El Grupo teatral Delphos trae de vuelta en la escena venezolana a la escritora criolla Mariela Romero con el montaje de su texto: El inevitable destino de la rosa de la noche, dirigido por Luis Alberto Rosas y que se viene presentando en el teatrino del Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, cerca de la estación del metro Bellas Artes. La pieza trata la historia de dos indigentes: Pedro y Juan, que han establecido una relación de lealtad entre ellos para satisfacer su necesidad de compañía, hasta que una prostituta llamada Rosa se interpone en sus vidas. Rosa trata de cambiar la manera de vivir de Pedro y Juan, atrayendo romántica y sexualmente a este último, lo que trae terribles consecuencias para ambos. El texto de Romero demuestra vigencia porque refleja la vida de muchos venezolanos que viven en las calles o trabajan ofreciendo su cuerpo con la intención de sobrevivir dentro de una sociedad que se muestra indiferente o les expresa miedo cuando se acercan, una sociedad que a pesar de desarrollar programas de rescate o de incursión laboral, no ataca el problema de fondo sino de forma, lo que hace que estos seres humanos recaigan en el futuro. Todo esto se observa en el montaje cuando Juan siente esperanzas en el cambio que representa Rosa, mientras Pedro se percibe reacio al mismo, por lo que al final ambos no pueden escapar de lo que han sido y se presenta el inevitable destino que anuncia el título. Rosas crea una puesta en escena sencilla en la que mueve a los personajes lo necesario en beneficio del texto, usando en varias ocasiones una ubicación triangular de los actores como símbolo del trío de relaciones de los personajes, dando peso a la escena de trance profético que devela más rasgos del personaje Pedro. El espacio escénico fue cubierto de periódicos en las paredes, de sábanas colgantes, con cartones en el piso, un barril metálico y otros elementos que tratan de evidenciar las condiciones en que viven los indigentes; propuesta acertada pero que se presenta innecesaria cuando se encuentran otros objetos como restos de un baño que solo tienen un carácter decorativo y no se usan en el montaje. Una sencilla iluminación y un vestuario estilo naturalista funcionan a cabalidad, al igual que el ensuciamiento a lo que deben ser sometidos los actores que representan a los indigentes. En la actuación, Diego León como Pedro lleva el mayor compromiso sin que ello lo amilane, asumiendo con certeza, desenfado y claro manejo de las intenciones al personaje; siendo secundado por Karla Fermín como Rosa, quien cuida en no caer en el lugar común de interpretar a una prostituta, no obstante debe precisar más algunos textos, tanto en matiz como en memoria, para mantener siempre el tono del personaje. Javier Figuera como Juan logra notables momentos, pero mantiene un matiz único para cada parlamento y la emoción con que expresa algunas frases dificulta el entendimiento del texto. Por otro lado, es importante destacar el rescate de la dramaturgia de Romero que tenía años sin montarse en el país, además de la importante misión que cumple el Laboratorio teatral Anna Julia Rojas al ofrecer el teatrino como espacio a agrupaciones y propuestas distintas a las comunes dentro de la escena nacional.
Función: 9 de Marzo de 2008
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