En la Sala de teatro 1 de Celarg se presentó el monólogo Allende, la muerte de un presidente del periodista argentino Rodolfo Quebleen. Este autor emplea documentos y grabaciones obtenidas del 11 de septiembre de 1973 para recrear el momento culminante del golpe militar en contra del presidente chileno Salvador Allende, aunque deja abierto el desenlace cuando no toma posición acerca de si fue asesinado o se suicidó. El montaje de la obra es dirigido por Luis Fernández y producido por Mimí Lazo. El reto este unipersonal lo asume Roberto Moll, quien posee muy buena energía y crea de manera orgánica su interpretación, sin embargo parece requerir más apoyo en la dirección actoral porque el personaje posee una gama de emociones que se queda muy plana sin conseguir la transición entre una y otra, lo que se percibe diferente cuando las inflexiones de voz del actor nos acercan al drama del personaje, algo que puede reforzarse. De la misma manera es importante tomar el cuenta el manejo de la utilería, que luce torpe a ratos. Uno de los problemas que poseen los monólogos es que no se basan en el diálogo, sino que el desarrollo de la acción se relata hacia el público. A pesar de darle peso algunas situaciones en primer plano o en el borde del escenario, la puesta en escena de esta pieza pretende que el actor se exprese como si estuviera encerrado en el despacho en que Allende pasó sus últimos momentos y se ubique frente al público solo al final de la representación. Esto no permite apreciar el desplazamiento escénico debido a que el actor se esconde detrás de la escenografía en reiteradas ocasiones cuando se sienta, se traslada hacia atrás o emplea el piso; si bien los movimientos constantes por todo el escenario reflejan el estado de intranquilidad que debe haber vivido Allende al encontrarse en esa situación. La propuesta del espacio escénico se observa muy contemporánea, en especial por el diseño de mesas y sillas, pero logra de buena manera representar el despacho al emplear objetos como teléfonos de la época que, aunque son anacrónicos, sirven para el desarrollo del argumento. Esto se apoya en iluminación de José Jiménez que emplea varias de las posibilidades de la luz blanca para darle mayor sentido a los estados emocionales de personaje, como usar un solo foco que refuerza la soledad que siente o cuando el uso de la luz lateral lo reviste de dureza. Solo crea un ambiente rojo que hace evidente su lucha por los derechos sociales. Dos proposiciones de la puesta en escena lucen injustificables y efectistas, cuando un personaje designado como soldado empieza la obra con una vestimenta manchada de sangre y se traslada llevando un mesa rodante con recipientes médicos, lo que no significa nada dentro del desarrollo posterior del monólogo, además del final en el que una especie de sangre artificial cae al escenario cuando la frase que concluye el espectáculo transmite por sí sola la imagen de mártir que asume Allende. Más allá de todo esto, el texto funciona como reconstrucción histórica y en la premisa que pretende comunicar, especialmente para el grupo social al que se pudo haber orientado la selección de esta pieza, lo que se aprecia en la reacción del público al momento del aplauso.
Función: 1 de Noviembre de 2008