El Teatro San Martín de Caracas presentó Chat de Gustavo Ott, dirigida por Luis Domingo González, en la Sala Principal de su sede. La pieza reúne cuatro historias sobre las interacciones que se pueden producir en el entorno de la “realidad virtual” a través de la herramienta de comunicación al instante denominada “chat”. Cada personaje parece destinado a la tragedia porque es conducido, como si no tuviera salvación, a su muerte. Una mujer que desea viajar al primer mundo y utiliza los servicios de un coyote, una joven que se relaciona en la web y es secuestrada por uno de sus contactos, un adolescente que demuestra su sexualidad a través de Internet y compra armas para asesinar a sus compañeros de colegio, y un hombre que reafirma su fe y es incitado a inmolarse con una bomba son los personajes de esta visión pesimista del uso de la tecnología. Las historias se desarrollan alternadamente para presentar cada trama, su desenvolvimiento y sus consecuencias, lo que se traduce en dinamismo para la representación. Sin embargo, al entrar de lleno en la originalidad del argumento, éste parece reiterativo y sin nada nuevo que ofrecer cuando se conoce suficiente acerca de la crueldad de los coyotes que transportan a personas para cruzar la frontera entre México y los Estados Unidos, el asesinato de jóvenes en colegios norteamericanos, los pedófilos que rondan las salas de conversación en busca de víctimas y los mártires musulmanes, sin tocar temas que podrían tener más repercusión en la sociedad venezolana como la creación de perfiles en redes sociales para decir que alguien posee VIH, el cambio constante del lenguaje que se observa en la web o la creciente búsqueda de información por parte de estudiantes para presentarla, como si fuera de su autoría, en las actividades académicas. La puesta en escena de González se propone desde una estética expresionista con desplazamientos precisos. El ánimo de los personajes y su destino se refleja en el dispositivo escénico de Domingo Cova que cubre el escenario de grandes franjas en blanco y negro que cruzan hacia un lado, como si la vida que iba por un rumbo se desvió hacia su final. El vestuario de Manuel González delinea a cada personaje con una imagen evidente de lo que simbolizan. La estética se distingue mejor con el acentuado maquillaje propuesto por los actores, aunque es muy exagerado en el personaje del adolescente, y la iluminación de Gerónimo Reyes que encierra por secciones cada escena y cada personaje con rudeza. Las actuaciones se observan con diferentes intensidades, cargadas de movimientos exagerados y simbólicos para mostrar el desasosiego de los personajes, para escenificar las conversaciones del chat y, a través del uso de varios recuadros, apoyar la trama que sea principal en ese momento. Por su organicidad y composición, destacan Rubén León, que asume cabalmente cuatro roles distintos, y Carolina Torres. En cambio, a Mariana Alviárez y David Villegas se les hace más cuesta arriba la interpretación de dos adolescentes debido a que la forma corporal y el trabajo vocal se quedan en exteriorizar emociones cuando la búsqueda para componer estos roles puede ser otra. En definitiva, un punto de vista sobre el uso de Internet.
Función: 2 de Mayo de 2009
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