pudieron apreciar buenos trabajos de las agrupaciones: La Zaranda de España y Timbre 4 de Argentina, junto a las coreografías de EDX2 de la República de Corea.

Como comenté en la columna dedicada a los espacios, la creación de la “Caja de fósforos” en la Concha acústica de Bello Monte fue importante. Su propuesta de presentar textos de autores venezolanos contemporáneos y escoger directores noveles representó un gran acierto. Además, permitieron al público compartir el proceso de creación del montaje: Celebración. Los interesados debían pagar una cantidad de dinero para vivir la experiencia completa. Este tipo de experimentos son pocos frecuentes en una Venezuela donde los colectivos son celosos de exponer sus visiones a los demás.

Un evento dedicado a apoyar a los grupos de poca trayectoria como lo es el Festival Teatral de Autor tuvo como temática principal a tres dramaturgos venezolanos: José Gabriel Núñez, Johnny Gavlovski y Rubén León. Asimismo, en el interior del país, se mantienen los Festivales de Teatro de Occidente y de Oriente gracias al esfuerzo de sus organizadores, mientras que el Encuentro Internacional de Teatro “Arribando al Puerto de Maracaibo” va adquiriendo mayor resonancia luego de su tercera edición, que contó con la presencia de un nutrido grupo de invitados internacionales. De igual forma, “Por el medio de la calle”, que organiza Cultura Chacao, sirvió de vitrina para propuestas parateatrales que amplían la opciones para los espectadores, aunque se celebre una vez al año.

Por último, no puedo dejar de comentar el amplio aporte que realizó el Centro Nacional de Teatro a diversos colectivos nacionales. Esta acción, junto a las ya tradicionales coproducciones, constituyen las políticas culturales del Estado en torno al teatro.

En espera de ver qué nos depara el año 2014.

La escena teatral 2013 (II): La dramaturgia

Para el año que culmina, la dramaturgia de autores venezolanos tuvo un repunte en la cartelera teatral al contrario del año pasado donde pocas piezas se pudieron apreciar. Tierra santa del prolífico Elio Palencia y Jardines en el Lídice de la cada vez más reconocida Karin Valecillos fueron dos textos que destacaron. De hecho, el último ganó la primera edición del Premio Isaac Chocrón que busca reconocer anualmente el mejor trabajo del año. Además, Valecillos creó un experimento interesante, entrelazando partes de las piezas de Cesar Rengifo cuya temática es la Venezuela petrolera, llamado: Bajo tierra. Por su parte, Palencia presentó una versión de un trabajo anterior con el nombre de Mátame, mamá.

Otro de los experimentos fue la presentación de varias obras de diferentes autores venezolanos contemporáneos denominado El piquete” que incluyó a Laik a Viryin, también de Valecillos, Hay que matarlos a todos de Haydee Faverola, Alrededor de la mesa de Nayauri Jiménez, Necro-lógica de Nathalia Paolini, El fiscal de Gennys Pérez, Niños lindos de Fernando Azpurua, No molestar, 4 microrelatos de Jorge Cogollo, Cambiemos de vida de Adolfo Oliveira y Tenebros de José Miguel Vivas.

Uno de los dramaturgos nacionales más importantes volvió a escena: José Ignacio Cabrujas, con dos de sus piezas emblemáticas: Profundo y El día que me quieras. Su estilo tiene la capacidad de mantenerse en el tiempo porque el país no ha cambiado o el venezolano sigue siendo el mismo. También volvieron a escena: Con una pequeña ayuda de mis amigos y Los taxistas también tienen su corazoncito, ambas de de Néstor Caballero. La primera de ellas se presentó gracias a un homenaje que realiza la agrupación Rajatabla y que dio pie a un concurso de dramaturga nacional con obras que se montarán el año que viene. Otros textos de autores nativos fueron: El hombre más aburrido del mundo de Gustavo Ott, El gigante de mármol de Luigi Sciamanna, Inolvidable de José Gabriel Núñez, Posdatados de Nayauri Jiménez, El sitio de José Antonio Barrios, El inmortal de Paul Salazar Rivas y Rondó Adafina  de Edwin Erminy, junto a nuevos montajes de El pez que fuma de Román Chalbaud y Habitantes del fin de los tiempos de Johnny Gavloski.

En la dramaturgia extranjera, destaco a dos montajes disimiles de El enemigo del pueblo de Henrik Ibsen, un texto en el que se pueden establecer relaciones con el entorno político del país. Del catalán Guillem Clua se presentaron dos piezas: La piel en llamas y Marburg, que sorprendieron por su crudeza. Otra pieza que sorprendió fue la adaptación teatral del guión de la película Celebración.

En fin, la dramaturgia de este año fue muy amplia.

La escena teatral 2013 (I): Los espacios

Para el año 2013, la Zona Metropolitana de Caracas sigue siendo el área de mayor concentración de la actividad teatral que se realiza en Venezuela.

En el ámbito privado, el Centro Cultural BOD (Anteriormente Corp Banca), Escena 8, Trasnocho Cultural, Premium y Teatrex han mantenido su oferta y se agregó el Teatrex del Bosque en la sede de FEDECAMARAS. Sin embargo, sitios como Urban Cuplé se han posicionado y se inauguró el Teatro Santa Fe, ambos con una cartelera atractiva. El Teatro Chacao y la Sala José Ignacio Cabrujas se mantienen en el Municipio Chacao y el Teatro César Rengifo en Sucre.

El uso de bares y salones de los hoteles continúa en repunte como: Embassy Suites, Meliá, Ibiza y el Hotel Alba Caracas. De igual manera, el Teatro Bar continúa con su oferta. Obras destinadas a la comunidad homosexual se presentaron en sitios como Hipocampo Sala Show y Telo Café, además de otros lugares.

 El “Circuito Teatral de Caracas” sigue siendo la mayor apuesta de la Alcaldía del Municipio Libertador en el ámbito oficial, con el apoyo del Ministerio de la Cultura. Este año se agregaron las salas: Teatro Aquiles Nazoa, Teatro Simón Rodríguez y Cine Parque Central a los ya tradicionales teatros: Nacional, Municipal, Principal, Catia y Cristo Rey que, junto a las salas de UNEARTE, han dado cabida a gran variedad de agrupaciones y de manifestaciones como la danza y la ópera. Espacios como la Casa del Artista y el Teatro Alberto de Paz y Mateos se mantienen como los retos a vencer debido a su inestable programación. Al parecer, la Sala Rajatabla, el Teatro San Martín de Caracas y el CELARG se anexarán al circuito. Espero que esto mejore las condiciones del último porque se han visto deterioradas durante el año.

Una iniciativa que llama la atención porque se posicionó en poco tiempo fue: La caja de fósforos. Miembros de las agrupaciones Teatro del Contrajuego y Hebu Teatro con el apoyo de la Alcaldía de Baruta, han manejado de manera independiente un lugar donde se han presentado montajes de calidad. Un espacio anexo de la Concha acústica de Bello Monte sirve de sede a este lugar que ha recibido una buena cantidad de público en busca de una oferta distinta.

Otros espacios como la Sala María Teresa Castillo del Ateneo de Caracas, el Teatro de la Asociación Cultural Humboldt, Teatro Luis Peraza y la sala Río Teatro Caribe tuvieron un uso discontinuo en la temporada. Finalizando el año, tuve la oportunidad de ver cómo se empleó un recinto de la Escuela de Enfermería de la UCV en Sebucán.

Como se puede apreciar, el teatro en todas sus tendencias y estilo dispone de espacios para su desarrollo, los encuentra o los crea.

Travesía gastronómica sefardí

En la Escuela de Enfermería de la UCV, ubicada en Sebucán, Image Class Producciones y Ópera Trasatlántica presentan Rondó Adafina, producción artística de Carolina Puig, coordinación de producción de Sonia Wittmann, producción ejecutiva de Carlos Scoffio y Claudia Urdaneta, texto y dirección de Edwin Erminy.

Haím Benatar relata y vive una travesía de 500 años, desde el siglo XV hasta el XX, para mostrar el establecimiento de una comunidad de judíos sefardí en la ciudad de Coro y convencer a Rebeca que el destino los ha hecho coincidir en varias oportunidades durante su viaje. A lo largo de siete cuadros, en la pieza se representa y narra la historia de Benatar que va desde Marruecos, pasando por España, Portugal, Holanda, Brasil y Curazao hasta Venezuela, mostrando las tradiciones y persecución de los judíos mientras se va revelando la receta de la sopa Adafina. Estructurada en forma circular (de allí su nombre de “rondó”), el argumento avanza de forma progresiva con una narradora que indica los saltos entre un tiempo y otro. En este sentido, los momentos donde existe acción teatral se presentan con buen ritmo, sin bien éste decae un poco con la narración. Pese a esto, el texto transmite de forma clara su premisa: el viaje constante del pueblo judío y su importancia en diversos momentos históricos.

El espacio no convencional de la UCV es aprovechado al máximo con un escenario bifrontal donde el uso de pocos elementos sirve para indicar los cambios de lugar y tiempo, alcanzando una apropiada estética simbolista que se señala en la recreación de cada escena, apoyada en el diseño de escenografía del mismo Erminy y la iluminación de Carolina Puig. De igual forma, el vestuario a cargo de Samyra Recondo y Efren Rojas se percibe pertinente en función de cada rol. Mención aparte merece la dirección musical de Santos Palazzi que traslada al espectador a cada momento del viaje y crea momentos sublimes con temas de raíz judaica. Su interpretación en vivo es un gran acierto.

El trabajo actoral muestra veracidad, intensidad y un buen manejo de la corporalidad en los diferentes roles que deben asumir la mayor parte del elenco: Carolina Leandro, Gladys Seco y Pastor Oviedo, junto a Vera Linares, encargada de narrar el viaje. Se destaca la labor de Francisco Salazar. Por su parte, Oswaldo Maccio logra una composición honesta y natural como Haim, conduciendo de manera excepcional al personaje por cada situación que vive. Es secundado por Mónica Quintero con una interpretación franca como Rebeca.

Un buen montaje que se vale de un espacio no convencional para integrar de manera notable todos sus elementos.

Comedia terapéutica

En la Sala de Teatro 2 del CELARG, Espejo teatro producciones presentó Terapia, texto del argentino Martin Giner, producción general de Sofía Mirabal y dirección de Yorbi Bastidas.

Un psicoanalista recibe a un paciente que piensa que su madre invisible existe en realidad, aunque al final los roles se invierten para revelar la verdad de la situación. Este es el punto de partida de una comedia que divierte por su forma de reflejar lo extraño de las relaciones humanas, el amor, el sexo y, sobre todo, la locura.

Con una propuesta minimalista, la dirección resuelve cabalmente el estilo realista del texto. Apoyado en una escenografía sencilla que representa el consultorio del psicoanalista, los desplazamientos de los actores se realizan de acuerdo a las necesidades de la escena con el uso de dos sillones y dos pequeños bancos. Asimismo, el vestuario funciona para representar a los personajes y, especialmente, para indicar el paso del tiempo con el cambio de algunos elementos. Precisamente, las transiciones con pequeños cambios de escenografía y vestuario destacan de la puesta en escena por su forma de revelar la teatralidad y permitir al espectador reflexionar sobre lo que está viendo.

En las actuaciones, el trabajo es correcto. Los trabajos de Elvis Di Marcantonio y Domingo Badulcci delinean de forma cabal a los personajes. Di Marcantonio ofrece un tono natural e inocente como el paciente y Balducci un estilo solemne como el psicoanalista. Esto se invierte para dar paso al desenlace. De igual forma, ambos conducen apropiadamente la corporalidad para diferenciar el cambio que ocurre.

En definitiva, un buen montaje de una agrupación que establece sus cimientos con pocos años de trayectoria.

Por otro lado, me gustaría comentar la impresión que me dejó la visita al CELARG. La afluencia de público ha bajado progresivamente de unos meses para acá, incluso he recibido comentarios de grupos que han tenido que suspender funciones porque no hay ninguna entrada vendida. Al parecer, la razón principal es el mal manejo de la publicidad de la institución. El CELARG forma parte de la red de entes culturales del Estado Venezolano, ¿por qué no se publica su cartelera en los múltiples medios que en la actualidad maneja el gobierno? ¿Por qué no se busca un acercamiento con medios privados que poseen amplias carteleras de la actividad teatral en la ciudad capital? ¿Cuál es el impacto de la institución en la comunidad que la rodea? Son varios aspectos para reflexionar. Los perjudicados de esta situación son los creadores que se presentan en las diferentes salas que posee el centro. Espero que esto cambie.

Traumas y evasiones

En la Sala María Teresa Castillo del Ateneo de Caracas, la agrupación Teatro Forte presentó Bob (Título original: See Bob run o “Mira correr a Bob”) del canadiense Daniel McIvor, producción de Adriana Bustamante y dirección de Vladimir Vera.

Roberta, que se hace llamar Bob, es una joven que hace auto-stop para huir de los recuerdos que la atormentan. Ansiosamente cuenta a cada conductor que la recoge extractos de sus experiencias, pero su exceso de palabras esconde dos situaciones que la perturban: los abusos de su padre y la muerte de su novio. Estructurada como un monólogo, la pieza se va desarrollando con las historias que Bob relata y la recreación de sus traslados en auto mientras revela consecutivamente la verdad de lo que ha vivido.

La dirección propone un escenario desnudo con una silla que sirve de apoyo a la actriz para representar sus historias. Cada escena posee variedad gracias a los desplazamientos de la silla y una bailarina que se convierte en el símbolo de los traumas de Bob. Amneris Ramírez asume cabalmente esta figura ofreciendo precisión, presencia y fuerza en sus intervenciones.

La propuesta lumínica es sencilla y puntual a la hora de apoyar las situaciones, sin embargo la atmósfera se logra mejor con la música en vivo de Juan Sebastián Blanco. El ambiente que crean los sonidos y melodías que acompañan el transitar de Bob no desentona. Por su parte, el diseño de vestuario de Fedora Freites hace evidente dos momentos de Bob: el primero de la niña que pierde la inocencia y el segundo de la joven que huye. Los símbolos están claros en los dos atuendos, al igual que el estilo amenazador de telas rasgadas para la sombra que sigue a Bob.

En el trabajo actoral, Graziella Mazzone alcanza un buen desempeño como Bob. Transmite de forma apropiada la perturbación que existe debajo de lo que expresa. Va de una situación a otra sin perder el tono y el ritmo, y marca apropiadamente el paso entre ellas, aunque podría contrastar más esto para que la intensidad aumente de manera progresiva hasta el final.

En fin, Teatro Forte vuelve a su estética de montajes donde vincula los símbolos de un texto poco complaciente para el público con los de la puesta en escena.

Ópera y agravio

Ópera: En la Sala Anna Julia Rojas, la Fundación Teatro Teresa Carreño presentó la ópera Gertrudis, Música original de Gerardo Gerulewicz a partir de textos de Xiomara Moreno.

Tomando como base la pieza teatral Hamlet de William Shakespeare, Moreno crea una historia paralela de estilo contemporáneo donde el personaje Gertrudis, la madre de Hamlet, trata de controlar el dolor de Ofelia luego que el mismo Hamlet asesinó a su padre. A partir de esto, propone una interpretación de lo que podría haber sucedido entre ambas mujeres y otra forma de concebir el destino de Ofelia.

La presentación se plantea como una especia de lectura dramatizada “operática” donde las cantantes presentan sus personajes pero no se realiza la puesta en escena como tal. Una serie de desplazamientos ofrecen dinamismo pero el punto de concentración está en la música y la historia que se desarrolla. Gerulewicz parte de un texto teatral para crear una composición que crea una atmósfera musical a cada rol y se mantiene en los esquemas de la creación operática, aunque con un estilo más contemporáneo para Gertrudis y más clásico para Ofelia.

El trabajo de ambas cantantes es correcto: Flavia Ranzolín como Gertrudis y Caribay Saavedra como Ofelia, aunque la joven Saavedra destaca por su capacidad de transmitir con más profundidad lo que el texto y la música sugiere.

Una propuesta bien lograda que espera por una puesta en escena definitiva que debe concretarse el año que viene.

Agravio: La agrupación teatral TEATRELA que lidera el director Costa Palamides y el productor Juan Carlos Azuaje, junto a otros profesionales, expresó su inconformidad por la falta de apoyo del Estado Venezolano después de haber sido invitados a participar en el Festival Internacional de Teatro de La Habana.

Azuaje escribió a través de Facebook que por cuarta vez no han podido viajar  al festival. El Ministerio de la cultura informó que la situación de las líneas aéreas ha hecho imposible conseguir pasajes. Conozco el trabajo de TEATRELA, su compromiso y capacidad de producción, por lo que dudo que la solicitud la hayan hecho sin el tiempo necesario para organizar el viaje.

En una comunicación, los directivos de la agrupación expresan que esto no sucedería si los solicitantes fueran cualquiera de los entes vinculados a la música sinfónica. Destaco este reclamo porque sé, de buena fuente, el apoyo y los viajes que realizan las diferentes orquestas al exterior. Mi intención no es despreciar este soporte, sino exigir un trato igual para todos los colectivos que deseen representar al país en cualquiera de las ramas del arte. Espero que algún día sea así.

¿Celebración?

La Caja de Fósforos continúa presentando una programación atractiva que ha posicionado el espacio como una alternativa en la cartelera teatral caraqueña. En esta oportunidad, Hebu Teatro lleva a escena: Celebración, adaptado para teatro por David Eldridge a partir del guión de Thomas Vinterberg, Mongens Rukov y Bo Hr. Hansen, producción ejecutiva y dirección de Diana Volpe.

Una familia pudiente se reúne para celebrar los 60 años del padre. Su esposa, sus tres hijos, hermano, la esposa de uno de los hijos, el novio de la hija y sus empleados comparten una cena después del suicidio de una hija. El evento será aprovechado por un hijo para revelar el secreto que pretende honrar la memoria de su hermana gemela muerta y mostrar la causa que la llevó a cometer la acción.

En la puesta en escena, la propuesta se orienta hacia la estética simbólica. Los espacios donde ocurre la acción son sugeridos por el diseño escenográfico de Rodolfo Agrella. Al principio, varias telas blancas cubren un andamio que es usado para reflejar los cuartos de los hijos, luego una gran mesa y sillas recubiertas con telas y papel blanco, junto a una lámpara de techo también recubierta, ubican el salón donde se desarrolla la mayor parte del argumento. El exceso del impoluto blanco contrasta con la historia familiar manchada por el secreto que el hijo revela, todo se cubre para intentar esconder una verdad que surge a pesar de los intentos por hacerla a un lado.

En la interpretación, el montaje es hiperrealista. Los actores viven con profunda verdad a los personajes. El mayor peso lo lleva Gabriel Agüero como Christian, ofreciendo un trabajo sutil e intenso por momentos, real y bien acoplado en todo sentido. Es secundado, por Rossana Hernández como Helena, quien se muestra franca y plena de emociones en cada escena, y Elvis Chaveinte como Michael, con un amplio registro de matices en un rol explosivo. Djamil Jassir como Helge, el padre, y Citlalli Godoy como Elsa, la madre, aprovechan la gestualidad y la precisión de las intenciones para componer a los personajes. Se destaca Matilda Corral como Paula, por manejar adecuadamente el rol que baja la tensión de la escena. Las demás interpretaciones son cabales: Nakary Bazán como Mayte, Layla Vargas como Pía, Giovanny García como Kin, Julio César Marcano como Lars, Germán Manrique como Víctor y Ángel Pájaro como Gbatokai y Antonio Ruiz como el Tío.

En fin, un montaje donde lo terrible de la situación que se plantea se vive en la piel, ¿qué celebra una familia tan arruinada moralmente? Pero, se disfruta por la calidad de la producción colectiva, las actuaciones y la dirección.

Arte por la calle del medio

El evento denominado “Por el medio de la calle” regresó este año para tomar nuevamente las calles del Municipio Chacao. Desde la Plaza Bolívar, pasando por la Plaza Isabel La Católica, hasta la Plaza Altamira, 18 estaciones fueron las protagonistas de exposiciones, música, proyecciones, intervenciones urbanas, arte en acción, talleres artísticos, danza, performances y teatro.

En la Plaza Bolívar del casco central del municipio, se presentaron varios espectáculos de teatro acrobático con aires circenses. La agrupación ART-O llevó a escena Divino Cabaret. Con la premisa de que la vida después de la muerte se disfrutaría en un cabaret, desarrollaron una serie de escenas donde la expresión corporal, la comedia y la música se integraron cabalmente. Además, en la misma estación, se exhibieron: Entre dos mundos de Daniela Acero y Anahí de Marilú García, dos admirables trabajos acrobáticos desde el trapecio y las “telas”.

Una de las estaciones cercanas a esta plaza, donde se crearon dos murales en vivo, tuvo su momento de comedia y reflexión en el sitio llamado “El Balcón de Alberto” con el performance Reino pepiado de 4x4 Producciones. Esta visión satírica reunió a varios personajes típicos de la calle como cantantes ambulantes, pordioseros, fiscales de tránsito y vendedores de lotería que interactuaban con el público. Los personajes se mezclaban con los espectadores ocasionando diversas reacciones como el miedo que acostumbramos a tener a las personas que piden dinero en la calle. Luego, desde el balcón, un presentador entrevistó a Miss Zona en reclamación para resaltar el escaso interés de las misses por la cultura general, reflejar momentos del concurso más seguido por la población venezolana y hacer algunas críticas a la situación actual del país.

Por otro lado, en el denominado “Espacio Cuerpo” de la Plaza Altamira se exhibieron trabajos dancísticos de diferentes estilos que se pasearon por la danza contemporánea, el musical y el flamenco. Esto sin contar con la cantidad de agrupaciones musicales, experimentos sonoros, el “video maping”, proveniente de Inglaterra, que reflejaba aspectos icónicos de la idiosincrasia venezolana, la fotografías artísticas que capturaron a seres del país rodeados por envases y empaques de productos vacios que proyectaban sus obsesiones o las elaboraciones con material de reciclaje ubicadas en diferentes estaciones.

El evento demostró que, todavía, la calle puede ser para todos. El asunto está en cómo dejar de refugiarnos en las casas y centros comerciales si la inseguridad sigue siendo uno de los mayores problemas de Venezuela.

Tiempo, distancia y relaciones

En el Teatro de la Asociación Cultural Humboldt, se presenta el Grupo Actoral Dram-ON con Marburg, texto del catalán Guillem Clua, producción de campo de Karla Fermín, producción general del grupo y dirección de Juan José Martín.

Cuatro lugares que tienen el común el nombre de “Marburg” se conectan en una especie de conciencia planetaria que sobrepasa el tiempo y la distancia. Dos científicos presencian y sufren la aparición de un virus mortal en Alemania, una familia pierde a su único hijo en un lago en los Estados Unidos, un Padre viene a comprobar el milagro de un Cristo que llora sangre en África y dos hombres revelan sus deseos en una estación meteorológica en Australia. Presentada en dos actos,  la pieza va desarrollando cada trama una por una estableciendo vinculaciones entre los personajes y las situaciones para comprobar que las relaciones humanas están por encima de la ciencia, la religión, los prejuicios y el sexo.

La dirección resuelve los cuatro espacios donde ocurren las acciones colocando uno al lado del otro manteniendo la continuidad dramática que plantea el inicio del texto. Apoyada en el diseño de escenografía y ambientación de Oscar Salomón, y la iluminación de Víctor Villavicencio, concentra cada historia en el espacio que le corresponde y maneja adecuadamente los desplazamientos que permiten dar forma a cada trama. Sin embargo, el cuadro del Padre y la hermana en África se presenta muy estático y compromete el ritmo de todo el montaje en comparación con la diversidad de los demás cuadros. La propuesta escenográfica de Salomón brinda el estilo justo a cada lugar tanto en el colorido como en los elementos que facilitan el desarrollo de la acción. Por su parte, el diseño y producción de vestuario de Gio Sperandei Moda y Accesorios se percibe adecuada para la época y ambientación de cada trama reflejando estilos que van desde los 60 hasta principios del siglo XXI.

El trabajo actoral está equilibrado y bien conducido en cada uno de los roles. Ana Melo como Helga y Aníbal Cova como Tom son veraces e intensos en la primera historia. Eulalia Siso como Claire y Diana Volpe como Nancy ofrecen el tono justo a ambos roles, acompañadas por la labor precisa de Guillermo Díaz Yuma como Walter, en la segunda trama. En el tercer cuadro, Louani Rivero como Acanit y Elio Pietrini como el Padre Gabriel conducen bien sus personajes pero no se han acoplado totalmente. Por último, Newman Vera como Buck y Markel Méndez como Dundy demuestran franqueza y buen manejo de las intenciones en la última historia.

En fin, hay que reconocer el esfuerzo de producción y la calidad en el trabajo de esta agrupación.

Tres monólogos

En la Sala Cabrujas de Cultura Chacao, Xiomara Moreno Producciones presenta Herejes y grotescos, con texto y dirección de Javier Moreno.

El montaje incluye tres monólogos de historias donde ocurren situaciones grotescas y donde la fe es vista de una manera distinta a la tradición católica. El primero es Salmo Negro, donde Rafael, un peón de la novela Viaje a amanecer de Mariano Picón Salas, cuenta la forma en que perdió un dedo y salvó su vida gracias a un rezo que le enseñó su madre. El segundo es El juez y los nudos, basado en dos cuentos de Oscar Guaramato, en el que un soldado cuenta la muerte de un juez intolerante y el ritual que tuvo que realizar para facilitar la huida del homicida. El último es Matasantos, adaptación de uno de los cuentos grotescos de José Rafael Pocaterra, en el que un agricultor cobra venganza con la figura de los santos por el destino que sufre su hija invidente.

La dirección propone dos espacios para la representación: el primero aprovecha la ambientación externa de la sala donde Rafael de Salmo negro relata su historia rodeado de vegetación y usa los diferentes niveles del lugar mientras va recreando cada situación. Luego, en la propia sala, la distribución bifrontal del público facilita los desplazamientos laterales que permiten construir las historias de los dos monólogos restantes. Los elementos escénicos son mínimos, al igual que el diseño lumínico es ajustado. La música de Malden Horvat apoya la atmósfera de cada relato.

En las tres propuestas, la labor se centra en la capacidad vocal y corporal del actor para contar las historias, interpretar el personaje que representa y asumir las pequeñas intervenciones de otros personajes que complementan el argumento. En este sentido, el trabajo de Manuel Barreto como Rafael en Salmo negro es sincero y posee fuerza, sin embargo mantiene un mismo tono en casi toda la representación y existen dudas por momentos a la hora de decir el texto. Sucede de igual forma cuando asume el rol de Juliano en Matasantos, pero en este caso el manejo de los matices es más complicado por el lenguaje del texto y la dudas pueden desconectar al público. Se requiere más precisión en este trabajo. Pese a todo esto, las premisas de ambas tramas se transmiten cabalmente. Por su parte, José Gregorio Abreu como el Soldado Raso en El juez y los nudos, consigue una actuación convincente y cargada de intensidad. La labor vocal y la expresividad corporal que muestra están bien llevadas, logrando buen ritmo de principio a fin.

En definitiva, un montaje que se aprecia por el manejo del lenguaje y el trabajo de dirección que recrea adecuadamente cada historia.

El mundo en llamas

En su sala homónima, la agrupación Rajatabla presenta La piel en llamas del catalán Guillem Clua, producción general de William López y dirección de Vladimir Vera.

Cuatro personajes coinciden en diferentes tiempos en una habitación de hotel: un fotógrafo que viene a recibir un premio por la imagen de una niña con la piel en llamas, una periodista del diario emblema de un país dictatorial, un médico aprovechador y una mujer que desea salvar a su hija por todos los medios. Con este grupo de personajes, Clua crea un texto duro y sin cortapisas que demuestra que el mundo es controlado por los oportunistas y que ninguna organización que agrupe a las naciones puede hacer algo para cambiarlo. El fotógrafo, la periodista y el médico se aprovechan de estar rodeados de una sociedad corrompida para alcanzar sus intereses, la madre es el símbolo de todos aquellos marginados que sufren la descomposición mundial.

La mayor virtud de la puesta en escena es el manejo del tiempo y de los personajes que coinciden en la habitación. Un tiempo presente y uno anterior confluyen en escena con buen dominio desde el punto de vista de la dirección: equilibrio en el escenario, desplazamiento e intervenciones entre los personajes. Un ajuste del ritmo sería más contundente para el montaje. El manejo especular del escenario es otro punto a favor. Esto se logra gracias a la presencia de los elementos escenográficos esenciales, sin embargo el aspecto visual del diseño no posee una composición armoniosa. Asimismo el diseño de iluminación podría ser más significante para reflejar los tiempos dentro del desarrollo dramático. La propuesta de vestuario es más atinada para delinear cada rol.

El trabajo actoral está equilibrado. José “Pepe” Domínguez como Salomón, el fotógrafo, logra un trabajo correcto y en correspondencia con la vanidad del rol. Fedora Freites como Hannah, la periodista, se conecta de manera profunda para transmitir los sentimientos del personaje más complejo y a la vez más perverso del argumento. Jean Franco De Marchi como Brown, el médico, digiere y transmite de forma excepcional las intenciones de un individuo corrompido. Tatiana Mabo como Ida, la madre, equilibra de manera correcta el sufrimiento y la esperanzas infundadas con una buena composición del rol tanto corporal como vocalmente.

En el momento de mayor tensión, varias imágenes de muerte y guerra son mostradas una y otra vez creando un ambiente de incomodidad en el espectador. El mundo está en llamas. De forma sorprendente, las informaciones e imágenes de muerte y corrupción social parecen inocuas en la Venezuela contemporánea.

Conexiones emocionales

En la Sala Experimental del CELARG, Delirium Tremens Producciones y Walk Producciones presentan Tenemos que hablar, con producción general de Patrizia Aymerich y dirección técnica y general de Daniel Dannery. El espectáculo está constituido por cuatro piezas cortas cuyo eje central es la conexión emocional entre las personas.

El primer texto es Tout est merde, escrito y dirigido por Daniel Dannery. En él, un hombre se enamora a primera vista de una mujer creando una conexión extraña entre ambos. Con un buen manejo de los desplazamientos escénicos, un texto sencillo y de estructura clásica muestra la necesidad contemporánea de no sentirse solo. Abel García como el Hombre es veraz al trasmitir las diferentes emociones y Alessandra Hamdan como la Mujer es pertinente pero podría manejar mejor la extrañeza y curiosidad que le impide alejarse de su enamorado imprevisto.

La segunda obra es Manas arriba, escrita y dirigida por Héctor Obregoso Rivera. Dos mujeres entran a robar en un restaurant pero terminan conectándose con un hombre solitario que no olvida a su novia. Una idea original que requiere una revisión en el planteamiento escénico. Los personajes se desplazan con inseguridad y se solapan unos a otros: las dos mujeres se ubican constantemente al frente del otro personaje. El vestuario podría ser más significativo. Las actuaciones de Gabriela Mata y Cindy Candosin como Carrie y Miranda, respectivamente, pueden ofrecer más fuerza en sus intenciones, mientras que Newman Vera como el Joven está correcto en su rol.

Habitación 427 de Alberto García Pascal, versión libre y dirección de Marianery Amín, es el trabajo más débil. Dos pacientes psiquiátricos pasan el tiempo hablando sin revelar lo que sienten el uno por el otro. La actuaciones de Daniel Vásquez y Cyndi Candosin deben superar la imagen del loco para conectarse con la esencia de los roles, ya que el estatismo de los personajes requiere una conexión real. Esta propuesta presenta una ambientación bien lograda.

Por último, Timing de Daniel Ives, versión libre y dirección de Carlos Armas, cierra de manera excepcional el montaje. Un hombre y una mujer coinciden en un local y establecen una conversación que se reinicia cada vez que uno comete el error de decir lo que no le gusta al otro. El manejo del ritmo y la precisión están muy bien conducidos, al igual que la versión. Gabriella Mesones como Betty y Newman Vera como Pablo son francos en sus actuaciones.

En definitiva, un trabajo honesto pese a sus altibajos. El teatro requiere el ensayo y error que lo irá haciendo cada vez más significativo. El reto está en seguir experimentando.

Los jazmines aun nacen en Caracas

En el horario vespertino del Espacio Plural del Trasnocho Cultural, la Fundación Esperanza Venezuela, el grupo Tumbarrancho Teatro y Lux Siete Producciones presentan Jazmines en el Lídice, texto de Karin Valecillos, producción general de Inamrilé Quintero y dirección de Jesús Carreño.

Varias mujeres que ha perdido un familiar producto de la violencia en el sector caraqueño de Lídice coinciden en la casa de una madre que se niega a olvidar el asesinato de su hijo. Madres, hermanas y novia cuentan sus desgracias en un texto que se estanca por momentos en los conflictos internos, si bien logra reflejar las vivencias de la mujeres de la Fundación Esperanza Venezuela y muestra que los deseos de vivir se pueden mantener, así como las flores aun surgen en los lugares más violentos.

La dirección mantiene un apropiado tono realista que rompe innecesariamente con personajes y cuadros que se desplazan para cambiar de una escena a otra, pero que no aportan nada al drama central. La escenografía, el vestuario y la iluminación son sencillas pero funcionan para el tono de la pieza.

En las actuaciones, el mayor peso lo lleva Gladys Prince como Meche, la madre que no olvida a su hijo, con un trabajo real e intenso. Se conecta y transmite cabalmente las emociones del personaje. Es secundada por la bien lograda caracterización de Samantha Castillo como Yoli, una mujer limitada física e intelectualmente. Su manejo de voz y cuerpo posee veracidad y fuerza. Las labores de Omaira Abinadé como Aída, Rossana Hernández como Anabel y Tatiana Mabo como Sandra son correctas a la hora de expresar los sentimientos que viven internamente sus personajes. Patrizia Fusco como Dayana luce menos conectada. Aunque el personaje sea el menos afectado por los sucesos, hay un nivel de compromiso de la madre y hermana que ha perdido un familiar que no transmite.

En fin, un montaje en donde las actuaciones sobrepasan el texto y la dirección porque conectan al espectador con el dolor que genera la violencia en el país. Un personaje expresa que a diferencia de que se colocó “Lídice” a diversos lugares del mundo para recordar la masacre llevada a cabo durante la Segunda Guerra Mundial, no se coloca el nombre de “Caracas” a ningún sitio después de un fin de semana. Semanalmente, recibimos cifras extraoficiales de los homicidios ocurridos en la ciudad capital sin ya percatarnos de las manifestaciones de dolor de los familiares de las víctimas. Estamos sorprendentemente acostumbrados a la violencia sin que el Estado se ocupe de una de sus funciones: salvaguardar la vida de los habitantes del país. ¿Hacia dónde va Venezuela?

Recuerdos y cenizas

En el Teatro San Martin de Caracas, la agrupación Teatro Grado 38 presentó Anamnesis, producción artística de Marina Guedez, producción general de Ramón Goliz y dirección de Gregorio Milano.

El texto está basado en la obra “Cenizas a las cenizas” del británico Harold Pinter, cuyo título alude a la frase que usa la Iglesia anglicana durante los funerales.  La expresión se utiliza para indicar el final de todo. Por su parte, el nombre de la versión: “anamnesis” se refiere a traer al presente los recuerdos del pasado. Precisamente, la propuesta pone en escena a un hombre que presiona a una mujer para que relate sus memorias. La mujer trae al presente los recuerdos que la atormentan y le permitirán dejar atrás sus perturbaciones.

A primera vista, la situación es difícil de decodificar. Parece una sesión entre un psicólogo y su paciente que se convierte en la conversación entre un marido y su mujer. Aparecen símbolos reiterativos de las relaciones de género: la mujer sumisa, incapaz de establecer relaciones, que esconde algo y el hombre que se impone a la mujer, la presiona, la humilla hasta obtener lo que desea. El desarrollo dramático crea una situación de incertidumbre porque se perciben diversas emociones por las que pasa la mujer bajo la mirada constante del hombre hasta que revela su mayor perturbación: un hijo que fue arrancado de sus brazos.

La dirección logra una atmósfera de tensión con el manejo de la energía y el ritmo de la escena. Se nota el control impuesto a los personajes para crear este ambiente con la precisión en el desplazamiento del hombre por la escena y las emociones contenidas de la mujer sentada en un sillón. El diseño del espacio escénico, concepto del director, presenta una habitación con una mezcla de autores y estilos en el mobiliario y las pinturas que cuelgan sobre una pared en el fondo. Varias épocas parecen unirse en una sola, al igual que la mente fragmentada de la mujer debe acoplarse. De igual forma, el trabajo de iluminación del director y Gerónimo Reyes apoya la atmósfera creada y es utilizada correctamente para resaltar los momentos significativos de la representación con el uso de una luz más tenue. En este sentido, el vestuario es menos significante con respecto a los demás elementos.

Las actuaciones se plantean desde el punto de vista simbólico en correspondencia con la propuesta. Ramón Goliz como Devlin ofrece una interpretación correcta en el manejo del cuerpo y voz. Marina Guedez como Rebecca logra un trabajo excepcional para transmitir los diferentes estados emocionales del rol.

En fin, el montaje deja una sensación de inquietud en el espectador.