En la Sala de Teatro 2 de la Casa Rómulo Gallegos se está llevando a escena la obra La Duda, ganadora del premio Pulitzer 2005, del escritor norteamericano John Patrick Shanley. El argumento de esta pieza trata el delicado tema de la pedofilia dentro de la Iglesia al presentar las sospechas que posee una Madre Superiora, directora de un colegio, sobre la cercana relación existente entre un niño de clase baja y un Sacerdote que se desempeña como docente. La Madre Superiora encarga a la hermana que ejerce de maestra en la clase donde se encuentra el niño confirmar las suposiciones, pero la madre de éste acude a una reunión que cambia la perspectiva de los acontecimientos y agudiza el conflicto.
Elba Escobar, como la Madre Superiora Eloisa, concluye con este montaje la celebración de sus 30 años de vida artística. Su interpretación de una monja retrograda y rígida, es sobria y ajustada al principio; pero se desdibuja al avanzar la pieza con momentos de imprecisión en el decir del texto y en la veracidad escénica, como se pudo observar en la función a la que se asistió. Luigi Sciamanna representa admirable e impecablemente al Padre Luis, el Sacerdote sospechoso, demostrando su extraordinaria capacidad interpretativa. Mariaca Semprun cumple a cabalidad su rol de la maestra del niño, mientras Beatriz Vásquez se compromete profundamente en su actuación especial; la veracidad, entrega y emoción con la que se mete en la piel de la madre del niño conmueven al público asistente.
La puesta en escena de la pieza es sencilla, en especial al sugerir con varios elementos escenográficos tres ambientes distintos, apoyándose en la proyección de imágenes en una pantalla. Estos elementos se acompañan de un vestuario realista que identifica a cada uno de los personajes cumpliendo su misión, sin embargo la música que muchas veces trata de acompañar a los actores durante sus diálogos, no realiza ningún aporte. La directora, Matilda Corral, basa su trabajo en lograr la interrelación que se da entre los personajes en cada una de las escenas, esto se debe a que lo exige la importancia que tiene un texto bien estructurado y apoyado por su versión. Mueve a los actores por el espacio escénico solo lo necesario, aunque la interacción cara a cara que se da entre ellos en algunos momentos, los obliga a que miren hacia atrás, haciendo que el público se pierda sus expresiones y reacciones, esto es un error porque está a favor de una estética que busca el realismo, algo que no se plantea desde el principio en la representación sobre todo por la propuesta simbolista de la escenografía. Por otro lado, la versión de la pieza trata de acercar a través de ciertas referencias al público venezolano con la historia, se ubica la acción en un colegio privado del Este de Caracas y se cambia la raza negra del niño (algo que tiene más significado en la sociedad norteamericana) por la alusión a un niño de clase baja; no hay duda que la versión es una propuesta acertada para la producción.
Al finalizar, la duda se impone sobre la aparente búsqueda de la verdad. Los seres humanos siempre estamos buscando la verdad, en todas las ciencias se busca la verdad o una parte de ella con la intención de entender o veces dominar la naturaleza y a los mismos seres humanos; sin embargo, la duda es tan indispensable y muchas veces tan contundente como la verdad.
Elba Escobar, como la Madre Superiora Eloisa, concluye con este montaje la celebración de sus 30 años de vida artística. Su interpretación de una monja retrograda y rígida, es sobria y ajustada al principio; pero se desdibuja al avanzar la pieza con momentos de imprecisión en el decir del texto y en la veracidad escénica, como se pudo observar en la función a la que se asistió. Luigi Sciamanna representa admirable e impecablemente al Padre Luis, el Sacerdote sospechoso, demostrando su extraordinaria capacidad interpretativa. Mariaca Semprun cumple a cabalidad su rol de la maestra del niño, mientras Beatriz Vásquez se compromete profundamente en su actuación especial; la veracidad, entrega y emoción con la que se mete en la piel de la madre del niño conmueven al público asistente.
La puesta en escena de la pieza es sencilla, en especial al sugerir con varios elementos escenográficos tres ambientes distintos, apoyándose en la proyección de imágenes en una pantalla. Estos elementos se acompañan de un vestuario realista que identifica a cada uno de los personajes cumpliendo su misión, sin embargo la música que muchas veces trata de acompañar a los actores durante sus diálogos, no realiza ningún aporte. La directora, Matilda Corral, basa su trabajo en lograr la interrelación que se da entre los personajes en cada una de las escenas, esto se debe a que lo exige la importancia que tiene un texto bien estructurado y apoyado por su versión. Mueve a los actores por el espacio escénico solo lo necesario, aunque la interacción cara a cara que se da entre ellos en algunos momentos, los obliga a que miren hacia atrás, haciendo que el público se pierda sus expresiones y reacciones, esto es un error porque está a favor de una estética que busca el realismo, algo que no se plantea desde el principio en la representación sobre todo por la propuesta simbolista de la escenografía. Por otro lado, la versión de la pieza trata de acercar a través de ciertas referencias al público venezolano con la historia, se ubica la acción en un colegio privado del Este de Caracas y se cambia la raza negra del niño (algo que tiene más significado en la sociedad norteamericana) por la alusión a un niño de clase baja; no hay duda que la versión es una propuesta acertada para la producción.
Al finalizar, la duda se impone sobre la aparente búsqueda de la verdad. Los seres humanos siempre estamos buscando la verdad, en todas las ciencias se busca la verdad o una parte de ella con la intención de entender o veces dominar la naturaleza y a los mismos seres humanos; sin embargo, la duda es tan indispensable y muchas veces tan contundente como la verdad.
Función: 7 de Septiembre de 2007
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