En el Centro Cultural BOD, el Grupo Actoral 80 presenta Sangre, en el diván, dramaturgia de Ibéyise Pacheco a partir de su libro homónimo, producción de Ana Alicia Pérez y dirección de Héctor Manrique y Pedro Borgo.
El Dr. Edmundo Chirinos relata al público, al igual que lo hizo en múltiples entrevistas con Pacheco, sus visiones acerca de la realidad nacional, su vinculación con la política, su interacción con varios presidentes de Venezuela y cómo percibe los acontecimientos que condujeron a la muerte de la joven Roxana Vargas. A manera de monólogo, Pacheco extrae partes de su libro que demuestran la desconexión con la realidad que vivía Chirinos casi al final de su vida. Para Chirinos, todo lo que ha ocurrido en el país, desde que comenzó a estudiar en la universidad, fue causado por él.
La propuesta estética del montaje maneja apropiadamente los símbolos sobre la escena. La escenografía, diseñada por Manrique, ubica la acción en un espacio blanco a la usanza de los sanatorios de enfermos mentales. El espacio se proyecta en perspectiva hasta culminar en una pared decorada con una gran calavera: la muerte era una de las obsesiones de Chirinos según narra en la obra. Destaca el uso de una cámara superior cuyas imágenes se proyectan en los laterales del espacio para reafirmar aún más el desvarío de Chirinos. Esta ambientación blanca adquiere más coherencia con cada situación gracias a la iluminación de José Jiménez que aprovecha los reflejos sobre las paredes y el uso de colores en algunos momentos.
El Dr. Edmundo Chirinos es interpretado por Héctor Manrique. Manrique compone un personaje cargado de manierismos en la expresión corporal y con un trabajo vocal que juega con las intenciones subyacentes en el texto. Logra de forma excepcional integrar ambos. La creación del personaje también adquiere consistencia debido al maquillaje de José Antonio Freitas que ofrece una imagen cercana del Dr. Chirinos. Los delirios del personaje son narrados mientras se va vistiendo poco a poco hasta convertirse en médico. El personaje se va construyendo al mismo tiempo que se arma la impresión que éste causa en los espectadores. Esto es aprovechado por Manrique para interactuar con el público hasta que al final vuelve a despojarse de la ropa para, de forma circular, concluir la obra de la misma forma que empezó.
La dramaturgia presenta algunas debilidades en la estructura: no existe progresión entre el desvarío inicial y el momento en que intenta demostrar por qué no asesinó a la joven Vargas. Pese a esto, el espectáculo logra su cometido de mostrar a un ser humano incapaz de percibir su terrible realidad.
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