En el Teatro Trasnocho, el Grupo Actoral 80 presenta Fresa y chocolate, texto del escritor cubano Senel Paz, producción de Carolina Rincón y dirección de Héctor Manrique.
David, un estudiante que cree en la revolución cubana, y Diego, un homosexual que trabaja como fotógrafo y promotor cultural, coinciden en una heladería de la Habana. Estos dos hombres tan disímiles superan las diferencias que los separan gracias a la amistad que establecen, aunque el entorno político y social no les permite mantenerla.
Conocido como guión cinematográfico, el argumento creado por Paz se adapta de forma idónea al teatro concentrando la acción en el apartamento de Diego. Solamente tres personajes aparecen en escena: los dos protagonistas y Miguel, una especie de agente de inteligencia que obliga a David a vigilar las acciones de Diego para acusarlo de traición.
La puesta en escena es claramente realista en la forma de resolver las acciones de los personajes. La escenografía posee los elementos necesarios para representar el apartamento de Diego y el vestuario es pertinente para cada rol. En cambio, Miguel es mostrado como el símbolo de la revolución cubana, siempre actúa entre sombras y proyecta una imagen típica que refleja a los líderes de la revolución. En este sentido, la iluminación demarca claramente la presencia y actuación de Miguel en contraste con las acciones de que se desarrollan en el apartamento.
En las actuaciones, Daniel Rodríguez consigue una interpretación correcta como David. Por su parte, Juan Vicente Pérez se siente forzado como Diego. Por momentos, se conecta con el hombre que siente limitada su vida en el entorno que lo rodea, sin embargo las actitudes del personaje se perciben muy marcadas. La libertad que Rodriguez demuestra imitando las actitudes de Diego y la fuerza de Pérez en los momentos finales indican que el resultado fuera distinto si los roles se invirtieran. Finalmente, Wadih Hadaya se muestra débil como Miguel. Este personaje requiere mayor fuerza interna en sus intervenciones con David y un carácter enérgico cuando irrumpe en la casa de Diego, pero la actuación se percibe plana.
La virtud de la propuesta consiste en llevar a escena un texto que se vincula directamente con la realidad actual del país: dos habitantes del mismo país que se consideran diferentes, uno de ellos es perseguido por su condición sexual y por no luchar por un proceso que lo desprecia, el otro cree ciegamente pero empieza a comprender que pensar distinto no es un error. Ambos ven la necesidad de superar las diferencias, aunque al final el exilio parece ser la única solución para el perseguido.
David, un estudiante que cree en la revolución cubana, y Diego, un homosexual que trabaja como fotógrafo y promotor cultural, coinciden en una heladería de la Habana. Estos dos hombres tan disímiles superan las diferencias que los separan gracias a la amistad que establecen, aunque el entorno político y social no les permite mantenerla.
Conocido como guión cinematográfico, el argumento creado por Paz se adapta de forma idónea al teatro concentrando la acción en el apartamento de Diego. Solamente tres personajes aparecen en escena: los dos protagonistas y Miguel, una especie de agente de inteligencia que obliga a David a vigilar las acciones de Diego para acusarlo de traición.
La puesta en escena es claramente realista en la forma de resolver las acciones de los personajes. La escenografía posee los elementos necesarios para representar el apartamento de Diego y el vestuario es pertinente para cada rol. En cambio, Miguel es mostrado como el símbolo de la revolución cubana, siempre actúa entre sombras y proyecta una imagen típica que refleja a los líderes de la revolución. En este sentido, la iluminación demarca claramente la presencia y actuación de Miguel en contraste con las acciones de que se desarrollan en el apartamento.
En las actuaciones, Daniel Rodríguez consigue una interpretación correcta como David. Por su parte, Juan Vicente Pérez se siente forzado como Diego. Por momentos, se conecta con el hombre que siente limitada su vida en el entorno que lo rodea, sin embargo las actitudes del personaje se perciben muy marcadas. La libertad que Rodriguez demuestra imitando las actitudes de Diego y la fuerza de Pérez en los momentos finales indican que el resultado fuera distinto si los roles se invirtieran. Finalmente, Wadih Hadaya se muestra débil como Miguel. Este personaje requiere mayor fuerza interna en sus intervenciones con David y un carácter enérgico cuando irrumpe en la casa de Diego, pero la actuación se percibe plana.
La virtud de la propuesta consiste en llevar a escena un texto que se vincula directamente con la realidad actual del país: dos habitantes del mismo país que se consideran diferentes, uno de ellos es perseguido por su condición sexual y por no luchar por un proceso que lo desprecia, el otro cree ciegamente pero empieza a comprender que pensar distinto no es un error. Ambos ven la necesidad de superar las diferencias, aunque al final el exilio parece ser la única solución para el perseguido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario