Un breve receso (II)

Continúo con los trabajos que he apreciado en los primeros meses del año. En la sala principal del Teatro San Martín presencié La calle del infierno del español Antonio Onetti, de la agrupación Afrodiartes y dirigido por Verónica Arellano. La pieza presenta a Juani, Toñi y Paqui, tres cajeras de supermercado, revelan sus anhelos, traiciones y verdades a lo largo de varias situaciones que pretenden descubrir qué sucedió para que Juani cayera de la Rueda de la fortuna del parque de diversiones llamado como el título. La puesta en escena resuelve con originalidad cada situación y ofrece variedad, sin embargo es necesario limpiar algunos excesos de gestos, música y movimientos que lucen injustificados. Esto puede suceder debido a que es el primer trabajo de esta directora, si bien tiene una larga trayectoria como actriz, debido a que se pretende llevar a escena todas las ideas que se vienen acumulando a lo largo del tiempo, esto debe corregirse y así conseguir con cada nueva obra un lenguaje particular dentro de lo que requiera el texto. En la dirección actoral se percibe mayor pertinencia por el buen desenvolvimiento de las actrices con Claudia Nieto como Juani a la cabeza que logra presentar una extensa gama de emociones, Carolina Torres que da el tono justo y de hilaridad a Paqui, e Irabé Seguias como Toñi que logra la composición de personaje más destacada por su manejo de voz y cuerpo. La iluminación de Gerónimo Reyes consigue las atmósferas adecuadas y el vestuario sencillo pero claro concuerdan con lo anterior para alcanzar el divetimento del público a través la energía de las emociones femeninas.
En la Sala Anna Julia Rojas de Unearte, el sistema Profeser (Profesionales en Servicio) presentó un nuevo montaje profesional, curso que deben realizar actores, productores y diseñadores y que concluye con la obra. En esta oportunidad, llevaron a escena Venezuela güele a oro, sainete de Andrés Eloy Blanco y Miguel Otero Silva, dirigido por Juan José Martín. En esta pieza costumbrista, un trío de norteamericanos llegan al país para comprobar si las calles de nuestra tierra huelen a oro, así varios personajes criollos los guiarán para descubrir el origen del olor. Con un fino humor, los autores se burlan de las autoridades, de la política, de los poetas de la época de los 40 del siglo pasado, la desigualdad y la explotación petrolera, lo que termina por convertirse en un texto de profunda vigencia que si cambiara nombres y situaciones actuales se convertiría en un reflejo de la situación actual del país. La puesta en escena es imaginativa por la forma en que la entrada y salida de los personajes se carga de comicidad, aprovechando pequeños elementos de escenografía para cambiar de ambiente en cada escena y equilibrar con la posición de cada actor. Entre los graduandos actores destacan: Dewis Durán como Sherlock Morrow que se mantiene con energía y veracidad en toda la obra, Salvador Cavano como Mujiquita debido a su forma vocal de crear el personaje, secundados por Ricardo Lugo como Morrocobrero, Fernando Lozada como Morrockfeller, Dalia Castellanos como Joan Crawford, Luis Fernanda Sifontes como Miss Kakatúa y Carlos Cedeño con tres personajes. Antonio Marrero como Chang cumple cabalmente, al igual que Maribel Granadillo como Icotea. El resto del elenco que también forma parte de los graduandos se perciben muy flojos en sus trabajos, lo que conlleva a pensar si en verdad poseían la trayectoria necesaria para haber entrado en este sistema de estudios de dos años. La producción general y artística logra su cometido y el diseño de vestuario de Andrés Eloy Izarra es un gran acierto para definir a cada personaje. Es necesario comentar la forma en que se representan a Hitler, Hiroito, Franco y Mussolini, cuatro inmigrantes, que en esta propuesta se presentan con sus caras gigantescas y cuerpos pequeños como monigotes, que son manejados desde dentro de una especie de armazón por un actor o actriz. En definitiva, original puesta en escena, con actuaciones buenas y regulares y el rescate del género propio de Venezuela: el sainete.

Un breve receso

Luego de un periodo sin actualizar el blog, regreso con varios comentarios de trabajos que he apreciado desde Enero del presente año. A pesar de la salida de la columna de su publicación semanal en El Nacional, como buen hombre de teatro sigo asistiendo a representaciones de toda índole.
Asistía a una nueva graduación de Taller Nacional de Teatro (TNT) de Rajatabla, agrupación que después de dos años de formación presenta un trabajo que permite acercarse a posibles nuevas figuras del quehacer teatral. Un grupo nutrido de participantes de este programa llevó a escena Ubú rey de Alfred Jarry, bajo la dirección de Rufino Dorta. En escena se destacan los trabajos de Jean Franco De marchi como el Padre Ubú, si bien debe tratar de romper un poco con las intenciones planas en algunos momentos, y Danique Weill como la Madre Ubú, quien ofrece el tono grotesco que posee el personaje. El resto del elenco debe equilibrar más su trabajo de organicidad y veracidad si desea forjarse una carrera en este difícil medio. La puesta en escena se vale de muchos recursos de la comedia física y coloca a dos personajes como tragedia y comedia para que narren la acción, otro personaje que representa las pausas caminando con un paraguas abierto por el escenario y detiene la acción para que los personajes realicen los apartes. Considero que estos recursos son totalmente efectistas y desvían la atención hacia símbolos que no representan nada. Otra propuesta más al estilo Rajatabla.
En la Sala de conciertos de Unearte presencié un homenaje a Elizabeth Schon, a cargo de Guarro teatro, denominado Lo importante es que nos miramos que incluía tres piezas de su autoría: Al unísono, Jamás me miró y la homónima que da nombre a la propuesta. Con Alama Blanco y Jesús Sosa en las actuaciones de estas obras de dos personajes y la dirección de Humberto Ortiz, la primera de ellas se desarrolla dentro de los términos del texto, no obstante las otras dos se perciben mal trabajadas debido a que no ofrecen una comprensión clara de sus premisas. Cabe destacar el acompañamiento en vivo de Kenny Riera al piano porque crea varias atmosferas en cada pieza, además del video que precede a la representación que se constituye en el verdadero homenaje a esta escritora venezolana.
En el Espacio Plural del Trasnocho Cultural, Hebu teatro presentó La noche de la tríbadas del sueco Per Olov Enquist, dirigida por Costa Palamides. Esta obra pone en escena un ensayo de la compañía del dramaturgo August Strinberg que junto a su esposa Siri y la amante de ésta: Marie David, acompañados del actor Viggo Schiwe, pretenden ensayar La más fuerte, escrita por él y que se convertirá en el detonante de varios resentimientos guardados. Este trabajo se constituye como el más acabado que se ha presentado en la ciudad durante lo que va de año debido a su equilibrio e integración de la propuesta escenográfica, de vestuario, de iluminación, de dirección y especialmente de actuaciones. El trío de actores que desarrollan el conflicto demuestra organicidad, manejo de las intenciones y habilidad para componer y mantener su personaje con Ludwig Pineda a la cabeza como el perturbado Strinberg, Diana Volpe como Siri y Diana Peñalver como Marie David. Elvis Chaveinte como Viggo ofrece una candida y sentimental interpretación. El desplazamiento, utilización del espacio escénico y ritmo apropiado presentan una pertinente puesta en escena. En definitiva, un trabajo muy bien logrado.
En la Sala experimental del Centro Cultural Chacao, el grupo Teatro del Laberinto presentó un espectáculo escénico – musical llamado Segismundo somos todos, (per) versión [como lo denominan en el programa de mano] de La vida es sueño de Calderón de la Barca. En el mismo estilo desmitificador de su anterior trabajo, Ignacio Márquez en la dirección combina la música Rap y la cultura Hip Hop con los versos del texto y convierte al personaje Segismundo, preso en un cárcel por ordenes de su padre el rey, en símbolo de la opresión que podemos sufrir todos por causa de la alineación que impone la sociedad actual. La propuesta se percibe interesante, en especial por la forma en que los versos y el ritmo de este estilo musical son combinados, sin embargo el texto del barroco español es un simple pretexto para presentar, sobre todo como símbolo más alienante, a la comida rápida con la identificación la cadena más importante en el país y su jingle. Arnaldo Mendoza representa al Poderoso, que sería el rey en la pieza original, una especia de alegoría de la alineación que no habla sino que hace los gestos mientras otro actor expresa su texto. Alexander Ramos es el oprimido Segismundo y Nacho Marx (seudónimo del director) da voz al poderoso. Los tres cantan Rap correctamente cargándolo de su léxico propio y están vestidos de manera neutral salvo cuando Mendoza y Ramos son el Poderoso y Segismundo, respectivamente. Además, se proyectan videos de comentarios acerca de la obra de Calderón que podrían calar y distanciar al espectador si no colocarán nombres y profesiones que rayan en lo ridículo y no en algo justificado para la propuesta. La primera media hora del trabajo se presenta bien logrado, pero considero que luego de ella se reitera sin plantear nuevas ideas, lo que puede cansar rápidamente al público. Otra forma de plantear el hecho escénico.