Despojados del pasado

En la Sala de Teatro 1 del Celarg se presenta Imaginarios de Venezuela con El jardín de los cerezos, versión de la obra de Anton Chejov, escrita y dirigida por Juan Carlos Souki. La pieza trata del regreso de Liubov Andreyevna, una mujer de clase alta venida a menos, a la casa donde vivió su infancia y que debe vender para recuperar su estatus. Su antiguo empleado Lopakhin, ahora rico, está dispuesto a comprarla para talar el jardín de cerezos que está en el patio y construir una urbanización. Las hijas de Liubov, su hermano, una amiga y varios criados viven de cerca los acontecimientos con sus conflictos personales.
La versión se divide en 5 cuadros que representan 5 días, no sucesivos, en los que se desarrolla la acción. El lenguaje se actualiza con modismos propios del venezolano, lo que erróneamente haría pensar que todo se desarrolla en el país. Por otro lado no se indica la ubicación geográfica del lugar mientras se hace referencia a Moscú y Paris. De igual manera, luce injustificado el empleo del Rublo como moneda junto a varias referencias en Dólares o el uso del correo como medio de comunicación si lo que se quiere es actualizar el texto.
La puesta en escena propone dos sectores en el escenario. En el fondo se ubica la sala de la casa, un despacho, la sala privada de un restaurant y el cuarto de Liubov. En el proscenio se ubica el cuarto de Anya, el baño y un sitio indefinido donde interactúan Yasha, Dunyasha y Yepikhodov. Por lo tanto, existen dos niveles estéticos. En el primero, los espacios ya preparados se descubren al espectador cuando se levanta una pantalla blanca y, en el segundo, se revela la teatralidad cuando otros personajes colocan los objetos frente a la mirada del público. Además, la pantalla se utiliza para proyectar unas diapositivas que indican cada día de la acción, junto a imágenes que pretenden reforzar la intención de algunas escenas, como el hijo muerto de Liubov o el ecosonograma de un bebé cuando Petya y Anya tienen relaciones, lo que no tiene mayor justificación. Lo mismo sucede con los desnudos que intentan cargar de sensualidad a la propuesta, especialmente en la violación de Liubov por parte de Lopakhin cuando el hecho por sí solo se interpreta de otra forma.
En las actuaciones existe mucha disparidad. Marialejandra Martín como Liubov Andreyevna y Adolfo Cubas como Lopakhin se perciben exteriores. En ambos no se observa la fuerza de las intenciones y el subtexto que lleva cada frase de los personajes. Gabriel Blanco como Petya y Virginia Lancaster como Anya lucen inverosímiles en su interpretación y sin la intensidad necesaria. El mayor logro se encuentra en los personajes secundarios con la veracidad, matices y energía juvenil que Adriana Romero, Giovanny García y Víctor Romero le imprimen a Dunyasha, Yasha y Yepikhodov, respectivamente. Asimismo, Reynaldo Rivas maneja correctamente las intenciones de Gayev, Nathalia Paolini propone la rigidez corporal y vocal que requiere Varya y Carmen La Roche saca provecho de Pishchik con hilaridad y fuerza.
Para finalizar, el paralelismo que se pretende con la realidad del país no es tan claro, si bien se comprende la intención de reflejar la manera en que nos han despojado de algunos símbolos de nuestro pasado cultural.
Función: 30 de Agosto de 2009

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