En el Teatro Luis Peraza, el Taller Experimental del Teatro presenta El rompimiento de Rafael Guinand, dirigido por Guillermo Díaz Yuma. Con el reto de montar una pieza representada en muchas ocasiones por otros grupos, la agrupación asume este “Sainete” (obra corta de carácter costumbrista y de corte humorístico) que presenta el peso de las tradiciones familiares, la irrupción de lo moderno, la deshonestidad y el chisme entre personajes populares.
La dirección propone una estética realista acorde con espíritu del texto. La puesta en escena busca el equilibrio en la distribución y el desplazamiento escénico de los actores, aunque es necesario cuidar la correspondencia entre las entradas y salidas de los personajes porque algunos salen por un lado y entran por otro sin razón alguna. La estética propuesta se apoya en los apropiados diseños de escenografía de Manuel Chourio y de vestuario de Omar Borges que ubican la acción en la época de la llamada “Caracas de antier” donde los colores pasteles y de tonalidad terrosa destacan visualmente.
Las actuaciones son la mayor virtud del montaje debido a la buena energía que maneja el elenco. La interpretación parece partir de la expresión corporal para crear el personaje, si bien no deja de lado la presencia de lo coloquial en la forma del hablar como parte esencial del texto. Mónica Quintero como Ramona y Yazel Parra como Tomasita se perciben pertinentes en sus trabajos, pero deben estar atentas a moderar la rapidez de la articulación vocal para que cada palabra tenga su matiz. Entre tanto, Louani Rivero maneja una eficiente corporalidad y gestualidad facial en su composición de Catalina Mijares.
Por su parte, el desempeño del elenco masculino es más uniforme. Carlos Sánchez Torrealba como Hilario hace gala de una integración vocal y corporal con la que aprovecha la actitud del personaje. Además, juega al desequilibrio y a la demostración de cada acción con un gesto para alcanzar satisfactorios niveles de hilaridad en la audiencia. Alí Rondón como Esparragosa propone un manejo contenido de la voz, sin dejar de lado los matices, y equilibra el uso de la expresividad corporal para reflejar la deshonestidad y las verdaderas intenciones del personaje en los momentos que lo requieren. Por último, Héctor Castro realiza una interpretación cabal de Braulio al emplear una simpleza de gestos.
Es de hacer notar que el Taller Experimental del Teatro parece haber entrado en una nueva etapa debido a que sus últimos dos trabajos surgen a partir de textos de dos autores venezolanos, uno costumbrista y otro contemporáneo, algo particular en su trayectoria.
Función: 3 de Julio de 2011
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