Dominación lúdica y divinidad actoral

Dominación: En el teatrino del Laboratorio Anna Julia Rojas, la agrupación Horus Teatro presentó El juego de Mariela Romero con producción ejecutiva de Orlando Alfonzo y dirección de Jaime Feliu Cervi. Como parte del ciclo aniversario “Se ve solamente lo que tú quieras ver, 5 años, 5 obras”, se presenta este montaje de un texto ya clásico para el teatro venezolano en el que dos mujeres de nombre Ana crean juegos de dominación y dependencia.

La dirección da la importancia a cada escena de juego, aunque el espacio no ayuda para ello. Hay situaciones que se pierden debido a la cercanía del público y al trabajo frontal de las actrices, además de no aprovechar el fondo del escenario.

Por otro lado, la estética no se acopla a las situaciones. El uso de retazos de tela y pinturas no adquiere mayor relevancia, así como el vestuario desaliñado. Solamente, la ambientación de hilos cruzados simboliza la imposibilidad de escapar.

En las actuaciones, Patricia Ramírez como Ana I ofrece buenos momentos de desenfado, aunque debe matizar mejor porque se percibe plana en su mayoría. En cambio, Stephania Nevado como Ana II matiza cabalmente sin perder la intención de su personaje.

Como se ve, un trabajo con altibajos de un grupo joven que poco a poco gana terreno en el panorama teatral.

Divinidad: En la sala Luis Peraza, sede del Taller Experimental de Teatro, se presentó Divino Pastor Góngora, producción mexicana de La Coperacha y El Arte de los Títeres A.C. con dramaturgia de Jaime Chabaud y dirección de Javier Serrano. El espectáculo es un unipersonal cuyo título alude al nombre de un actor ficticio de La Nueva España del siglo XVIII. Divino interpreta, narra y canta su vida y su arte mientras está encerrado en una mazmorra y en espera de ser ejecutado por llevar una vida licenciosa y, supuestamente, apoyar la independencia.

La dramaturgia maneja cabalmente el lenguaje de la época en las situaciones que presenta y que van aumentando en tensión. Cada situación posee un tiempo y espacio determinado que adquiere sentido con el ir y venir de las divagaciones del personaje, causadas por su destino inminente y en las que se utiliza la metateatralidad.

La dirección se encarga de remarcar cada acción dramática y equilibrar el paso de una a otra. Para ello, se apoya en el diseño de iluminación del mismo director y la música original y escenofonía de Rommel Winkler.

Por supuesto, todo esto no tendría sentido sin la comprometida interpretación de Héctor Caro que da el tono justo a cada situación y aprovecha al máximo cada rol que asume. Su expresión del cuerpo es maleable y su voz ofrece una amplia variedad de matices.

En definitiva, un admirable trabajo teatral.

Funciones: 23 y 25 de Septiembre de 2011, respectivamente

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