La Compañía Nacional de Teatro retoma su camino como referencia para las artes escénicas venezolanas con El eco de los ciruelos, espectáculo escénico-musical a partir de textos de Bertolt Brecht, frase que acompaña la promoción del montaje creado y dirigido por Miguel Issa que se presenta en la Sala experimental del Museo de Bellas Artes. Luego de varias puestas en escena regulares, muchas de ellas desarrolladas a partir de convenios con agrupaciones del interior del país, junto a otras que pretenden valorar lo popular tradicional como premisa o la invitación de directores sin nada original que ofrecer, al parecer su directiva comprendió que esto no puede ser excluyente ni debe ser la línea de una institución que ostenta ese nombre, cualquiera que sean las políticas culturales del Estado, además que nunca es beneficioso apartarse de verdaderas propuestas estéticas llevadas a cabo por figuras representativas del quehacer teatral. Tal es el caso de Issa, quien ideó todo un homenaje a Nicolás Curiel, pionero de la introducción de Brecht en Venezuela, estructurando un impresionante montaje que incluye actuación, danza, música y video, siguiendo el modo de trabajo que ha desarrollado en su grupo: Dramaturgia del Movimiento (Dramo). Como inspiración tomó fragmentos de textos que van desde la época expresionista, pasando por la comunista, hasta el materialismo dialéctico de la dramaturgia y poesía de Brecht, sin dejar de lado a Kurt Weill, el creador de las composiciones musicales que acompañaron muchas de las producciones brechtianas. Este dramaturgo, poeta, director y teórico del teatro tiene como centro de su obra al ser humano en todas sus facetas, al principio como aquel ser capaz de todo, luego en búsqueda de su sitio en la sociedad, su compromiso frente a otros seres humanos y sus contradicciones. Todas estas facetas se observan en el espectáculo, donde casi cuarenta personas en escena, entre actores, bailarines, cantantes y excelentes músicos; van apareciendo durante varias escenas fragmentadas en las que a veces tiene más importancia el texto, otras veces las imagen, el baile o la expresividad corporal, en algunas el acompañamiento de proyecciones, y otras donde la música y el canto llevan el peso del montaje. Dos momentos demuestran el derroche de creatividad, intensidad y emoción que se aprecia durante todo el trabajo: entre todo el elenco forman una gran mesa rodeada por diferentes tipos de sillas donde interactúan unos con otros mientras se interpreta una canción sobre lo que hace el hombre en la vida y otro momento se da cuando todos los actores se convierten en personajes circenses que divierten y juegan con el público como payasos, entrenadores de pájaros, levantadores de pesas, etc. El planteamiento estético logra uniformidad gracias a que el diseño de escenografía, vestuario, máscaras y maquillaje es realizado por una sola persona: Edgar Gil, quien abarca con varios espacios y desniveles la amplitud de la sala, pero alcanza su mejor resultado en el claro sentido expresionista de los demás aspectos. Algo negativo que comentar son los problemas de sonido que hacen que por instantes se pierda lo que los actores dicen, de resto todos derrochan talento en su labor teatral.
Función: 7 de Junio de 2008