En la sala experimental del Celarg, la agrupación Escena de Caracas presentó El alquimista, comedia original de Ben Jonson y escenificada a partir de una versión de Isaac Chocrón. Una historia donde el engaño, el robo y el aprovechamiento del otro es el punto de partida como muchas veces sucede en la vida diaria del venezolano cuando brujos, astrólogos, predicadores, mendigos y políticos mienten para alcanzar sus propósitos. El beneficio económico es la meta de Careta y Sutil, dos embaucadores que ofrecen curaciones, resolución de problemas, suerte y riqueza a su clientela. Acompañados de Muñecona, un mujer de poca clase, estafan a diversos personajes hasta que tratan de desenmascararlos. La dirección es de Juan José Martín, quien logra un sobresaliente montaje al darle mayor relevancia a la interpretación, en vez de una costosa escenografía, por ejemplo. Esto tiene su mérito, ya que el trabajo actoral sigue siendo la esencia del teatro por encima de la espectacularidad. Con una puesta en escena sencilla, Martín va desarrollando la trama en un creciente juego de entrada y salida de personajes, el uso de diversos atuendos por parte del trío de estafadores, de hilarantes rituales de engaño hasta el final en que los personajes convulsionan frente al espectador y todo termina con la acertada lectura de una carta escrita por una creyente de pseudociencias y un epílogo que busca la complicidad con el público. Delbis Cardona como Sutil y Rafael Gil como Careta demuestran su experiencia en la composición de los personajes con claro manejo de intenciones y de la corporalidad, en especial el primero que lleva el peso de la pieza y consigue gratos momentos. Por otro lado, no dudo de las habilidades de Nadeschda Makagonov, sin embargo asume a Muñecona con una caracterización vocal que impide comprender cabalmente lo que dice, más allá de su conveniente desempeño corporal. Juan Carlos Azuaje y Neirón Medina manejan con propiedad la expresividad corporal y vocal en sus dos roles. Betsabé Correa se convierte en una revelación por la ingeniosa manera en que construye a la monja Ananías. José Francisco Silva diferencia los dos personajes que interpreta pero luce un poco sobreactuado frente a la veracidad de sus compañeros, contrario a Luis Ernesto Domínguez que delinea a su personaje Kastril y Dalia Castellanos como la Dama Dócil que quedan en fuerza por debajo de los demás. El diseño de vestuario de Raquel Ríos luce acorde con el sentido de venezolanidad que se le da a la pieza, resaltando los extravagantes trajes que Sutil usa para estafar. También la intervención escenográfica de Oscar Salomón adquiere este valor al crear un altar movible que incluye una variedad de íconos religiosos junto a la original mezcla de tratamientos y pócimas. La propuesta de iluminación de Darío Perdomo aprovecha al máximo el limitado equipamiento de la sala para crear diversas atmósferas y se vale también de una hilera de luces a nivel del piso (a manera de candilejas) que le permiten experimentar más, especialmente al acercarse al final, como la aparición en actitud de posesión de Ananías. Con la producción artística de Cocó Seijas, este montaje no embauca al público que desea disfrutar de buen teatro.
Función: 26 de Julio de 2008
Función: 26 de Julio de 2008
No hay comentarios.:
Publicar un comentario