El país no ilustrado

En el Teatro Trasnocho, el Grupo Actoral 80 presenta El americano ilustrado, texto de José Ignacio Cabrujas y dirección de Héctor Manrique.
El drama de los hermanos Lander vuelve a escena gracias a la agrupación que se ha dado la tarea de mantener vivo el legado de Cabrujas. Anselmo Lander, obispo, ama en secreto a la esposa de su hermano y desea colgar los hábitos, mientras que Arístides Lander, secretario de protocolo del gobierno, siente que su vida no tiene sentido porque no ha logrado nada relevante en ella. Esto sucede con una de las presidencias de Antonio Guzmán Blanco, llamado “El ilustre americano”, como contexto, junto al inicio de las negociaciones de la deuda externa con el Reino Unido que culminaron en la pérdida del Esequibo.
En esta pieza, como en sus mejores obras, Cabrujas demuestra su capacidad de ubicar el argumento en el pasado para hablar del presente. Pero, el presente de Cabrujas, fallecido en 1995, se sigue pareciendo a la actualidad del país o el país se niega a cambiar.
Manrique propone una puesta en escena de estilo realista demarcada por un ritmo trepidante en las acciones y el aprovechamiento de un espacio único que se convierte en todos los espacios de la acción con cambios en la ubicación de los objetos y uso de utilería. La dirección de arte de Diego Rísquez y el vestuario de Eva Ivanyi se complementan para evocar la época en ambientación y vestimenta.

El punto fuerte se encuentra en las actuaciones de Juvel Vielma como Anselmo Lander y Daniel Rodríguez como Arístides Lander que se perciben intensos, veraces y aplomados en la composición de sus personajes. Juntos ellos, Martha Estrada como María Eugenia Lozada, Angélica Arteaga como Rosamunda Lander y Juan Vicente Pérez como Eloy González son francos y correctos en los matices de cada rol. Mención aparte se encuentra la labor de Luis Abreu como Guzmán Blanco y Vicente Peña como Damián y, también, como Oliver Perret, personaje que aprovecha al máximo. Por su parte, Marxlenin Cipriani como Samotracia López, Omar Pérez como Rajah-Haji y Wadih Hadaya como Mc Shelley son pertinentes en sus trabajos.


Como es costumbre, los montajes que hablan del país, sea en presente o en pasado, dejan un eco en la mente de los espectadores. Las conversaciones con el representante del Reino Unido se convierten en una morisqueta de diálogo. No puedo evitar pensar en los múltiples intentos de diálogo que nos han vendido los líderes políticos y en la morisqueta en que se convierten. Ahora, pensemos en un país que no ha querido, no ha podido o no lo han dejado ser ilustrado (culto, instruido). Así, la obra concluye: “No pasa nada. Celebremos.”

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