Teatro en Europa (y II)

Mi travesía teatral incluyó solamente Madrid y Londres. Además de los trabajos que confronté en la columna pasada, tuve la oportunidad de asistir a tres musicales.

El musical, hijo lejano de la ópera, mezcla la interpretación, la danza y el canto para crear un espectáculo total. Algo que sorprende de este género, es la capacidad que tiene para permanecer en cartelera durante años. Una de las razones que infiero es su presencia en ciudades turísticas, pero también resalto el riesgo y la capacidad de sus productores, la calidad de las propuestas y, sobre todo, la posibilidad de disponer de una sala que es adaptada a las necesidades del show. El turismo facilita la presencia de público, mientras que los demás aspectos hacen posible que se disfrute de un trabajo excepcional. Sin embargo, resalto el último aspecto porque el escenario del teatro es transformado en su totalidad para que funcione la maquinaria, tramoya y las trampas que cambian la escenografía y para sacar provecho al máximo de la iluminación.

Los musicales que la mayoría conoce son los que se realizan en Broadway, zona de Nueva York, sin embargo muchos ignoran que casi todos tienen su origen en el West End de Londres. Uno de los que pude apreciar fue la versión de Billy Elliot, escrita por Lee Hall, guionista original de la película, con música de Elton John y dirigida por Stephen Daldry, también director del film. La esencia del argumento se mantiene pero se refuerzan los deseos del protagonista con escenas y coreografías agregadas que se benefician de las composiciones musicales. La mejor escena es la parte en que Billy baila la suite del “Lago de los cisnes” con su imagen adulta.

También en Londres, disfruté de uno de los musicales del momento: Wicked. Este trabajo recrea lo que podría ser el origen de la bruja del Oeste y su amistad con la bruja del Este de la tierra de Oz. Una joven hija de un gobernador es despreciada por el color verde de su piel, aunque es inteligente y tiene habilidad para la magia. La escenografía y el vestuario son sorprendentes porque reflejan la fantasía propia de la historia. Con tintes melodramáticos, todo concluye con un giro que posibilita el final feliz para la protagonista.

Por último, en Madrid asistí a la impactante versión de El rey león, dirigida por Julie Taymor. Los personajes se convierten en títeres, marionetas y monigotes que permiten apreciar a los actores que los manipulan y les dan vida con su voz. Esta revelación de la teatralidad se refuerza con la escenografía y demás elementos simbólicos que proyectan a África y sus paisajes.
 
El periplo teatral europeo concluyó con estos musicales.

Funciones: 14, 15 y 16 de Noviembre de 2012

Teatro en Europa (I)

Por diversas circunstancias, estoy en Madrid y he disfrutado de dos espectáculos dentro de la variada cartelera teatral de la ciudad.

El grupo Simbolia presentó uno de sus "actos íntimos" llamado Orgíame, la depravación del yo. Este trabajo es presentando en espacios no convencionales como galerías, salas de casas y cuartos de hotel. Está basado en un personaje de Orgía de Pier Paolo Pasolini y es creado por el actor Santi Senso cuyo nombre es tan simbólico como el del grupo.

El acto íntimo consiste en una serie de monólogos que intentan conectar al espectador con un juego de sensaciones y emociones que empieza por la vista y el oído para terminar en el tacto. El actor se transforma en un niño que juega entre sombras bajo una sábana y cuenta historias con los espectadores como participantes debajo de ella. Luego, se transforma en un hombre reprimido sexualmente que domina a uno de los espectadores y concluye con la liberación completa a través del travestismo.

La audiencia participa activamente dentro del acto y se conecta con la fina ironía y expresividad del actor, pero la intención metateatral se agota rápidamente y se puede perder el interés. El teatro como síntesis pretende concentrar la información, premisa o tema del que trata en un tiempo limitado y se ajusta para transmitir un mensaje. En esta oportunidad, se logra pero el tiempo del trabajo se alarga y tiende a cansar hasta que se llega al final. Comprendo que cada público determina y cambia la propuesta, pero el tiempo puede limitarse en aras de ser más contundente.

En el sorprendente Centro de Arte "Matadero", el grupo residente Naves del Español presenta Los hijos se han dormido, versión de La gaviota del ruso Antón Chéjov, escrita y dirigida por Daniel Veronese. Este director argentino ha logrado fama con su capacidad de reinterpretar a varios clásicos del teatro o de poner en escena obras desconocidas de grandes autores. En esta ocasión, mantiene el nombre original de los personajes, el lugar y la esencia de la acción, pero apela a una visión contemporánea que juega con romper y revelar la teatralidad.

Los actores que empiezan la acción esperan al público y le dan la bienvenida para luego transformarse en los personajes de un drama terrible. Sorprende la capacidad de la dirección para mantener el trasfondo chejoviano, mezclar el paso del tiempo entre actos y manejar los múltiples conflictos de la obra sin descuidar el central: la madre castradora y el hijo sentimental incapaz de accionar para liberarse de su sombra. El elenco se luce con unas interpretaciones atinadas, intensas y reales.

El periplo teatral europeo continua.

Funciones: 10 y 11 de Noviembre de 2012  

El mejor del boxeo

En su sala homónima, la agrupación Rajatabla presenta El más mejor de Roberto Azuaje, producción general Williams López, versión y dirección de Rolando Giménez.

La obra toca fragmentos de la vida del boxeador Vicente Paúl Rondón, quien se autodenominaba como "el más mejor". Plantea un juego que mezcla planos reales y oníricos para presentar el proceso que llevó a la decadencia del boxeador y los recuerdos más importantes de su niñez.

El texto mantiene una cierta progresión dramática pero se pierde en su manejo del conflicto. La historia de Rondón se diluye porque se agregan escenas que no aportan nada a la historia central y se quedan sin resolver. Además, la pieza no informa acerca de los personajes que están en escena. Éstos aparecen y no se identifican por sus nombres, lo que crea confusión en el espectador.

El director versiona la obra intentando solventar sus problemas estructurales, aunque su mayor virtud reside en la creación de una puesta en escena que refleja la espectacularidad que rodea al mundo del pugilismo y que ofrece variedad en el manejo de los elementos escénicos. Como espacio central, un ring de boxeo se desarma y vuelve armar mientras avanza el argumento. Esta propuesta sirve para indicar los diferentes espacios donde sucede la acción, pero puede manejar mejor los niveles superiores e inferiores para que el público aprecie a los actores y no se solapen como sucede en la imagen final.

Se destacan las coreografías de Soraya Orta porque crean una atmósfera deportiva y sensual que se refuerza con la energía física y los torsos descubiertos de los integrantes de la agrupación CIANE y del Taller Nacional de Teatro de Rajatabla. Estos jóvenes apoyan cabalmente el trabajo de los otros intérpretes.
Por su parte, la producción artística de Rufino Dorta, la producción de vestuario de Dora Farías y la iluminación de David Blanco lucen acertadas en el logro de la simbología de cada personaje y el acompañamiento espectacular de la acción.

En las actuaciones, Ángel Pájaro interpreta a Vicente Paúl Rondón. Representa de forma correcta el habla del personaje pero se percibe externo al mantener la misma intensidad en las primeras escenas. Su trabajo es más veraz cuando baja esa fuerza y se conecta mejor con las emociones del rol. Es secundado por la labor correcta de Indira Jiménez como Apolonia Rondón, Orlanis Barreto como el Espíritu de Apolonia, Demis Gutiérrez como Saco Betancourt, Rafael Ortiz como Ramón Piña y Ernesto Campos como Oscar Calles y el Cantante.  El resto de elenco está ajustado, alguno con más veracidad que otros.

En conclusión, un reflejo de mundo del boxeo con contrastes.

Función: 1 de Noviembre de 2012

Shakespeare simplificado

En el Teatro Trasnocho, el grupo Skena presenta Hamlet, versión de Ugo Ulive de la obra de William Shakespeare, producción de Beatriz Mayz, Samantha González y Armando Álvarez, y dirección general de Armando Álvarez.

La historia de Hamlet, príncipe de Dinamarca, que debe vengar el asesinato de su padre cometido por su tío es simplificada al máximo en correspondencia con los tiempos actuales de rapidez tecnológica, literatura digerible y banalización del arte.

La dirección propone una puesta en escena experimental con cierta estética expresionista que requiere mayor rigor en el manejo de los símbolos escénicos. Algunas imágenes son significantes como el uso de esculturas que reflejan el mecanismo de la ficción teatral o el aprovechamiento de tres trampas por donde los personajes y algunos elementos aparecen y desaparecen. Otras como el empleo de globos, cojines y de una caída de agua sucumben por su simpleza. Además, la representación requiere un ritmo más fluido y más fuerza en la escena del clímax.

El diseño de escenografía de Carlos Agell sustenta el estilo expresionista con una gran pintura rasgada en la que predomina el rojo y sillas inclinadas para mostrar la inestabilidad de los personajes. Esto es reforzado con el acertado diseño lumínico de Víctor Villavicencio y Valentina Sánchez.

El diseño de vestuario de Eva Ivanyi y Cape Grillet es una mezcla de referencias de época y estilos contemporáneos. Esto se percibe en la imagen inicial de los personajes pero se desdibuja en los atuendos de Claudio sin una línea definida y se rompe con el estilo de Ofelia que posee un espíritu casi infantil. Por su parte, la música original de Luis Alberto Vila, Gabriel Figueira y Rubén Gutiérrez intenta recalcar la búsqueda experimental con la presencia de la electrónica y del rock dentro de sus acordes.

Las actuaciones contrastan con la puesta en escena. La pretensión experimental no es comprendida por la mayoría del elenco que luce plano e incapaz de romper con la acostumbrada actuación realista. Basilio Álvarez como Hamlet se concentra en decir del texto con poca organicidad. Igual sucede con Juan Carlos Ogando como Polonio y, en especial, con Armando Cabrera que luce débil y poco convincente como Claudio. Fedora Freites captura la intención y energía de Ofelia mientras que en Gertrudis, su otro papel, es controlada y sensual. Vicente Peña como Horacio y Sócrates Serrano como Laertes están correctos. 

En definitiva, una propuesta cargada de símbolos que no se integran y que, en su mayoría, carecen del trasfondo necesario. Aparecen en escena y se digieren rápidamente sin mucho significado.

Función: 28 de Octubre de 2012