La tercera edición del Festival de Teatro de Caracas comenzó con la inauguración del Teatro Simón Bolívar, ubicado en el centro de Caracas frente a la Plaza Bolívar, y la presentación de El coronel no tiene quien el escriba, montaje de la Fundación Rajatabla basado en la novela de Gabriel García Márquez con dirección de Pepe Domínguez a partir de la puesta en escena original de Carlos Giménez.
Uno de los trabajos más exitosos de esta agrupación vuelve a escena gracias a la labor de Domínguez que mantiene la atmósfera y puesta en escena original. La historia del Coronel que vive en la pobreza en espera de una carta que le informe de una pensión asignada por servicios prestados a su nación habla del hombre latinoamericano que vive con la esperanza de salir de una crisis eterna haciendo malabares para sobrevivir.
El montaje mantiene la escenografía original de láminas de zinc que forman la casa del coronel. Luego, ésta se desarma, traslada y vuelve a armar para representar cada espacio de la acción. El vestuario de Raquel Ríos propone una paleta de colores térreos salvo los protagonistas que mantienen el negro por el luto que llevan a cuestas. El trabajo de iluminación crea un contraste de luces y sombras que refuerza el drama. Se destaca la musicalización de Federico Ruiz que actualiza la instrumentación de la melodía original cuya sonoridad se hubiera sentido envejecida sin este trabajo. La música marcha con los personajes hasta el final.
El trabajo actoral tiene a Aura Rivas a la cabeza como la Mujer del coronel. Su fuerza e intenciones crean un personaje vivo. Es secundada por Francisco Salazar como el Coronel, quien se percibe más débil con algunos momentos reales e intensos. Parece que todavía está explorando la caracterización del personaje. El resto del elenco principal ofrece una labor pertinente: Lolly Sánchez, José Sánchez, Marcos Alcalá y Gonzalo Velutini, junto a un grupo de jóvenes intérpretes.
El Festival abre con la nostalgia de un teatro comprometido estéticamente frente a la economía de recursos que ofrecen muchas de las propuestas actuales. Sigue sorprendiendo la capacidad de FUNDARTE, institución adscrita a la Alcaldía de Libertador, para organizar este evento con el apoyo de la Gobernación del Distrito Capital y del Ministerio de la Cultura. En especial, frente a este último que se sigue mostrando incapaz de desarrollar las políticas culturales que requiere el país. Más de 30 salas de teatro reciben a agrupaciones nacionales con el lema: “Nos estamos viendo”. El transcurrir del festival indicará hasta qué punto nos vemos o no como nación a través del teatro venezolano.
Uno de los trabajos más exitosos de esta agrupación vuelve a escena gracias a la labor de Domínguez que mantiene la atmósfera y puesta en escena original. La historia del Coronel que vive en la pobreza en espera de una carta que le informe de una pensión asignada por servicios prestados a su nación habla del hombre latinoamericano que vive con la esperanza de salir de una crisis eterna haciendo malabares para sobrevivir.
El montaje mantiene la escenografía original de láminas de zinc que forman la casa del coronel. Luego, ésta se desarma, traslada y vuelve a armar para representar cada espacio de la acción. El vestuario de Raquel Ríos propone una paleta de colores térreos salvo los protagonistas que mantienen el negro por el luto que llevan a cuestas. El trabajo de iluminación crea un contraste de luces y sombras que refuerza el drama. Se destaca la musicalización de Federico Ruiz que actualiza la instrumentación de la melodía original cuya sonoridad se hubiera sentido envejecida sin este trabajo. La música marcha con los personajes hasta el final.
El trabajo actoral tiene a Aura Rivas a la cabeza como la Mujer del coronel. Su fuerza e intenciones crean un personaje vivo. Es secundada por Francisco Salazar como el Coronel, quien se percibe más débil con algunos momentos reales e intensos. Parece que todavía está explorando la caracterización del personaje. El resto del elenco principal ofrece una labor pertinente: Lolly Sánchez, José Sánchez, Marcos Alcalá y Gonzalo Velutini, junto a un grupo de jóvenes intérpretes.
El Festival abre con la nostalgia de un teatro comprometido estéticamente frente a la economía de recursos que ofrecen muchas de las propuestas actuales. Sigue sorprendiendo la capacidad de FUNDARTE, institución adscrita a la Alcaldía de Libertador, para organizar este evento con el apoyo de la Gobernación del Distrito Capital y del Ministerio de la Cultura. En especial, frente a este último que se sigue mostrando incapaz de desarrollar las políticas culturales que requiere el país. Más de 30 salas de teatro reciben a agrupaciones nacionales con el lema: “Nos estamos viendo”. El transcurrir del festival indicará hasta qué punto nos vemos o no como nación a través del teatro venezolano.
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