Gigantes discusiones ideológicas

En el Espacio Plural del Trasnocho Cultural, se presenta La novia del gigante, texto, producción y dirección de Luigi Sciamanna.

En vísperas de la visita de Hitler a Italia y su paso por Florencia, el Comandante Talo, fascista y adorador de Mussolini; Dalla Chiesa, Cardenal de Florencia; y el Profesor Innocenti discuten sobre el destino de Lidia Montalcini, judía y admiradora de “El gigante”, como se conoce a la estatua: el “David”, esculpida por Miguel Ángel. La trama se desarrolla con debates sobre la política, la teología católica, el sentido del arte, la discriminación racial, la ciencia manipulada y la libertad, para conformar un texto agudo y sin medias tintas.

Los diálogos que se desarrollan son, más que todo, disertaciones ideológicas. Por esta razón, el texto carece, en su mayoría, de acción teatral. Esto es resuelto por la dirección cuando relaciona los desplazamientos con el sentido de las escenas como, por ejemplo, los encuentros entre el Comandante y la Sra. Montalcini cuya acción es trasladarse de un lado a otro para reflejar la caminata. Asimismo, se apoya en el uso de varias sillas para recrear los espacios. Esto luce apropiado porque ofrece variedad y amplitud para el movimiento sobre todo en las discusiones, y se convierte en el retrato de la manipulación durante el interrogatorio a la Sra. Montalcini en la que el Médico cambia constantemente de lugar. Por otro lado, se destaca la presencia de un mueble central que sirve como asentamiento de la utilería, la cual se usa o aparece según se necesite.

Todo lo anterior indica la presencia de una estética simbolista que refuerza aquello que representa cada personaje, a saber: el Comandante es el fascismo, el Cardenal demuestra las contradicciones de la iglesia, la Sra. Montalcini es el pueblo judío perseguido, el Profesor es la cultura y el arte limitados por el poder y el Médico es el cómplice del poder.

En el trabajo actoral, resalta Antonio Delli como el Comandante por la forma convincente, intensa e irónica que maneja las intenciones en clara vinculación entre voz y cuerpo. Lo secundan, Armando Cabrera como el Cardenal porque emplea de forma notable los matices, Gerardo Soto como el Médico quien mantiene idóneamente un tono monótono y excesivo control del cuerpo para lograr un efecto perturbador y, finalmente, Elio Pietrini como el Profesor cuya interpretación es pertinente. María Fernanda Ferro como Lidia Montalcini pareció desconcentrada porque no tenía seguridad en el texto, si bien logra momentos intensos y reales.

Para finalizar, es imposible no percibir la relación que existe entre la trama y la situación actual de Venezuela.

Función: 13 de mayo de 2012

Débil tempestad y efectiva manteca

Una diversidad de espectáculos forma parte de la programación del circuito que reúne a los espacios teatrales del centro y oeste de Caracas. Este circuito se ha convertido en una alternativa económica para el público y de amplia apertura para los creadores.

Dentro de la oferta, la agrupación Veneteatro, proveniente de Los Teques, presenta La tempestad de William Shakespeare, con dirección de Dante Gil. Varios personajes naufragan en una isla debido a la tempestad causada por Próspero, especie de mago y rey del lugar, que atrajo al barco para vengarse de una vieja deuda.

El texto posee tres tramas que confluyen al final. De las tres, la mejor trabajada por la dirección corresponde a los tres cómicos que deambulan considerándose dueños de la isla. Los actores se acercan a la esencia de los personajes, aunque con algunos problemas de dicción. Esto es más preocupante cuando no se comprende lo que dicen los actores de las otras dos tramas, no proyectan la voz y se desplazan de manera insegura por el escenario, además que entran y salen por el mismo sitio de forma injustificada sin representar su recorrido por la isla.

Con una propuesta simbolista, la ambientación intenta reflejar a la isla con telones de fondo e iluminación, aparte de usar una base de andamio incómoda para su traslado y decorada de forma tosca. El vestuario está mejor manejado con un estilo que refleja a cada rol, salvo el duende Ariel cuyo traje luce descontextualizado en su colorido y forma.

Luego de dos semanas de temporada en el Teatro Municipal, este débil trabajo estará en el Teatro Principal.

En el Teatro Nacional, Teatro K producciones presenta Manteca, texto del cubano Alberto Pedro Torriente, producido y dirigido por Morris Merentes. En la pieza, tres hermanos deben tomar una decisión que les facilitará la vida pero, mientras deciden, expresan sus miedos, frustraciones y carencias en una Cuba que ya no goza del apoyo de la Unión Soviética.

Con un texto contundente y reflexivo, el director crea una espectáculo efectivo y penetrante. La puesta en escena de desplazamientos puntuales se aprovecha de una escenografía realista y minuciosa, junto a la  atmósfera particular que da la música tropical.

En las actuaciones, Varinia Arráiz como Dulce maneja de manera excepcional las intenciones del personaje cuyas emociones fluyen con desenvoltura y veracidad en cada situación. Asimismo, Jesús Hernández como Pucho se percibe veraz en el decir y preciso en su gestualidad, y Adolfo Nittoli como Celestino ofrece intensidad y variedad de matices. Los tres se conectan cabalmente. 

Un trabajo bien acoplado en todos los sentidos.
Funciones: 5 y 6 de Mayo de 2012, respectivamente.

Lágrimas amargas de depresión

En la Sala de Teatro 2 del CELARG, el Teatro del Contrajuego presenta Las amargas lágrimas de Petra Von Kant de Rainer Werner Fassbinder, dirección de Orlando Arocha.

En cinco cuadros, Petra Von Kant, famosa diseñadora, se obsesiona con la joven Karin Thimm, a quien conoce gracias a su amiga Sidonie, cena con ella y se enamora, luego conoce su verdadera cara antes de que la abandone y, por último, muestra su depresión frente Valeria y Gabriela, su madre e hija, estando siempre acompañada de Marlene, una criada silente.

La puesta en escena de esta pieza comienza con sobriedad. Se aprovecha la escenografía, diseñada por el director, cuyo foco principal es una pasarela sobre la que los actores se desplazan de lado a lado y, por momentos, se sientan o agachan para conversar. El personaje de la criada emplea con mayor amplitud sus posibilidades como testigo mudo de la acción. Posteriormente, la escena se carga con múltiples códigos que rompen lo anterior y se diluyen porque se superponen unos con otros y no mantienen la estética. Uno tras otro aparecen en escena sin un significado claro.

Con mayor claridad, los personajes adquieren consistencia gracias al vestuario diseñado por Joaquín Nandez. Estilos, colores y texturas delimitan los roles y apoyan el símbolo que ellos representan como la vanidad de Petra, la exuberancia de Karin y la inocencia de la hija.

En esta propuesta, los personajes femeninos son representados por hombres, salvo la criada. Despojados de maquillaje y manteniendo su voz masculina, los actores asumen cada rol con gestos, poses e intenciones sin llegar a la feminidad. En este sentido, cada actor ofrece el matiz de la emoción y la demuestra con su cuerpo sin vivirla plenamente. Son “actores representando” más que personajes en el sentido tradicional del término.

Ricardo Nortier como Petra Von Kant y Javier Figuera como Sidonie logran mejor esta idea, por encima de Julio Bouley como Karin y Alejandro Díaz como Gabriela quienes deben controlar mejor los matices y evitar el amaneramiento. Diana Peñalver como Marlene se muestra pertinente en sus expresiones, sin bien luce incorrecto que hable o cante, mientras que Djamil Jassir como Valeria luce débil y poco convincente.

Al final, los actores, sin las ropas femeninas, cierran el espectáculo expresando frases a favor del amor libre. Esto se convierte en la moraleja innecesaria de una obra que habla de la obsesión y la depresión producto de ésta. 

Con altas y bajas, esta agrupación sigue su línea estética. Sus trabajos se soportan sobre interesantes códigos escénicos que, en este montaje, no se integran cabalmente.

Función: 28 de Abril de 2012