En la Sala de Teatro 2 del CELARG, la agrupación Hebu Teatro presenta
“Proyecto August Strindberg” para celebrar el centenario de la muerte de este
dramaturgo sueco, considerado uno de los padres del teatro moderno. En doble
función, se puede disfrutar de las piezas: El
Pelícano y La Señorita Julia, con
producción ejecutiva de Diana Volpe, producción general de Rossana Hernández y
dirección de Orlando Arocha.
El estilo opresivo y la misoginía que se le atribuye a Strindberg se percibe en ambos textos. En
el primero, con la madre desnaturalizada que mata de hambre y frío a sus hijos
y se enamora del marido de su hija, y, en el segundo, con la joven de clase
alta que pierde todo en manos de un aprovechador.
La dirección es excepcional en la conformación de las situaciones. Como
espacio escénico, ambas representaciones comparten una estructura de madera con
tres espacios que se acondicionan con una variedad de elementos para diferenciar
las dos realidades. La rigidez de la estructura refleja el ambiente asfixiante de
los textos, además es utilizada para dividir las relaciones entres los personajes. El paso de un espacio al otro está determinado por el desarrollo de la trama y tiene un peso simbólico. Esta certera propuesta escenográfica contrasta con el vestuario,
ambos diseñados por el director, debido a que posee un estilo de época, aunque
sirve para demostrar la imagen de cada personaje.
En las actuaciones de El pelícano,
Diana Volpe mantiene un atinado control del cuerpo y el tono vocal que demarcan
las intenciones de Elisa, la madre. Asimismo, Ricardo Nortier como Axel, el
yerno, y Nirma Prieto como Margaret, la criada, transmiten de forma pertinente los
propósitos de cada papel. Por su parte, Daniela Leal como Gerda, la hija,
ofrece la imagen del personaje pero debe ser más intensa y recalcar los
matices. Por último, resalta el trabajo de Jesús Nunes porque propone una
dejadez corporal que refuerza con una voz intensa para transmitir las angustias
de Federico, el hijo.
En las actuaciones de La Señorita
Julia, existe una adecuada compenetración. Yuri Pita se luce como Julia
porque demuestra una comprensión cabal de las diferentes emociones. Además,
equilibra el paso entre una situación a otra hasta llegar al desenlace. Abilio
Torres compone con firmeza y veracidad a Juan, el mayordomo. Mantiene una
postura sobria y un tono de voz sereno que acentúa lo terrible del personaje,
al mismo tiempo que rompe con esto cuando es necesario. Finalmente, Rossana
Hernández se percibe justa como Cristina.
Para concluir, no puedo dejar de comentar lo atractivo que resulta este
proyecto. Hay claridad estética, sin embargo el público no se encontrará con
textos complacientes y puede que reaccione al final como aquellos espectadores
con los que compartí las funciones: permanecer en silencio.
Funciones: 24 de Mayo de 2012, ambos montajes.
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