El Grupo Theja se despide del Teatro Alberto de Paz y Mateos con la primera parte de La divina comedia, poema original de Dante Alighieri, versionado, producido y dirigido por José Simón Escalona. Con este montaje, la agrupación deja las instalaciones del espacio que fue su sede por más de veinte años, debido a la salida exigida por el Ministerio de la Cultura que se une a la falta del presupuesto necesario para mantener las instalaciones.
El infierno, primera parte de esta obra maestra, es presentado dentro un proyecto que también pretende llevar a escena las otras dos cantigas del poema. La versión trata de darle una estructura teatral a la creación lírica, pero no logra su cometido. El argumento posee un conflicto evidente que es la necesidad de Dante de encontrarse con su amada Beatriz que está en el Paraíso. Para ello, debe ir del vicio, del pecado a la vida virtuosa y su primer obstáculo es el paso por el infierno. En la versión, este paso es un simple paseo con poca teatralidad. Dante es guiado por Virgilio, el antiguo poeta latino al que considera su maestro, por los círculos que conforman el lugar sin más acciones que reconocer a cada personaje y el pecado que lo condena. Trasladarse de un círculo a otro no lleva mayores problemas, ya que el enfrentamiento con cada condenado no se siente como una prueba a superar ni sus almas parecen cargadas de los sentimientos que producen estar en aquel sitio.
La puesta en escena se vale de varios andamios en diferentes niveles. Los protagonistas juegan en su mayoría al estatismo, siendo los personajes secundarios los que se trasladan constantemente para aprovechar el desnivel y así representar cada círculo del infierno. A veces, esto cambia la perspectiva sobre quiénes son en realidad los que caminan para salir de allí. La iluminación se propone con un persistente contraste de luz y sombra, sin embargo podría mostrar mejor los rostros de los actores que se pierden por momentos y hacen imperceptibles sus gestos. El vestuario se percibe ajustado al estilo medieval que procura reflejar, de igual manera la música, si bien las dos canciones usadas se alargan sin necesidad porque rápidamente se comprende su propósito.
El trabajo actoral se percibe desacertado y contrastante con la necesaria veracidad que requiere la propuesta. Eben Renán como Dante se muestra plano de intenciones y con una rigidez corporal que le impide acompañar el texto con la expresión de sus manos. Alonso Santana como Virgilio asume una excesiva impostación vocal que no le permite ofrecer la variedad de matices que posee el personaje.
El resto del elenco exacerba las emociones de sus personajes para quedarse en lo externo. Con interjecciones, gemidos y gritos trata de reflejar el sufrimiento del infierno sin ningún contenido orgánico que lo haga creíble, además solapan el texto de los protagonistas en algunas escenas, mientras que en otras es casi incompresible lo que dicen, tanto en intención como en dicción, cuando se dejan llevar por la exageración y por la impostación de voz.
Pese a los desaciertos, el Theja no traiciona su estética, especialmente en la propuesta visual del montaje, aunque ahora va en búsqueda de nuevos espacios que le permitan continuar con su trayectoria.
El infierno, primera parte de esta obra maestra, es presentado dentro un proyecto que también pretende llevar a escena las otras dos cantigas del poema. La versión trata de darle una estructura teatral a la creación lírica, pero no logra su cometido. El argumento posee un conflicto evidente que es la necesidad de Dante de encontrarse con su amada Beatriz que está en el Paraíso. Para ello, debe ir del vicio, del pecado a la vida virtuosa y su primer obstáculo es el paso por el infierno. En la versión, este paso es un simple paseo con poca teatralidad. Dante es guiado por Virgilio, el antiguo poeta latino al que considera su maestro, por los círculos que conforman el lugar sin más acciones que reconocer a cada personaje y el pecado que lo condena. Trasladarse de un círculo a otro no lleva mayores problemas, ya que el enfrentamiento con cada condenado no se siente como una prueba a superar ni sus almas parecen cargadas de los sentimientos que producen estar en aquel sitio.
La puesta en escena se vale de varios andamios en diferentes niveles. Los protagonistas juegan en su mayoría al estatismo, siendo los personajes secundarios los que se trasladan constantemente para aprovechar el desnivel y así representar cada círculo del infierno. A veces, esto cambia la perspectiva sobre quiénes son en realidad los que caminan para salir de allí. La iluminación se propone con un persistente contraste de luz y sombra, sin embargo podría mostrar mejor los rostros de los actores que se pierden por momentos y hacen imperceptibles sus gestos. El vestuario se percibe ajustado al estilo medieval que procura reflejar, de igual manera la música, si bien las dos canciones usadas se alargan sin necesidad porque rápidamente se comprende su propósito.
El trabajo actoral se percibe desacertado y contrastante con la necesaria veracidad que requiere la propuesta. Eben Renán como Dante se muestra plano de intenciones y con una rigidez corporal que le impide acompañar el texto con la expresión de sus manos. Alonso Santana como Virgilio asume una excesiva impostación vocal que no le permite ofrecer la variedad de matices que posee el personaje.
El resto del elenco exacerba las emociones de sus personajes para quedarse en lo externo. Con interjecciones, gemidos y gritos trata de reflejar el sufrimiento del infierno sin ningún contenido orgánico que lo haga creíble, además solapan el texto de los protagonistas en algunas escenas, mientras que en otras es casi incompresible lo que dicen, tanto en intención como en dicción, cuando se dejan llevar por la exageración y por la impostación de voz.
Pese a los desaciertos, el Theja no traiciona su estética, especialmente en la propuesta visual del montaje, aunque ahora va en búsqueda de nuevos espacios que le permitan continuar con su trayectoria.
Función: 13 de Septiembre de 2009
No hay comentarios.:
Publicar un comentario