¿Qué hará temblar al país?

La primera parte de la trilogía “Revoluciones por minuto” de Ricardo Nortier: Parece que va a temblar se ha venido presentando en la Sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas con dirección de Orlando Arocha. Desde el punto de vista dramatúrgico, esta es una pieza dividida en dos partes. Al principio cinco personajes, miembros de una familia disfuncional, revelan sus diferencias en un soliloquio. La Abuela desea que su hijo se divorcie y la acompañe hasta su muerte, La Hija los desprecia a todos y critica los modelos impuestos por la sociedad debido a que sufre de sobrepeso, La Madre quiere divorciarse y se queja puesto que nadie comprende la depresión por su despido de una importante empresa petrolera, El Hijo se consume en las drogas y es detractor del capitalismo, El Padre solo se interesa por pescar y disfrutar de una cerveza cada vez que pueda. Luego todos los personajes interactúan como si fuera un típico domingo familiar en el que se reúnen a almorzar, aunque en realidad no pueden escapar de sus desavenencias y sus diálogos se hacen repetitivos. Esta forma de estructurar el texto teatral se muestra efectiva porque luego de planteamiento inicial de cada uno (donde el contexto familiar se vincula con el contexto exterior, a saber, el país), todo conduce a la interrelación grupal que profundiza en las situaciones conflictivas. Los personajes no poseen nombres propios sino generalizaciones, por lo tanto son un reflejo de las abuelas, padres, madres, hijos e hijas que tienen problemas parecidos y que conforman a la sociedad venezolana, incluso se podría decir latinoamericana. Arocha concibe el concepto escenográfico y de vestuario para concordar estéticamente las características de los personajes con la ropa que usan y los ubica en una habitación de paredes de cartón, imagen de una clase media venida a menos. Además, crea una puesta en escena sencilla que se concentra primero en aquello que se dice. Un personaje se dirige el público mientras los demás personajes escuchan y reaccionan pero no intervienen, están forzados a tolerar lo que se diga de ellos. En la segunda parte, el desplazamiento es constante para demostrar cómo se interrelacionan, lo que le da mayor dinamismo a la acción y alcanza el clímax necesario para que el público comprenda que no pueden huir de las circunstancias en que están inmersos; al igual que cualquier ciudadano por más que no quiera comprometerse con cualquier suceso del país, se ve afectado por éste. El trabajo actoral tiene tres pilares fundamentales con Antonieta Colón como La Abuela, Eulalia Siso como La Madre y Alberto Alifa como el Padre, ya que componen con certeza a sus personajes y manejan los propósitos del texto en su interpretación. En cambio, Gabriel Agüero como El Hijo y Arianna Savio como La Hija se muestran eficaces en la tipología de sus roles, aunque la manera en que matizan lo que dicen mantiene una misma formula al subir y bajar de intensidad en ciertos momentos sin descomponer totalmente las intenciones del personaje. Con la acertada coordinación de producción de Luisa Fernanda Mattía, el Teatro del Contrajuego nos demuestra que las familias son pilares de una sociedad a punto de temblar por la creciente conflictividad cotidiana.
Función: 2 de Agosto de 2008

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