Un funeral y una realidad

En la Sala Experimental del Centro Cultural BOD, la nueva agrupación 4X4 Producciones presenta Te dejo la corona, texto de Karin Valecillos y dirección de Giovanny García.

Cuatro amigas se encuentran en un funeral con la intención de establecer contactos, encontrar el amor, codearse con gente de clase alta y conseguir trabajo. Con esta premisa, comienza un texto de apariencia ligera y fino humor negro que acerca al público a una visión más de la realidad del país. Daniela, Isabel, Rosalba y La Chiqui tienen intenciones muy claras cuando asisten al funeral, aunque nada les sale bien. Entonces, sus dramas personales salen a flote para revelar que la sociedad venezolana se ha dedicado cada día más a valorar los contactos, las apariencias y el qué dirán por encima de los esfuerzos personales, el nivel educativo y los sentimientos. Sin embargo, la dramaturgia apela a la comedia y una serie de referencias culturales de la actualidad para que el público se divierta y el trago no sea tan amargo. He aquí la virtud del texto.

La dirección propone una puesta en escena que refuerza el humor negro del texto. El público es recibido como si asistiera a un funeral para después encontrarse con un espacio con cuatro sillas cargado de coronas decoradas de manera exagerada. En este sentido, la escenografía diseñada por Oscar Salomón se percibe atinada. A partir de aquí, los desplazamientos escénicos se plantean con la distribución equilibrada de las actrices, pero siempre enfocados en resaltar las situaciones humorísticas. Éstas son apoyadas con la acertada propuesta musical de Eduardo Luis Hernández. Es necesario resaltar la imagen que proyecta cada personaje. El vestuario, los accesorios y el maquillaje se complementan perfectamente para reflejar la esencia de cada rol y, en especial, asumir una apariencia distinta dentro del funeral que enmarca el argumento.

El trabajo actoral mantiene una línea realista con algunos toques del exceso propio de la comedia. Los mejores trabajos son de María Alesia Machado como Rosalba y de María Gabriela Díaz como Daniela. Ambas se conectan con la realidad de sus roles. Por su parte, Carla Muller trasmite las intenciones de La Chiqui hasta el punto de vincularse con sus sentimientos, mientras que Diana Díaz logra la imagen y se conecta con los deseos de Isabel, pero son personajes que se irán afianzando durante las funciones.

En fin, me encuentro frente a un grupo que podría seguir una línea de teatro que toque temas comprometidos a través del humor para invitar al espectador a divertirse, pero también a pensar acerca de los que está viendo y proyectarlo a la realidad.

Amor y felicidad

El Teatro Santa Fe, ubicado en la Torre del Colegio de Médicos, se ha consolidado como una alternativa más en la oferta teatral de Caracas. En una de sus salas, se presenta La máxima felicidad, texto de Isaac Chocrón, producción de Carlos Scoffio y dirección de Nelson Lehmann.

Perla, Pablo y Leo conforman una familia o un experimento, como le llama Pablo. Han traspasado sus prejuicios y lo de la sociedad para alcanzar una felicidad máxima que descubren que solo se logra entre tres. Con esta premisa, el maestro Chocrón reflexiona sobre el amor y el ideal de felicidad que sobrepasa la visión social en un texto que nunca perderá su vigencia.

La puesta en escena asume el realismo como estética del montaje en vinculación con el estilo del argumento. Aprovecha la distribución bifrontal de la sala para ubicar en el medio de los espectadores todos los elementos escénicos que representan el apartamento donde viven los personajes, quienes deambulan por la escena en correspondencia como se desarrolla la trama. El estilo contemporáneo que luce el espacio se refuerza en ciertos aspectos que actualizan las situaciones de un texto escrito hace 40 años como el uso de aparatos portátiles de sonido con audífonos. En este sentido, la propuesta escenográfica luce acertada al mostrar un ambiente común que comparte el trío. Por su parte, el diseño de vestuario de Raquel Ríos también ofrece un aire actual a los personajes sin traicionar su esencia: el paso a la vejez, la adultez y la juventud.

Complementa la propuesta, el diseño lumínico de Gerónimo Reyes que parte de la oscuridad mientras las luces se van encendiendo hasta abarcar todo el escenario demarcando con claridad el realismo de la escena y se desaparece sutilmente hasta llegar al oscuro total en el final. Mención aparte la selección y música original de Nacho Huett que apoya con certeza las atmósferas que se producen durante la representación.

En las actuaciones, se destaca el trabajo de Mayte Parias como Perla con una capacidad extraordinaria de transmitir el paso de un sentimiento a otro a lo largo de la trama. Se percibe atinada en gestos e intenciones. Gonzalo Cubero maneja sutilmente pero con verdad y seguridad la caracterización de Pablo. Es excepcional en sus expresiones y movimientos. Por su parte, Jornell Ariza como Leo consigue la imagen corporal del rol, pero se limita a la hora de transmitir los sentimientos. Por momentos, es capaz de ir más allá en sus emociones aunque debe reforzar la proyección vocal.

Textos como este invitan a revisar la dramaturgia de los maestros venezolanos y un montaje bien realizado invita a apreciar el buen teatro.

Intolerancia e instinto animal

En la Sala de teatro 1 del CELARG, el grupo REPICO presenta Dos amores y un bicho, texto de Gustavo Ott y dirección de Consuelo Trum.

Una familia constituida por padre, madre e hija muestran sus desavenencias luego que la hija recuerda que el padre estuvo preso hace algunos años. Ott crea un texto donde narración, descripción y diálogo se integran para hablar de la intolerancia y el instinto animal presente en el ser humano. Pablo, el padre, es capaz de asesinar a un animal porque no tolera su homosexualidad, Karen, la madre, advierte quién es realmente su esposo aunque siempre trató de olvidar el suceso y Carolina, la hija, no acepta la violencia injustificada porque es veterinaria y trabaja en su zoológico al cuidado de los animales. Presente y pasado se mezclan en un excepcional juego del lenguaje mientras la historia se va organizando en la mente de los espectadores.

La dirección se ajusta al estilo del texto creando una puesta en escena donde la revelación de la teatralidad y el simbolismo van de la mano. Un gran rectángulo demarcado sobre el escenario y tres sillas constituyen el espacio donde se desarrolla la acción. Es como si el público percibiera a los personajes dentro de una jaula, sin embargo estos se acercan al público por momentos. Con el desplazamiento de los actores y de las sillas, se arman las situaciones. Esto se apoya en la atinada propuesta de iluminación de Lina Olmos. El planteamiento lumínico se convierte en un símbolo más que delimita y destaca cada momento de la acción. En cambio, el diseño de vestuario es más realista, si bien los personajes mantienen la vestimenta durante toda la representación trasmitiendo una idea clara de cada uno: el estilo clásico del padre, la madre que quiere verse sensual y el trabajo en el zoológico de la hija. Resalto el apropiado uso del video donde otros personajes interactúan con los actores en escena.

Las actuaciones están bien logradas. Adolfo Nittoli representa a Pablo, el padre, con un ajustado manejo de las intenciones, fuerza y sutileza cuando lo requiere. Captura la esencia del hombre prejuicioso que justifica sus actitudes. Karolains Rodríguez como Karen, la madre, demuestra veracidad en las diferentes estado por los cuales transita el personaje. Miling Cabello como Carolina, la hija, se percibe correcta en el manejo realista que plantea para el rol.

En definitiva, un montaje bien realizado que invita a pensar acerca de la incapacidad de algunos seres humanos por aceptar las diferencias de los otros. Los seres humanos tenemos la animalidad dentro de nosotros, parece que sólo hace falta el toque exacto para que salga a relucir.

El teatro también es rosa

En la Sala Experimental del CELARG, se está celebrando por primera vez en Venezuela el Festival de Teatro Rosa “Estamos aquí”. Este evento, organizado por Elvis Romero y Bruno Mateo, tiene como intención reunir una muestra de montajes que abordan la temática de la diversidad sexual para así reivindicar a la llamada comunidad LGBTI del país. Además, incluye exposiciones, conferencias y lecturas dramatizadas.

El festival es algo novedoso en un país profundamente machista y que ve la diversidad sexual con una carga de prejuicios. Al diferente se le percibe mejor a través de los chistes que solo reflejan un estereotipo. Para muestra, están las expresiones homofóbicas de varios representantes del gobierno nacional y que han recibido el rechazo de una serie de organizaciones.

Dentro de la muestra, tuve a oportunidad de apreciar el monólogo: Un hombre, cuatro estaciones, dramaturgia y actuación del cubano Luis Carlos Boffill y dirección de José Manuel Peña, quien falleció antes del estreno de la primera temporada de la pieza.

Ernesto relata la historia de Miguel Ruiz, homosexual, que se crió desde muy pequeño a su lado en La Habana. Miguel tuvo que transitar una vida de desprecio, humillación y frustraciones debido a su sexualidad, sin embargo esta condición no evitó que Ernesto se hiciera su amigo y lo comprendiera desde su heterosexualidad y desde el ideal machista presente en la mayoría de las sociedades latinoamericanas. Con este argumento, Boffill crea un texto que mantiene la estructura clásica del monólogo. La pieza es una confesión de Ernesto a los espectadores mientras relata la vida de Miguel.

La puesta en escena creada por Peña es sencilla pero precisa. Se concentra en la historia que se cuenta con la recreación de algunas situaciones para dar mayor fuerza al drama. Los elementos escenográficos son los mínimos, aunque un mueble es el mayor punto de concentración. La trama se desarrolla con buen ritmo e intensidad. El público es conducido por las vidas de Ernesto y de Miguel dejando a cada uno la capacidad de juzgar e interpretar los sucesos. El único aspecto discordante es la iluminación que no abarcaba todos los espacios del escenario y no cubría el mueble cuando éste se iluminaba directamente. A veces, la premura de un festival, que exige el montaje y desmontaje de cada espectáculo, conlleva a estos fallos.

Sin embargo, la actuación de Boffill llena el escenario con veracidad e intensidad. Cada situación relatada es vivida sobre la escena con cuerpo y voz.

Queda de nuestra parte seguir viviendo con prejuicios o respetar y comprender al otro en sus diferencias e ideas.

Bohemios y compadres

El Espacio Plural del Trasnocho Cultural posee una oferta atractiva. En el horario vespertino, Encuadre Teatral y NM Producciones presentan Postales de bohemia, producción general de Norma Monasterios, dramaturgia y dirección de Katty Rubesz.

Seis personajes icónicos de la bohemia latinoamericana del siglo XX coinciden en una plaza. Pita Amor, poetisa mexicana, Ana Jacinta Crespo “Ninón”, primera humorista gráfica de Venezuela, Francisco Delfín Pacheco, pionero de la música cañonera, y Rafael Michelena Fortoul “Chicarrita, poeta gastronómico larense, son reunidos por Conny Méndez, artista venezolana, polifacética y creyente de la metafísica cristiana. Con este grupo de personalidades, Rubesz crea una serie de escenas que sirven para descifrar sus virtudes y defectos. Comedia, amor y, sobre todo, música ocurren en el escenario para mostrarnos una parte de lo que somos como continente y como país.

El trabajo actoral con apoyo del canto están bien logrado. Marisol Matheus como Pita, Norma Monasterios como Conny, Claudia Nieto como Ninón, Jesús Hernández como Chicharrita y Jean Manuel Pérez como Francisco capturan la esencia de cada rol, acompañados cabalmente por Mery Rosales como Ruperta. Una iluminación precisa para marcar los cambios, un vestuario que maneja apropiadamente el símbolo de cada carácter y la encomiable dirección musical de Rafael Pérez Muñoz complementan esta propuesta que permite mirarnos con esperanza frente a la crisis que vivimos.

En el horario nocturno, Jota creativa presenta Compadres, texto de Javier Vidal, producción de Samuel Hurtado y dirección de Julie Restifo. La pieza muestra la relación entre Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez desde el movimiento de Aclamación del primero cuando vuelve a la presidencia de Venezuela y la traición del segundo cuando asume el poder aprovechando que Castro está de viaje en el exterior. La relación entre los “compadres” es el eje central del texto para mostrar una Venezuela dominada por las ansias personales, el egocentrismo y la ignorancia.

Una ambientación correcta en el estilo de la época, acompañada de un diseño de vestuario excepcional, forman parte de una puesta en escena bien conducida. Las actuaciones de Juan Carlos Gardié como Castro y Antonio Delli como Gómez son veraces en el manejo corporal y el matiz vocal de los “gochos”, secundados por la labor cabal de Jan Vidal como Eleazar López Contreras y Laura Gardié como la “Ninfa”.

Las situaciones del montaje se me hacen muy parecidas a la actualidad. El país no ha cambiado o los venezolanos tropezamos siempre con la misma piedra. Para pensar.

Sin escape de los otros

En la Sala Cabrujas de Cultura Chacao, el grupo La Salamandra presenta No exit, basado en la obra A puerta cerrada de Jeal Paul Sartre, dirigida por Loredana Volpe.

Tres extraños coinciden en una habitación al ser guiados por un mayordomo. Con el pasar del tiempo, van descubriendo que estarán ahí por la eternidad para torturarse unos a otros con sus deseos y frustraciones.

Esta pieza icónica del existencialismo demuestra la tesis de que “el infierno son los otros”. A partir de esto, el montaje comienza con un momento clímax de la obra que conecta al espectador antes de contar la historia de principio a fin. La escenografía propone un espacio blanco en paredes y muebles cubiertos con telas. Este sitio impoluto contrasta con los sentimientos de maldad que transmiten los personajes. De igual forma, el vestuario marca un estilo en cada rol aunque éste se vaya perdiendo con aquello que expresan.

La dirección se concentra más en el diálogo que en las acciones físicas dando al texto una importancia vital. Por ello, los actores permanecen sentados y se desplazan solo lo necesario, sin embargo se ubican erróneamente en un solo lado durante los momentos en que interactúan muy de cerca. Esto perjudica el equilibro de la escena. De igual forma, se debe evitar solapar a aquellos que se ubican atrás, aunque en ese momento no lleven el peso de la trama.

El ritmo y la fuerza aumentan progresivamente logrando una atmósfera asfixiante de la que no se  puede escapar. De ahí, se usa el nombre “No exit” (Sin salida) para el espectáculo. Es importante mencionar los momentos que rompen con la trama para mostrar el verdadero estado interno de los personajes, apoyados por el rompimiento de la iluminación que emplea colores cálidos.

En las actuaciones, se destaca la labor de Fabiola Arace como Estelle Rigault, una mujer que esconde sus pasiones y culpas con una imagen de clase. Ella maneja apropiadamente el texto ajustado a las intenciones de su personaje. Es secundada por Reinaldo Navas como El Mayordomo, quien crea una forma extraña, lenta y precisa en cada gesto y palabra que expresa, ofreciendo el tono adecuado del rol. Por su parte, Loredana Volpe como Inés Serrano, amante de las mujeres y atormentada por la culpa, y Edmundo Bianchi como José Garcín, un cobarde que se enorgullece de haber atormentado a su mujer, muestran intensidad y presentan una imagen de los personajes, pero son débiles en el manejo de los matices. Es necesario comprender que el peso del matiz va en el verbo de cada frase.

En fin, me encuentro con una agrupación que se arriesga con un texto complicado. Hay que estar atento a la trayectoria que desarrolle.

La levedad de la adolescencia

En el Teatro San Martín, el Centro Nacional del Teatro presenta su producción Leve, texto de Karin Valecillos, dirección Ariel Bouza.

Cuatro jóvenes experimentan sus deseos, miedos y frustraciones compartiendo en la azotea de un edificio para demostrar que el paso por la adolescencia no es tan leve como parece. Con esta premisa, se presenta una dramaturgia desestructurada que se ensambla en la mente del espectador. Una serie de escenas inconexas muestran pequeñas situaciones que reflejan el espíritu adolescente que, pese al avance de la tecnología y el cambio de época, parece constante en cada generación. Sin embargo, esta realidad fragmentada crea una pieza débil en su conjunto porque las escenas se suceden una tras otra sin relación y sin conflicto definido.

La ausencia de progresión dramática conduce a la dirección a plantear una serie de juegos escénicos que ofrecen variedad sobre el escenario, pero no resuelven la inconsistencia del texto. Una serie de maletas que se trasladan para armar diferentes espacios y una estructura hecha de cuadros de tela que constantemente flota, se cuelga o se coloca como sobre piso forman parte de los cambios entre una escena y otra. Esto también compromete el ritmo pese a la riqueza visual e imaginación en el uso de los elementos. Los adolescentes de la actualidad son más dinámicos de lo que vemos en escena.

En cambio, el inicio de la propuesta tiene mayor significado con los jóvenes entrando como parte del público vestidos como si llegaran de sus estudios de bachillerato y se cambian frente a los espectadores para mostrarse como son. El pertinente diseño de vestuario de Gabriela Montilla y la correcta iluminación de Alfredo Caldera también son atributos de la puesta en escena.

El trabajo actoral tiene altibajos. Los cuatro intérpretes poseen la edad para representar a los protagonistas de la pieza, pero los asumen como si fueran distantes a ellos, en vez de aprovechar la naturalidad. En este sentido, Moisés Rivas como Monchi y Wahari Meléndez como Andrés se perciben más cercanos a la intención que proyectan los personajes. Rivas es suelto y Meléndez un poco rígido. Por su parte, Karlyn Alquinzones como Caro y Zair Mora como Yéssica poseen la imagen pero no la veracidad interna que exigen sus roles, en especial Mora porque no maneja correctamente la dicción al intentar representar el habla de algunas jóvenes presumidas de la actualidad.

Me gustaría haber disfrutado del montaje con varios adolescentes como público para ver sus reacciones frente a una propuesta que pretende hablarles directamente a ellos, aunque para mí lo logra con mucha levedad.

Limbos honestos

Como parte de su actividad formativa y de proyección de sus estudiantes, La Universidad Nacional Experimental de las Artes (UNEARTE) posee la Compañía Universitaria de las Artes. Precisamente, el área de Teatro de la Compañía presentó Limbos, espectáculo creado a partir de Obituario y Mínimas de Xiomara Moreno, en los Espacios Cálidos de la universidad.

Cuatro directores reinterpretaron ocho textos de Moreno creando una puesta en escena ajustada, en su mayoría, al estilo de cada uno.  La dirección de arte y vestuario, a cargo de Efrén Rojas, refleja la estética minimalista del montaje. Las piezas se desarrollan sobre tarimas con los elementos necesarios para el desarrollo del argumento mientras que el público se desplaza de una representación a otra para ver cómo el tono del espectáculo cambia del drama a la comedia.

Obituario es la primera obra con dirección de Miguel Issa. Cuerpo y voz se integran cabalmente en una recreación simbólica donde el movimiento escénico, en conjunto con varias sillas, va armando la atmósfera para el relato. Un trabajo actoral cabal a cargo de Argenis Ciriaco, Jivina Irazabal, Joseph Rivero y Cesar Augusto Roa.

La manzana de la discordia es presentada con una serie de “gags” y referencias al cine y la televisión. Las actuaciones de Karlyn Alquinzones y Argenis Ciriaco fueron honestas con buen manejo de la corporalidad y vocalización, gracias a la dirección de Costa Palamides. Vida de pajaritos es el trabajo más débil. La voz en off de la madre y el mal manejo de la atmósfera demostraron una mala conducción por parte de Juan José Martin.

En La I griega, Palamides propone una serie de desplazamientos que exteriorizan los sentimientos de los personajes a través del cuerpo. En general, se logra la intención de texto con la labor actoral de Catherine Tadger y Joseph Rivero, aunque la primera se sintió desconcentrada. Todo nuevo es un monólogo que muestra la franqueza y veracidad Argenis Ciriaco gracias a la correcta dirección de Diana Peñalver.

Con De una mujer, Diana Peñalver divide la historia de una mujer perturbada en una relatora y varias mujeres que hacen eco de sus angustias y frustraciones con buena labor interpretativa. En Todas las salidas son ciegas, Juan José Martín concentra a lo mínimo el desplazamiento para que los actores se luzcan en su manejo de las intenciones.

Por último, Memorias de un viaje, logra la interacción del público que rodea a los actores para vivir una experiencia en el metro de Caracas. La comedia y la tragedia estuvieron bien conducidas por Diana Peñalver.

En fin, un trabajo honesto por este grupo de actores formados académicamente.

Evita caricaturesca

En La Caja de Fósforos, ubicada en la Concha Acústica de Bello, el Teatro del Contrajuego presenta Eva Perón, texto del argentino Raúl Damonte “Copi”, dirección de Orlando Arocha.

La muerte de Eva Perón es revisada por Copi con un tono grotesco cercano a la farsa para recrear los que podrían ser los últimos momentos de su vida y presentar una alternativa. Esto se complementa con un prólogo en que los espíritus de Copi y Eva se encuentran para realizar una entrevista que termina siendo una parodia como toda la propuesta.

La dirección se sustenta en esto para crear un espectáculo de atmósfera circense en decadencia que se percibe en la dirección artística. Todo el escenario es cubierto con bolsas negras para basura decoradas con puntos junto a bombillos y bolsas de suero colgadas. El vestuario y caracterización de Freddy Mendoza se destaca por el estilo que logra en cada rol. Todos llevan la cara blanca con narices rojas acompañados de una atinada propuesta de peluquería. Además, los personajes se reconocen por su corporalidad exagerada y su forma de expresarse.

En este sentido, la escena posee buen dinamismo en la entrada, desplazamiento y salida de los personajes durante el desarrollo de las situaciones. La intención nada realista del argumento es evidenciada en las acciones escénicas. Esto demuestra la claridad con que se orientó la puesta en escena.

Todos los personajes son asumidos por mujeres. Las actuaciones integran de forma excepcional la forma externa y caricaturesca en que se concibieron los personajes y el contenido orgánico que logran las actrices en su interpretación. La labor de Nattalie Cortez como Copi y Eulalia Siso como Eva en el prólogo demuestra veracidad y fuerza. Luego, Ana Melo que asume a Eva durante al pieza como tal, Diana Volpe como la Madre y, en especial, Nakary Bazán como Ibiza, Evelia Di Gennaro como la Enfermera y Haydée Faverola como Perón conducen la trama con intensidad y franqueza.

Ahora bien, el trasfondo del montaje es aquello que posee más fuerza. Durante la representación, los personajes expresan frases de un marcado contenido político que pueden vincularse con la actualidad venezolana como: “Los pobres solo sirven ayudar a políticos que están deseosos del poder…” Esto vuelve a demostrar la capacidad del teatro para enfrentarnos con la realidad y servir de vehículo para la reflexión. Pensemos sin en realidad “Eva vive” como se expresa en la obra o si su imagen es comercializada y aprovechada para justificar una tendencia populista que no se vincula con la época en que vivió. Ahora pensemos en Venezuela. He aquí la virtud de la obra de Copi y del montaje.

El bingo que no se juega

En la Sala de Teatro 1 del CELARG, el Centro Nacional de Teatro y el Teatro del Duende presentan su coproducción Bingo, texto de Román Chalbaud, producción de Karla Fermín y dirección de Costa Palamides.

Andy Ramírez llega a un asilo para trabajar como la persona que canta el bingo, sin embargo descubre que va quedarse en él y debe compartir su estadía con una serie de personajes que viven a merced de sus deseos sexuales.

Con esta historia de toques absurdos, la dirección propone una puesta en escena sencilla con desplazamientos lado a lado de los personajes a la hora de desarrollar las situaciones. Para ello, dispone del diseño de escenografía y vestuario de Silvia Inés Vallejo que evoca a un manicomio con el color blanco de la ambientación, dividida en espacios para representar los cuartos de los internos y uno central con cortinas de dibujos de angelitos en contraste con las actividades lúdicas y sexuales que ocurren detrás de ellas. Sin embargo, el uso de estos lugares pudo aprovecharse más, en especial, durante los momentos cuando la transparencia debía ser total para que las acciones sean apreciadas por el público ubicado en los laterales. El vestuario se percibe más atinado a la hora de reflejar el estilo de cada personaje como la clase de la Sra. Düsseldorf, la sensualidad envejecida de Patty Thompson o la necesidad de sobreprotección de Andy que se muestra cargado de elementos.

Las actuaciones están ajustadas al carácter que va delineando cada personaje durante el desarrollo de la historia con Aura Rivas como la Sra. Düssedolf y Francis Rueda como Patty Thompson a la cabeza. Ambas ofrecen fuerza y verdad a sus interpretaciones. Por su parte, Gladys Prince saca provecho de Maggie, la enfermera, al expresar de forma idónea los cambios de humor junto a diferentes fragmentos de canciones que interpreta. Por su parte, Ludwig Pineda transmite de forma correcta las ansias y carencias de Andy Ramírez y Vito Lonardo ofrece intensidad y franqueza como Paul Robinson, el doctor.

Pese a todo lo anterior, el montaje presenta cierta debilidad porque parte de un texto simple en su estructura. Chalbaud rompe con la temática que se aprecia en la mayoría de su dramaturgia y crea un argumento casi carente de conflicto que le impide una adecuada progresión dramática. El conflicto inicial es la llegada e imposibilidad de escape de Andy, sin embargo éste no se desarrolla y apela más a las desavenencias internas de los otros personajes de las cuales no explica sus causas ni el por qué llegaron a vivir en el asilo. Esto hace que todo avance con situaciones inconexas y se diluya la premisa central. Esta es mi opinión.

¿Nos vemos o no? (y III)

El Festival de Teatro de Caracas concluyó, permitiendo a los creadores escénicos exhibir sus trabajos, ofrecer talleres y participar en intercambios con compañeros de todo el país.

Durante la última semana, aprecié el trabajo del grupo Teatrotinto que presentó Antígona, versión de José Gabriel Núñez a partir del texto de Sófocles, dirección de Daniel Landa. En este caso, la historia de la mujer que desafía al poder por enterrar a su hermano cuyo cuerpo sin vida fue dejado a la intemperie y  a merced de los animales se ubica en un contexto latinoamericano. Un indígena es el relator del argumento en que una nación represiva honra al que la defiende y desprecia al que lucha en contra del poder. Una bien lograda ambientación e iluminación conforman parte de una puesta en escena simbolista que incluye un vestuario ecléctico de toques actuales y futuristas. Los elementos se mueven o cuelgan para reforzar la estética, aunque el trabajo actoral no logra su cometido, en especial, por la ineficacia de la protagonista.

El Teatro Profesional de Lara trajo un espectáculo titulado Veneno, versión libre de El veneno del teatro de Rodolf Sirera con la inclusión de frases de La paradoja del comediante de Diderot, concepto y dirección de Giuseppe Grasso. En ella, el Marqués de Sade contrata a un actor para que interprete un texto que escribió, aunque la situación culmina con la muerte del contratado. La dirección crea un montaje cargado de tendencias y símbolos que en su mayoría son usados de forma limitada. Los textos de Diderot no aportan mucho al sólido planteamiento de Sirera, además son expresados sin intensidad y con un mal trabajo de dicción por dos actores ataviados como samuráis con espadas de madera. El trabajo adolece de matices por la intensidad continua de ambos protagonistas, impidiendo que se logre el impacto del desenlace.

La Compañía Regional de Portuguesa llevó a escena La cantata de Argimiro Gabaldón de Tomás Jurado Zabala, dirección de Carlos Arroyo. Este trabajo coral, musical y dancístico se centra en la figura del revolucionario Gabaldón para contar su lucha armada, sus ideas y la recreación de su muerte, dejando al público la reflexión acerca de la época guerrillera y su vinculación con la actualidad. El dinamismo escénico, la iluminación y música en vivo son sus mayores virtudes.

El lema “Nos estamos viendo” se convirtió en una marca del evento. En su tercera edición, el festival sirvió para vernos en las diferentes propuestas, aunque la cantidad de agrupaciones tiende a dejar de lado la calidad. Es importante la inclusión, pero no el exceso. Mucho teatro mal hecho, hace poco.

¿Nos vemos o no? (II)

El Festival de Teatro de Caracas continúa.

La agrupación TEATRELA presentó Una vez más, por favor del canadiense Michel Tremblay, producción general de Juan Carlos Azuaje, producción artística de Marisela Seijas y dirección de Costa Palamides. Un escritor revive varios momentos con su madre desde que tenía 10 años hasta el momento cercano a su muerte. Con una ambientación sencilla y el cambio de vestuario de la madre para indicar el paso del tiempo, Palamides crea un espectáculo conmovedor conducido por el peso del texto, pero con una acertada selección de recursos. El mismo Palamides y Diana Volpe interpretan ambos roles de forma atinada. Este montaje demostró que no se requiere una gran producción para hacer buen teatro.

En el Teatro Catia, FUNDRAMA, proveniente del Estado Zulia, trajo su tercer espectáculo de Señoras de Maracaibo: En brazos de Dionisio. Con un texto mejor integrado que los anteriores, la idiosincrasia y el humor marabinos se hicieron presentes una vez más de la mano de los actores que se travisten para representar a las mujeres de una época. Sin embargo, el espacio para la representación no fue el idóneo porque carece de acústica obligando a los actores a usar micrófono. El constante eco y la inexperiencia en el manejo de este recurso hicieron que muchas de las situaciones planteadas no se comprendieran.

Carlos Márquez presentó su unipersonal Inolvidable, escrito por José Gabriel Núñez y dirigido por Ibrahim Guerra. El Teatro Principal sirvió de escenario para la nostalgia, los recuerdos y experiencias de Márquez en el ámbito teatral y la selección de fragmentos de aquellos personajes que siempre quiso interpretar. La dirección crea un espectáculo audiovisual como una especie de despedida de actor al final de su carrera artística, no obstante este trabajo “inolvidable” debería tener más presentaciones por su capacidad de mover las fibras de los espectadores.

El grupo Dramart de Mérida llevó a escena Psicosis 4:48 de la inglesa Sarah Kane, dirigida por Gabriela Carballido. En un texto desestructurado cargado de fragmentos que hace una apología del suicidio, una mujer revela sus ansias y depresiones. La dirección crea una puesta en escena expresionista en un espacio de aspecto circular con imágenes proyectadas en cuatro pantallas que trasmiten las inquietudes internas del rol y sirven de apoyo para otro personaje que lo inquiere. Cada situación es llevada el extremo. La joven Moyra Ángeles asume sin prejuicios a esta mujer, alter ego de la escritora que se suicidó, aunque requiere más intensidad en el decir del texto.

El teatro se sigue viendo en este evento…

¿Nos vemos o no? (I)

La tercera edición del Festival de Teatro de Caracas comenzó con la inauguración del Teatro Simón Bolívar, ubicado en el centro de Caracas frente a la Plaza Bolívar, y la presentación de El coronel no tiene quien el escriba, montaje de la Fundación Rajatabla basado en la novela de Gabriel García Márquez con dirección de Pepe Domínguez a partir de la puesta en escena original de Carlos Giménez.

Uno de los trabajos más exitosos de esta agrupación vuelve a escena gracias a la labor de Domínguez que mantiene la atmósfera y puesta en escena original. La historia del Coronel que vive en la pobreza en espera de una carta que le informe de una pensión asignada por servicios prestados a su nación habla del hombre latinoamericano que vive con la esperanza de salir de una crisis eterna haciendo malabares para sobrevivir.

El montaje mantiene la escenografía original de láminas de zinc que forman la casa del coronel. Luego, ésta se desarma, traslada y vuelve a armar para representar cada espacio de la acción. El vestuario de Raquel Ríos propone una paleta de colores térreos  salvo los protagonistas que mantienen el negro por el luto que llevan a cuestas. El trabajo de iluminación crea un contraste de luces  y sombras que refuerza el drama. Se destaca la musicalización de Federico Ruiz que actualiza la instrumentación de la melodía original cuya sonoridad se hubiera sentido envejecida sin este trabajo. La música marcha con los personajes hasta el final.

El trabajo actoral tiene a Aura Rivas a la cabeza como la Mujer del coronel. Su fuerza e intenciones crean un personaje vivo. Es secundada por Francisco Salazar como el Coronel, quien se percibe más débil con algunos momentos reales e intensos. Parece que todavía está explorando la caracterización del personaje. El resto del elenco principal ofrece una labor pertinente: Lolly Sánchez, José Sánchez, Marcos Alcalá y Gonzalo Velutini, junto a un grupo de jóvenes intérpretes.

El Festival abre con la nostalgia de un teatro comprometido estéticamente frente a la economía de recursos que ofrecen muchas de las propuestas actuales. Sigue sorprendiendo la capacidad de FUNDARTE, institución adscrita a la Alcaldía de Libertador, para organizar este evento con el apoyo de la Gobernación del Distrito Capital y del Ministerio de la Cultura. En especial, frente a este último que se sigue mostrando incapaz de desarrollar las políticas culturales que requiere el país. Más de 30 salas de teatro reciben a agrupaciones nacionales con el lema: “Nos estamos viendo”. El transcurrir del festival indicará hasta qué punto nos vemos o no como nación a través del teatro venezolano.

Una isla para la familia elegida

En el Teatro Trasnocho, Producciones Palo de Agua y la Fundación Isaac Chocrón presentan Los navegaos, texto de Chocrón, producción de Yair Rosemberg y Silvia Vidal, dirección de Michel Hausmann y Javier Vidal.

Juan y Brauni son dos viejos que se mudaron a la Isla de Margarita con la intención de vivir una vida más tranquila y sanarse de sus enfermedades. Sin embargo, la visita de Parol, sobrino de Brauni, les cambia su rutina y la de Luz, la mujer de servicio, ya que él viene dispuesto a quedarse para convertirse en “isleño” y dejar de ser “navegao” como llaman a aquellos que viven en la isla pero salen y vuelven a ella constantemente.

Una propuesta minimalista se aprecia en escena con el diseño de escenografía de Edwin Erminy y de vestuario de Eva Ivanyi. Sobre el escenario se encuentran aquellos elementos necesarios para que la trama avance, mientras que los personajes se visten con un estilo que los refleja. El ambiente se carga de colores pasteles apoyado en la iluminación de Carolina Puig. Algunos toques de hiperrealismo complementan la propuesta debido a que la acción ocurre en una cocina – comedor. La dirección maneja apropiadamente el espacio para desarrollar las situaciones de la vida rutinaria que cambia con el personaje que irrumpe, la vejez que viene cargada de enfermedades y, en especial, la familia “elegida” de la que tanto hacía mención Chocrón y que se forma con aquellas personas sin lazos de sangre que se quedan para siempre.

En las actuaciones, Javier Vidal como Juan y Armando Cabrera como Brauni están ajustados a la esencia de los personajes. Samantha Castillo como Luz y Eben Renan como Parol logran dos caracterizaciones notables. Castillo captura la esencia del habla margariteña para crear un personaje lleno de sentimientos. Sus gestos y manejo vocal están bien logrados. Por su parte, Renan aprovecha al máximo la gestualidad e interjecciones para interpretar un rol mudo. Se muestra suelto, preciso y franco a la hora de transmitir las emociones. Espero que José Manuel Suárez, quien asumirá el personaje en las próximas funciones, siga esta línea de trabajo.

Con este montaje, la Fundación Isaac Chocrón cumple los deseos expresados en el testamento del escritor de seguir difundiendo su obra, así como el año pasado hizo entrega del primer premio de dramaturgia que lleva su nombre. Por esto, su última pieza ha vuelto a la cartelera a más de dos años de su muerte. Siempre debemos revisitar a los maestros para cotejar su vigencia.

En fin, un texto cargado de nostalgia, una puesta en escena correcta y dos personajes pintorescos bien desarrollados, se agradecen en este trabajo.

Hipocresía y falsa intelectualidad

En el horario vespertino del Espacio Plural, perteneciente al Trasnocho Cultural, la Agrupación ArteU presenta Las mujeres sabias de Moliere, producción de Karla Fermín, versión, musicalización y dirección de Costa Palamides.

Dos hermanas desean el amor del mismo hombre, sin embargo deben regirse por las pretensiones de su madre, directora de una institución educativa, que las obliga a cultivar el intelecto. Todas son más ignorantes que sabias porque se dejan embaucar por un poeta mediocre y manejan el lenguaje a su conveniencia, aunque su verdadera sabiduría consiste en que al final la hermana menor acepte el amor dependiendo de los bienes que posea el pretendiente.

Esta es la base del argumento de Moliere que Palamides versiona para reflejar el contexto venezolano. El país se ha llenado de personas sin mérito que asumen cargos importantes o que intentan mostrar una imagen culta siendo víctimas de su ignorancia. Por eso, la versión incluye estrofas de canciones, nuestra forma de expresarse y situaciones que claramente hablan de esta tierra. Se nombra a la Universidad Central de Venezuela, a personajes de la cultura y al ministerio que la rige. La sátira que se ve en escena conlleva a la reflexión por detrás de la risa del público.

El escenario está ambientado por grandes nubes de colores como aquellas que cuelgan del techo de Aula Magna de la UCV, la ceremonia de graduación recuerda los actos de esta casa de estudios y los personajes pueden reflejar a cualquiera que la imaginación permita. El vestuario es el mayor logro estético con una mezcla de estilos que da un tono particular a cada personaje exteriorizando su forma de ser.

Todo lo anterior, adquiere consistencia con la propuesta de hacer que los personajes femeninos sean interpretados por actores. El uso del travestismo lleva a otro nivel al ridículo propio de los personajes de Moliere y la ignorancia de estas mujeres que se creen sabias es más grotesca. En este sentido, Jonell Páez como Enriqueta, Oscar Salomón como Martina, Domingo Balducci como Belisa y José Gregorio Martínez como la Dra. Vadius son justos en el manejo del léxico, matices y fuerza de los personajes. Martínez, además, interpreta a Clitandro que junto a Costa Palamides cono Crísalo y Luwdig Pineda como Trissotin, este último haciendo gala de gestos y figuras de ballet, ofrecen el tono y corporalidad adecuados a cada rol. Carlos Maza como Armanda y Germán Manrique como Filaminta se perciben acertados en su labor.

En fin, una versión hilarante que refleja a la Venezuela actual sin perder la intención del autor de criticar la hipocresía y la falsa intelectualidad.

Alias juventud sin futuro

En el Teatro César Rengifo de Petare, se presenta La Mafia Teatro con Alias El Papi, dramaturgia y dirección de Luis Vicente González.

Anita y El Papi son dos jóvenes de clase baja que recuerdan con nostalgia los estudios de bachillerato ahora que viven arrimados, con un hijo y sin un futuro claro. Como muchos venezolanos, se rebuscan para sobrevivir y piensan que el camino de lo ilegal le resolverá los problemas en un país que cada vez más limita las oportunidades. Con este argumento, el texto presenta una estructura tradicional que avanza progresivamente cargada de un verbo duro y sin medias tintas, aunque es reiterativo en varios temas que podrían resumirse para concentrar más la fuerza de la trama.

La dirección propone una estética cargada de símbolos y de revelación de la teatralidad. En el escenario solamente se encuentran los elementos necesarios para la acción y son usados de acuerdo a los códigos de cada escena. Con ellos, las situaciones se arman, desarman y vuelven a armar frente a los ojos del espectador. Las transiciones entre  escenas ocurren de manera vertiginosa con cambios de vestuario y música urbana de trasfondo que reflejan el contexto que quiere mostrar la obra. Sin embargo, la mayor virtud consiste en desarrollar la historia con el apoyo de figuras y frases que se dibujan en el fondo del escenario. De igual manera, la propuesta de iluminación refuerza el sentido de las situaciones con el uso de cenitales que resalta el dramatismo que emana de la escena o el cambio de un bombillo blanco por uno azul para indicar el paso hacia las situaciones de mayor tensión que conducen al desenlace. En definitiva, se percibe fuerza y claridad en la puesta en escena gracias a la dirección.

En las actuaciones, Josmary González como Anita y Kevin Jorges como El Papi caracterizan con intensidad y veracidad a los personajes. González y Jorges se muestran bien acoplados y plenos de emociones, además manejan apropiadamente los modismos del habla del contexto social que representan. González transmite la nostalgia de la vida que Anita no pudo disfrutar y Jorges la desesperación de buscar un futuro mejor de la forma que sea.

En fin, La Mafia Teatro supera algunas debilidades dramatúrgicas para crear un buen espectáculo que habla de los deseos de una juventud cuyo contexto es la pobreza.

Es importante recordar que el teatro cuenta con transporte una hora antes del comienzo de la función desde la calle que colinda con el Centro Comercial Millenium de Los Dos Caminos y después de regreso hasta el mismo lugar. De esta forma, el público no tiene excusas para ir a disfrutar de un buen montaje como este.

Razón, pasión y moral

En su sala homónima, el grupo Rajatabla celebra 43 años con Madame de Sade, texto del japonés Yukio Mishima, producción artística de Adriana Bustamante, producción general de William López y dirección de Vladimir Vera. Reneé, esposa del Marqués de Sade, se enfrenta durante años a su madre, Madame de Montreuil, por defender y buscar la libertad de su marido.

La dirección propone una puesta en escena donde predomina el simbolismo con algunos elementos expresionistas. El escenario se presenta casi vacío en su totalidad rodeado de de tres grandes enrejados con dos sillas y un mueble central que hace juego con el fondo. Esto refleja el aislamiento interno que obligan a mantener a los personajes frente al libertinaje que representan la ideas de Sade. El vestuario, diseñado por Fedora Freites, se muestra más expresionista a transmitir la esencia de los personajes con formas y texturas que evocan la época de Sade o rompen a través del ecléctico estilo japonés del acto final.

En base a lo anterior, el manejo del desplazamiento escénico y distribución de los actores sobre el escenario presenta algunas debilidades. El escenario se distribuye hacia el ancho de la sala en vez de concentrar más la acción para demostrar el aislamiento. La distribución, en busca del equilibrio y ritmo con el paso constante de lado a lado de los personajes, parece llevar implícito un sentido más realista de la escena, si bien podía romper aun más en correspondencia con el estilo de la dirección de arte. Asimismo, la laxitud en los movimientos compromete el ritmo escénico, lo que podría corregirse gradualmente con el transcurrir de las presentaciones.

En las actuaciones, el mayor peso de la escena es llevado, sin duda alguna, por Francis Rueda como Madame de Montreuil, la madre, y Fedora Freites como Reneé, Marquesa de Sade. Ambas consiguen un trabajo real, justo en los matices y con el manejo necesario del trasfondo de cada frase. Por esto, logran las dos mejores escenas del montaje con el enfrentamiento entre razón, pasión  y moral que propone el texto. Son secundadas por Adriana Bustamante como Charlotte y Tatiana Mabo como la Baronesa de Simiane, correctas en sus intenciones y manejo de las situaciones. De igual forma, Graziella Mazzone como Anne, se percibe atinada en sus intervenciones y matices. En cambio, Eliana Terán como la Condesa de Saint Fond se queda en la esencia externa del personaje. Se muestra intensa pero sin la decodificación que requiere un texto cargado de figuras literarias.

En fin, un montaje con altibajos para una visión sugestiva del entorno femenino que rodeaba a la figura controvertida de Sade.

El teatro debate, escribe y dice...

El teatro se ha visto afectado por los sucesos ocurridos en el país durante las últimas semanas. Las protestas que se han desarrollado en varios sectores de la ciudad capital condujeron a la suspensión y reprogramación de varias presentaciones. La seguridad de los artistas y del público fue la prioridad. Por ejemplo, es indudable que las salas del CELARG y del Centro Cultural BOD tienen que tomar previsiones debido a que son las más cercanas a la Plaza Altamira, centro de concentración del mayor número de protestas.

El país parece haber abierto al debate. La escasez, la inflación, la censura, la inseguridad y la ineficacia de las instituciones públicas son tópicos que no escapan del quehacer diario de los venezolanos y el teatro como reflejo, reinterpretación y crítica de la realidad no se ha quedado mudo.

La difusión de información y la presentación de argumentos se han trasladado a las redes sociales con Twitter y Facebook a la cabeza. Una gran cantidad de “teatreros”, entre los que me incluyo, han emitido sus opiniones y se ha hecho eco de acontecimientos que no se ha difundido en los medios audiovisuales. Celebro la actitud respetuosa y de verdadera amplitud en la discusión (sin la carga negativa que tiende a tener esta palabra) porque indica que el país nos importa. Sin embargo, la calle no se ha abandonado. La Plaza El Cristo de Baruta, la Plaza los Palos Grandes y la Plaza Brión de Chacaito fueron los primeros espacios donde un grupo de creadores escénicos exhibieron fragmentos de obras y plantearon el debate desde el escenario. Con el lema “El teatro dice…”, desean mostrar su posición de la realidad del país. Esto no quiere decir que abandonaran los espacios tradicionales para el teatro, de hecho emitieron un comunicado que expresan que mantendrán activas las salas sin abandonar la calle. Los textos escogidos tienen una intención clara porque tocan temas como el poder, la tolerancia, la violencia, la libertad de expresión y la historia de Venezuela.

Me parece necesario que otros espacios se abran a la reflexión. Los teatros del Circuito Teatral de Caracas, ubicados en el oeste de la ciudad, han mantenido su programación sin inconvenientes. Dentro de su oferta, destaca la reposición de la obra Lírica en el Teatro San Martín de Caracas, un texto que invita a sopesar las diferencias y la separación de dos visiones del mundo que podrían conciliar. Mientras la cartelera del este, con algunas excepciones, sigue ofreciendo un teatro de evasión que habla del sexo, las relaciones maritales y extramaritales con éxito entre aquellos que buscan escapar del contexto.

La discusión está abierta.

El viaje de dos amigos

En el Teatrino del Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, la Compañía Regional de Teatro de Portuguesa presenta Compañeros de viaje, versión libre Aníbal Grunn a partir del texto Aeroplanos del argentino Carlos Gorostiza, bajo la dirección de Carlos Arroyo.

La historia pone en escena a dos amigos: Francisco y Cristobal, que se conocen desde la infancia. Ahora en la vejez, coinciden en la casa de uno de ellos para jugar dominó, hablar de su pasión por el beisbol, tomar café y recordar su vida. Sin embargo, la reciente operación de uno de ellos y la espera de unos exámenes médicos les hará reflexionar sobre su amistad y su futuro.

Con una puesta en escena sencilla pero ajustada cabalmente al desarrollo de las acciones, el montaje se desenvuelve con un ritmo pausado que permite apreciar cada situación que plantean los personajes. Enmarcado en el estilo realista de las actuaciones, cada momento tiene el peso que necesita para el paso de una escena a otra. En este sentido, el texto mantiene una estructura tradicional de planteamiento, desarrollo y desenlace, si bien su mayor virtud es la versión que adapta varios aspectos de la cultura argentina a la venezolana como el beisbol y el dominó, además del buen manejo del humor.

Desde el punto de vista de la ambientación, los elementos de escenografía y utilería son los mínimos requeridos para el montaje, al igual que la iluminación que solamente destaca momentos de evocación de los personajes. La propuesta de vestuario es idéntica para ambos roles e intenta reflejar una forma particular de vestimenta de los mayores: guayabera, pantalón de colores térreos y zapatos cómodos.

En las actuaciones, Wilfredo Peraza ofrece un trabajo cabal y honesto como Cristobal. Aníbal Grunn se percibe real e intenso como Francisco. Ambos manejan apropiadamente la voz, cuerpo y emociones para delinear a cada rol y se acoplan energéticamente sobre el escenario. De igual forma, son capaces de transmitir de forma excepcional los sentimientos internos que conducen a sus personajes. Resalto el trabajo de Grunn por su capacidad de matizar cada emoción con el tono justo.

Por último, destaco la presencia de la Compañía Regional de Portuguesa en Caracas. No es la primera vez que viaja a la ciudad capital para confrontar su trabajo fuera de la programación de un festival de teatro, algo que se agradece ya que permite cotejar sus propuestas y amplía la oferta del público caraqueño. Este esfuerzo de las agrupaciones del interior del país siempre es encomiable. La invitación es: visitar el Laboratorio Anna Julia Rojas para disfrutar de un trabajo sincero y bien realizado.

En el esqueleto de la ciudad

La agrupación Odin Teatret con la presencia del maestro Eugenio Barba realizó varias actividades en Venezuela de la mano con la Cátedra Permanente Jerzy Grotowski de la Universidad Nacional Experimental de las Artes. Jornadas de reflexión, encuentros, clases abiertas, cine, talleres, demostraciones y, en especial, presentaciones teatrales invadieron los espacios de la universidad.

Tuve la oportunidad de presenciar dos espectáculos de la agrupación, ambos dirigidos por Barba, y confrontar el trabajo de uno de los maestros vivos del teatro occidental.

El primero fue: En el esqueleto de la ballena, una interpretación del texto Ante la ley de Kafka, que explora temas como el hombre frente a la autoridad, frente a las creencias religiosas, su significado en el mundo y las diferencias generacionales. El texto original se divide en secciones y situaciones que van presentándose con interrupciones, aunque se vuelve reiterativamente sobre cada una de ellas. Acciones físicas, música y canto sirven de ilación entre cada momento.

Siento que la propuesta es un objeto que se rompe en pedazos, presentados uno por uno y se reconstruye cuando el público ensambla las diferentes temáticas que aparecen sobre el escenario en conjunto con las sensaciones y atmósfera que genera el espectáculo. Desde el punto de vista de la puesta en escena, un escenario bifrontal enfrenta al público con un excepcional manejo de la distribución escénica y dinámica de acciones, si bien algunas con mayor fuerza que otras en la corporalidad de algunos actores.

Este trabajo es el reflejo de una época donde las vanguardias rompieron con la tradición para crear incomodidad y extrañeza en el espectador. En la actualidad, el mundo saturado de información, polisémico e incapaz de asirse con una visión única, nos ha quitado la capacidad de sorpresa frente a la pluralidad de símbolos de este espectáculo.

Por el contrario, el segundo trabajo que aprecié, titulado Las grandes ciudades bajo la luna, tiene mayores ecos en la actualidad. Enmarcado “en el espíritu de Bertolt Brecht” como indica el programa de mano, el montaje tiene una profunda conciencia anti bélica. Las ciudades más importantes del mundo han experimentado la guerra, algunas se han convertido en referencia del horror que ésta trae consigo. En varias escenas, hombres y mujeres relatan y representan su contacto con la opresión, incluido el homenaje a un personaje de Brecht y la música que acompañaba a su teatro. Música, canto, interpretación y sentido de la escena confluyen de manera notable.

Gracias al Odin Teatret por compartir su trabajo con nosotros.

Botiquín y subterfugio

Botiquín: En la Sala Experimental del CELARG, el grupo Afrodiartes presentó El botiquín del centro, texto de Rubén León, dirección de Rubén León y Verónica Arellano. Con un tono de nostalgia, León crea un texto que emplea frases de canciones conocidas para hablar del amor y el despecho. Dos presentadores nos trasladan a la época cuando los boleros reinaban en los locales nocturnos del emblemático centro de Caracas, mientras que dos mujeres que sufren por el amor relatan sus historias.

La sala se convierte en el local con telas brillantes y pequeñas mesas que ambientan el espectáculo. La música y efectos en vivo en conjunto con las pistas musicales y el canto de los actores terminan de crear la atmósfera propia de estos sitios. Esto se complementa con el diseño de vestuario que refleja a los animadores de la noche.

El trabajo actoral de Verónica Arellano y Claudia Nieto como las mujeres que cuentan sus vidas es atinado e hilarante. Asimismo, Valentina Cabrera y Jean Manuel Pérez como los presentadores manejan de forma apropiada las situaciones, en especial Cabrera que se muestra intensa y segura. Destaco la participación especial de Simona Chirinos que realiza dos intervenciones musicales y divierte al público con la conducción de su escena.

En fin, un espectáculo que logra su cometido.

Subterfugio: El maestro Eugenio Barba se encuentra en Venezuela gracias al esfuerzo de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (UNEARTE) y su Cátedra Permanente Jerzy Grotowski.

En un encuentro, Barba relató el origen de la agrupación Odin Teatret y sus visiones en torno al teatro. Indicó que la agrupación nació con jóvenes rechazados de la Escuela de Teatro de Noruega que luego se trasladaron a Dinamarca. El colectivo desarrolló su forma de hacer teatro en base a dos vertientes: la dramaturgia física y el impacto emocional de la voz, por un lado, la exclusión y la creación de un idioma, por el otro. A mi modo de ver, esto llegó hasta el concepto de Antropología teatral, creado por el maestro, y que se vincula con la investigación y el intercambio de experiencias. Para ello, se creó lo que llama una Red de teatro, es decir, conexiones personales que les ha permitido el desarrollo de proyectos y, en especial, apoyo económico para hacer teatro.

A una pregunta que le solicitaba circunscribir su teatro a una estética, respondió: hace un “teatro de subterfugio”. La palabra alude a evasión y salida, yo diría evasión de la manera tradicional de hacer teatro, salida a nuevos caminos, otras búsquedas. “Destruir” para “construir una manera” como él mismo expresó. Estoy a la espera de cotejar sus trabajos.

Arena y arte

En el Teatro Municipal de Chacao, se presenta 400 sacos de arena, producción de Marisela “Coco” Seijas, texto, puesta en escena y dirección de Luigi Sciamanna, con el apoyo del Instituto Italiano de Cultura. En la obra, un grupo de monjas se organizan para proteger “La última cena” de Leonardo Da Vinci de un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial. Para ello, ubican 400 sacos llenos de arena delante de ella.

La pieza mantiene tres líneas dramáticas: el traslado y ubicación de los 400 sacos, la rutina de las religiosas durante un día completo y el amor que surge entre una de ellas y el soldado que informa del bombardeo. De las tres, se le da mayor importancia a la rutina de las religiosas en detrimento de la anécdota que proporciona el título de la pieza y que sería la más interesante desde el punto de vista teatral. Junto a esto, el conflicto se percibe muy débil, casi ausente, debido a que la protección del fresco de Leonardo parece un agregado a los cantos y rezos del convento, solo sirve de pretexto para plantear la desvinculación entre la cultura y el militarismo, y la búsqueda ilógica de la paz a través de la guerra que pregonan los militares. Esta escena es la única que posee un contenido de fondo. Todo esto trae como consecuencia la ausencia de acción dramática, debido a que los cantos y rezos, independientemente de su buen logro desde el punto de vista estético, se vuelven reiterativos y sin un trasfondo que los vincule con el argumento. Igual sucede con el amor entre la religiosa y el militar que podría ser una reflexión acerca de la derrota de la violencia y la forma en que una visión del mundo cambia a otra, pero no es así.


La puesta en escena y dirección están mejor planteadas. Con una hilera de sillas de madera idénticas se crean todos los espacios donde ocurre la acción. Desde el punto de vista simbólico, este diseño de escenografía de Ricardo Morales es atractivo y se aprovecha al máximo para ofrecer variedad en cada escena. La iluminación complementa el manejo del espacio con el uso de contrastes de luces y sombras que refuerzan los símbolos de la escena. Por su parte, el diseño de vestuario de Raquel Ríos es acertado.


El trabajo actoral es sobrio con Elba Escobar a la cabeza como al Madre superiora, acompañada por las actrices - cantantes Mariaca Semprún, Isabel Palacios, el resto de actrices que representan a las monjas y Martín Peyrou como el soldado.


Pese a la dirección musical de Isabel Palacios y la propuesta de puesta en escena, la debilidad de la estructura del texto en el excesivo detalle por la vida del convento resta fuerza al montaje. Hay que recordar que el teatro es síntesis de la realidad.