En la Sala Experimental del CELARG, se está celebrando por primera vez en Venezuela el Festival de Teatro Rosa “Estamos aquí”. Este evento, organizado por Elvis Romero y Bruno Mateo, tiene como intención reunir una muestra de montajes que abordan la temática de la diversidad sexual para así reivindicar a la llamada comunidad LGBTI del país. Además, incluye exposiciones, conferencias y lecturas dramatizadas.
El festival es algo novedoso en un país profundamente machista y que ve la diversidad sexual con una carga de prejuicios. Al diferente se le percibe mejor a través de los chistes que solo reflejan un estereotipo. Para muestra, están las expresiones homofóbicas de varios representantes del gobierno nacional y que han recibido el rechazo de una serie de organizaciones.
Dentro de la muestra, tuve a oportunidad de apreciar el monólogo: Un hombre, cuatro estaciones, dramaturgia y actuación del cubano Luis Carlos Boffill y dirección de José Manuel Peña, quien falleció antes del estreno de la primera temporada de la pieza.
Ernesto relata la historia de Miguel Ruiz, homosexual, que se crió desde muy pequeño a su lado en La Habana. Miguel tuvo que transitar una vida de desprecio, humillación y frustraciones debido a su sexualidad, sin embargo esta condición no evitó que Ernesto se hiciera su amigo y lo comprendiera desde su heterosexualidad y desde el ideal machista presente en la mayoría de las sociedades latinoamericanas. Con este argumento, Boffill crea un texto que mantiene la estructura clásica del monólogo. La pieza es una confesión de Ernesto a los espectadores mientras relata la vida de Miguel.
La puesta en escena creada por Peña es sencilla pero precisa. Se concentra en la historia que se cuenta con la recreación de algunas situaciones para dar mayor fuerza al drama. Los elementos escenográficos son los mínimos, aunque un mueble es el mayor punto de concentración. La trama se desarrolla con buen ritmo e intensidad. El público es conducido por las vidas de Ernesto y de Miguel dejando a cada uno la capacidad de juzgar e interpretar los sucesos. El único aspecto discordante es la iluminación que no abarcaba todos los espacios del escenario y no cubría el mueble cuando éste se iluminaba directamente. A veces, la premura de un festival, que exige el montaje y desmontaje de cada espectáculo, conlleva a estos fallos.
Sin embargo, la actuación de Boffill llena el escenario con veracidad e intensidad. Cada situación relatada es vivida sobre la escena con cuerpo y voz.
Queda de nuestra parte seguir viviendo con prejuicios o respetar y comprender al otro en sus diferencias e ideas.
El festival es algo novedoso en un país profundamente machista y que ve la diversidad sexual con una carga de prejuicios. Al diferente se le percibe mejor a través de los chistes que solo reflejan un estereotipo. Para muestra, están las expresiones homofóbicas de varios representantes del gobierno nacional y que han recibido el rechazo de una serie de organizaciones.
Dentro de la muestra, tuve a oportunidad de apreciar el monólogo: Un hombre, cuatro estaciones, dramaturgia y actuación del cubano Luis Carlos Boffill y dirección de José Manuel Peña, quien falleció antes del estreno de la primera temporada de la pieza.
Ernesto relata la historia de Miguel Ruiz, homosexual, que se crió desde muy pequeño a su lado en La Habana. Miguel tuvo que transitar una vida de desprecio, humillación y frustraciones debido a su sexualidad, sin embargo esta condición no evitó que Ernesto se hiciera su amigo y lo comprendiera desde su heterosexualidad y desde el ideal machista presente en la mayoría de las sociedades latinoamericanas. Con este argumento, Boffill crea un texto que mantiene la estructura clásica del monólogo. La pieza es una confesión de Ernesto a los espectadores mientras relata la vida de Miguel.
La puesta en escena creada por Peña es sencilla pero precisa. Se concentra en la historia que se cuenta con la recreación de algunas situaciones para dar mayor fuerza al drama. Los elementos escenográficos son los mínimos, aunque un mueble es el mayor punto de concentración. La trama se desarrolla con buen ritmo e intensidad. El público es conducido por las vidas de Ernesto y de Miguel dejando a cada uno la capacidad de juzgar e interpretar los sucesos. El único aspecto discordante es la iluminación que no abarcaba todos los espacios del escenario y no cubría el mueble cuando éste se iluminaba directamente. A veces, la premura de un festival, que exige el montaje y desmontaje de cada espectáculo, conlleva a estos fallos.
Sin embargo, la actuación de Boffill llena el escenario con veracidad e intensidad. Cada situación relatada es vivida sobre la escena con cuerpo y voz.
Queda de nuestra parte seguir viviendo con prejuicios o respetar y comprender al otro en sus diferencias e ideas.
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