Radicalismo y politización teatral

A raíz de los sucesos acaecidos en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, he estado reflexionando acerca de la vinculación entre el teatro y el sentido que ha tomado el término “política” en Venezuela. 

Durante una representación teatral, un grupo de desadaptados forzó las puertas de un recinto que es parte del Patrimonio de la Humanidad y lanzó bombas lacrimógenas dentro del mismo. No hay palabras para calificar este tipo de actos de intolerancia ideológica que parece estar vinculado con la negativa del Gobierno Nacional de permitir la presentación del mismo espectáculo en un hotel de VENETUR. Dicho espectáculo de nombre Orgasmos no es el tipo de teatro al que asisto ni que me gusta apreciar, pero tengo la libertad de tomar esa decisión sin tener que apelar a la violencia para expresar mi desacuerdo.

De hecho, no me he enterado de algún inconveniente que haya tenido el monólogo: El aplauso va por dentro en las múltiples presentaciones que tuvo en el Aula Magna. Lo que sí puede apreciar fue el montaje El último amante, donde trabaja la misma actriz de monólogo mencionado, y dentro del cual varios comentarios de índole “político” se incluyeron sin justificación. 

Otra experiencia que viví, fue apreciar Juicio a Vicente Nario, trabajo en el que Emilio Lovera y Laureano Márquez, guiados por el texto de Ibsen Martínez, hicieron una radiografía en tono de comedia de varios personajes históricos del país para vincularlos con la realidad actual. Cuando el teatro te hace reír y te hace pensar, se agradece. En cambio, si se convierte en un panfleto evidente,  se desvirtúa. 

Esto último puede estar sucediendo con los montajes de varios textos de César Rengifo. Las propuestas se orientan más a intentar relacionarlo con una tendencia “política” que mostrar la pluralidad de significados que están en la literatura dramática. Por otro lado, se ha hecho una relectura de la obra de Jose Ignacio Cabrujas y su capacidad para reflejar a Venezuela sin perder la vigencia de sus creaciones, sean o no “políticas”. 

Desde la antigua Grecia, Aristóteles nos indicó en el ser humano es un “animal político” y, como tal, no puede desvincularse de la política si forma parte de una ciudad. El teatro fue en Grecia parte vital de la vida de las ciudades-estado y, pese a los inconvenientes, sigue siéndolo de las ciudades modernas, por lo tanto es político por naturaleza. El problema está en confundir la política con la “politiquería” barata e ideológicamente mal orientada que daña (y, a mi juicio, ha dañado) la mente de los venezolanos hasta el punto de llevar a cometer actos como aquel con el que comencé este escrito.

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