El escritor y director teatral argentino-español Rodrigo García regresó a Venezuela después de su provocadora propuesta teatral (como designa a sus espectáculos) presentada en el XV Festival Internacional de Teatro de Caracas llamada: Compré una pala en Ikea para cavar mi tumba. Así mismo el grupo “Teatro del Contrajuego” se interesó por su estética y tomó cinco de sus monólogos para realizar el interesante proyecto de espacio escénico y actuación titulado: Mejor se hubieran quedado es sus casas, Güevones. Ahora, con su grupo La Carnicería Teatro, presentó dos monólogos en el auditorio de la Asociación Cultural Humboldt, tomando como punto de partida las figuras del escritor argentino Jorge Luis Borges y del pintor español Francisco de Goya. La propuesta denominada: Borges + Goya, se divide en dos partes, una para cada monólogo e interpretado por un actor cada uno, consta de un solo espacio escénico y se acompaña de la infaltable proyección de videos propia de este creador. Borges cuenta la admiración de un joven por este escritor hasta que lo conoce en una conferencia, le pregunta algo pero no comprende su respuesta, lo que parece hacer que toda su devoción se convierta en crítica, ya que Borges nunca tomó posición frente a las dictaduras de su país y su obra literaria evadía la realidad usando una gran cantidad de referencias culturales. Goya trata de un padre que desea que sus dos hijos vivan la experiencia de acercarse a la obra del pintor que le quita el sueño, aunque ellos prefieran visitar Disneylandia en París y criticarlo por su vida mediocre.
El primer monólogo, de marcado contenido autobiográfico, empieza proyectando una imagen de Borges que parece afirmar una y otra vez, junto a un juguete en forma de perro que también asienta sin detenerse, constituyéndose en la premisa del texto: el conformismo frente a la realidad. El actor Juan Lorente es sutil diciendo del texto y dando sentido a cada intención, apoyado en el empleo de un micrófono que le otorga naturalidad a las interpretación debido a que no es necesario el uso de la proyección vocal, con momentos de profunda ironía en contra de la figura de Borges y de la propia vida del personaje. Vestido de blanco, maquillado de azul, con grandes orejas también azules y cabello rojo; Lorente parece un ser resentido por la decepción y la vida, lo que se refuerza al usar en una mano un aspersor que disemina un líquido verde y en la otra una manzana, símbolo del envenenamiento, que se come al final, mientras su cara se ilumina con un bombillo colocado dentro de ésta.
El segundo monólogo impresiona al principio porque el actor Nicolas Bouchaud entra a escena vestido como una enorme mascota futbolista, entre tanto baila música disco; lo que de cierta manera lo convierte en uno de los personajes que sus hijos quieren ver. Sin embargo, el texto no concluye la dicotomía planteada entre cultura y consumismo, tema reiterativo en García, logrando por momentos divertir al público, a pesar de que se pierde mucho de lo dicho, ya que el texto es en francés y la proyección de los subtítulos cortaba parte del mismo.
Como siempre, es importante el acercamiento de los hacedores de teatro venezolanos a otras proposiciones teatrales.
El primer monólogo, de marcado contenido autobiográfico, empieza proyectando una imagen de Borges que parece afirmar una y otra vez, junto a un juguete en forma de perro que también asienta sin detenerse, constituyéndose en la premisa del texto: el conformismo frente a la realidad. El actor Juan Lorente es sutil diciendo del texto y dando sentido a cada intención, apoyado en el empleo de un micrófono que le otorga naturalidad a las interpretación debido a que no es necesario el uso de la proyección vocal, con momentos de profunda ironía en contra de la figura de Borges y de la propia vida del personaje. Vestido de blanco, maquillado de azul, con grandes orejas también azules y cabello rojo; Lorente parece un ser resentido por la decepción y la vida, lo que se refuerza al usar en una mano un aspersor que disemina un líquido verde y en la otra una manzana, símbolo del envenenamiento, que se come al final, mientras su cara se ilumina con un bombillo colocado dentro de ésta.
El segundo monólogo impresiona al principio porque el actor Nicolas Bouchaud entra a escena vestido como una enorme mascota futbolista, entre tanto baila música disco; lo que de cierta manera lo convierte en uno de los personajes que sus hijos quieren ver. Sin embargo, el texto no concluye la dicotomía planteada entre cultura y consumismo, tema reiterativo en García, logrando por momentos divertir al público, a pesar de que se pierde mucho de lo dicho, ya que el texto es en francés y la proyección de los subtítulos cortaba parte del mismo.
Como siempre, es importante el acercamiento de los hacedores de teatro venezolanos a otras proposiciones teatrales.
Función: 1 de Noviembre de 2007
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