En el Teatro San Martín de Caracas, la Asociación Cultural Urbe presenta Tinto de verano, texto y dirección de
Rubén León.
La obra coloca en escena a cinco mujeres que se unen para efectuar un
atraco pero terminan enfrentándose con circunstancias externas. Está
estructurada por una escena inicial y otra final en las que todas participan,
pero las escenas intermedias, escritas en forma de monólogos, son las más
importantes. En cada monólogo, los personajes revelan sus frustraciones y deseos
para justificar las razones que llevan a cometer un delito.
Las protagonistas son una mujer que desea asumir su homosexualidad, una
obstinada del perfeccionismo de su esposo, una cansada de la rutina con su
familia, una que se considera fea cuyo padre está a punto de morir de cáncer y una que deseaba ganar como reina de belleza.
Sin embargo, estos conflictos personales tienen como trasfondo a Venezuela a
finales de la década de los 80 del siglo pasado, por eso la pieza culmina con
el recuerdo del llamado: “Caracazo”. Esto último es quizás la relación más
débil que establece el texto porque el desenlace luce abrupto debido a que no
plantea el contexto social del país desde el principio.
La dirección propone una apropiada estética simbólica que da forma a cada
escena en correspondencia con la estructura y el argumento. La escenografía es
sencilla pero funcional porque sirve para representar los sitios de encuentro
entre los personajes y, principalmente, los vestidores del local que van a
asaltar y en los que cada mujer se cambia de ropa para colocarse un uniforme.
En este espacio, se desarrollan los monólogos frente a un espejo imaginario,
que se extiende hacia los espectadores con un rectángulo en el piso para
facilitar la teatralidad. El vestuario refleja el estilo de la época y la
iluminación de Gerónimo Reyes concentra cabalmente el foco en cada actriz.
En las actuaciones, se destacan Verónica Arellano como Sabrina, la madre
que está agobiada de la rutina, y Rosalía Blanco como Sinfonía, cuyo sueño era
ganar como reina de belleza. La primera realiza un trabajo orgánico que
equilibra con certeza el drama y la comedia, y la segunda interpreta con
veracidad las diferentes situaciones que relata. Valentina Cabrera y Jennifer
Morales son intensas y francas como Alex, la mujer que desea asumir su condición,
y Alicia, la joven que se considera fea, respectivamente. Por último, Mariana
Alviárez como Kelly, la esposa obstinada del marido, ejecuta un excepcional
trabajo corporal pero se percibe externa en su conexión con los sentimientos.
En
definitiva, un trabajo bien realizado que debería acercar al público a este
espacio del oeste de la ciudad.
Función: 9 de Septiembre de 2012
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