En la Sala Rajatabla, Teatro K Producciones presentó El banquete infinito, texto del cubano Alberto Pedro Torriente,
producción artística de Jesús Hernández, producción general y dirección de
Morris Merentes.
Un gobierno es derrocado y otro asume el poder. Se cambia un sistema por
otro que quiere llamarse distinto y no usar las mismas palabras. Jerarca, el
líder anterior, es sustituido por Paradigma, el nuevo, y lo acompañan en el
poder: Averrara, una luchadora que quiere erradicar el hambre, Perogrullo, un
payaso que fue asesor fue líder anterior, y tres militares travestidos:
Virilprimera, Virilsegunda y Viriltercera.
Con este argumento arriesgado y cargado de símbolos, se propone una
excepcional puesta en escena que refuerza la propuesta del texto con las
acciones e intenciones de los personajes. Sin embargo, la atmósfera se diluye
después de las primeras escenas porque es necesario mantener el ritmo y la
energía que lleva el protagonista, profundizar en los símbolos que expresan los
personajes y transmitir lo que el texto connota. Al final, la atmósfera se
recupera impulsada por el desenlace.
La ambientación es consistente gracias al diseño de escenografía y
vestuario de Josmary González. Los elementos escénicos fueron realizados con
metal y crean un espacio frío y rígido. Una mesa central, la silla del líder y
un balcón son los focos escénicos. El vestuario delinea con certeza a cada
personaje, sobre todo a los militares y a Perogrullo, quienes también llevan un
maquillaje significante.
Las actuaciones están correctas. Luis Carlos Boffill diferencia sus roles.
Se enfoca en la intensidad para el Jerarca y en el sentido de los matices para
Paradigma, aunque ambos sean en esencia el mismo. Julio César Marcano es veraz
en su rol de Perogrullo y Varinia Arráiz es pertinente en sus intenciones como
Averrara, al igual que Orlando Paredes en su trabajo vocal y corporal como
Virilprimera. Por su parte, Tony Ochoa como Virilsegunda puede manejar mejor la
intensidad sin vociferar y Christian Ponte como Viriltercera posee fuerza y
veracidad.
Por
último, es imposible no relacionar los símbolos de la realidad cubana que
plantea el autor y el entorno latinoamericano, Venezuela incluida. Aunque se
cambie de gobierno, los dirigentes políticos forman parte de un banquete
infinito que consume los recursos del Estado y olvida los deberes con el
pueblo, conglomerado o gente, como quiera llamarse. Además, cargan sus
discursos de eufemismos y frases sin sentido para conectarse con sus
seguidores. Por todo esto, quedo en espera de nuevas presentaciones de esta arriesgada
propuesta.
Función : 2 de Septiembre de 2012
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