En la Sala de Conciertos del Ateneo de Caracas se presenta nuevamente la producción del Espacio Anna Frank: La Señora Klein de Nicholas Wright, escritor sudafricano que reside en el Reino Unido. Este montaje, estrenado el año pasado, centra el desarrollo de la acción en una profunda crítica al psicoanálisis y a las consecuencias de su mal uso cuando es empleado desmedidamente. Melanie Klein es una analista exitosa que ha experimentado con sus hijos desde que eran pequeños, así que al morir su hijo le surgen dudas sobre sus prácticas, acrecentadas por su hija Melitta, también analista, que viene a demostrar que la muerte de su hermano es en realidad un suicido causado por su madre, mientras Paula, asistente de la Señora Klein, presencia las discusiones entre estas dos expertas del psicoanálisis. Wright estructura su pieza para que se desarrolle a lo largo de una noche, planteando tres conflictos que se van resolviendo entre tanto se desenvuelve la trama: en primer lugar la necesidad que tiene Melitta de que su madre se entere de sus sospechas sobre la muerte de su hermano, lo que da lugar a la exigencia de comprobar si esta muerte fue un suicidio o no. Estos conflictos se incluyen en uno mayor que es el constante enfrentamiento entre madre e hija, no solo por los problemas que han tenido en su vida sino también por el hecho de compartir las misma profesión. El montaje dirigido por Orlando Arocha se presenta bien delineado en la puesta en escena, mostrando un dinamismo acorde con el comienzo de la acción y que va poco a poco asentándose para darle más importancia al enfrentamiento principal sustentado en la pericia del manejo de los conceptos e interpretaciones psicoanalíticas que hacen la Señora Klein y su hija. De esta manera pasamos del movimiento constante y obsesivo de madre e hija al estatismo que al principio posee la asistente y que invade a las demás para crear imágenes que reflejan la realidad de las relaciones entre los tres personajes. Arocha dirige hábilmente los desplazamientos de sus actrices que se apoyan en la ornamentada ambientación invadida de libros, plantas, mesas, sillones y lámparas; una excesiva decoración justificada por acompañar a los que podrían parecer excesivos, descarados alegatos y alardes de analista de la Señora Klein, el excesivo desprecio y necesidad de venganza de Melitta o la excesiva admiración de Paula. La ambientación cobra vida gracias al correcto trabajo de iluminación hecho por Carolina Puig que solo consideró necesario destacar unas pocas situaciones de los personajes, al igual que Raquel Ríos propone un vestuario acorde a la época de la historia usando gris y negro como colores primordiales. En el trabajo actoral, Diana Volpe conduce a cabalidad su interpretación de la Señora Klein que se presenta intranquila, abrumadora primero, irónica, atroz, cruel después; secundada por la pertinencia y determinación de Catherina Cardozo como Melitta. Verónica Cortez como Paula se muestra muy controlada casi siempre hasta lograr su mejor momento cuando descubre las causas de la muerte del hijo. Quizás no fue una buena función la que presencié debido a varias imprecisiones en la articulación del texto, aunque no tengo duda de la calidad integral del montaje.
Función: 3 de Febrero de 2008.
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