Traumas y evasiones

En la Sala María Teresa Castillo del Ateneo de Caracas, la agrupación Teatro Forte presentó Bob (Título original: See Bob run o “Mira correr a Bob”) del canadiense Daniel McIvor, producción de Adriana Bustamante y dirección de Vladimir Vera.

Roberta, que se hace llamar Bob, es una joven que hace auto-stop para huir de los recuerdos que la atormentan. Ansiosamente cuenta a cada conductor que la recoge extractos de sus experiencias, pero su exceso de palabras esconde dos situaciones que la perturban: los abusos de su padre y la muerte de su novio. Estructurada como un monólogo, la pieza se va desarrollando con las historias que Bob relata y la recreación de sus traslados en auto mientras revela consecutivamente la verdad de lo que ha vivido.

La dirección propone un escenario desnudo con una silla que sirve de apoyo a la actriz para representar sus historias. Cada escena posee variedad gracias a los desplazamientos de la silla y una bailarina que se convierte en el símbolo de los traumas de Bob. Amneris Ramírez asume cabalmente esta figura ofreciendo precisión, presencia y fuerza en sus intervenciones.

La propuesta lumínica es sencilla y puntual a la hora de apoyar las situaciones, sin embargo la atmósfera se logra mejor con la música en vivo de Juan Sebastián Blanco. El ambiente que crean los sonidos y melodías que acompañan el transitar de Bob no desentona. Por su parte, el diseño de vestuario de Fedora Freites hace evidente dos momentos de Bob: el primero de la niña que pierde la inocencia y el segundo de la joven que huye. Los símbolos están claros en los dos atuendos, al igual que el estilo amenazador de telas rasgadas para la sombra que sigue a Bob.

En el trabajo actoral, Graziella Mazzone alcanza un buen desempeño como Bob. Transmite de forma apropiada la perturbación que existe debajo de lo que expresa. Va de una situación a otra sin perder el tono y el ritmo, y marca apropiadamente el paso entre ellas, aunque podría contrastar más esto para que la intensidad aumente de manera progresiva hasta el final.

En fin, Teatro Forte vuelve a su estética de montajes donde vincula los símbolos de un texto poco complaciente para el público con los de la puesta en escena.

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