En el Teatro Municipal de Chacao, se presenta 400 sacos de arena, producción de Marisela “Coco” Seijas, texto, puesta en escena y dirección de Luigi Sciamanna, con el apoyo del Instituto Italiano de Cultura. En la obra, un grupo de monjas se organizan para proteger “La última cena” de Leonardo Da Vinci de un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial. Para ello, ubican 400 sacos llenos de arena delante de ella.
La pieza mantiene tres líneas dramáticas: el traslado y ubicación de los 400 sacos, la rutina de las religiosas durante un día completo y el amor que surge entre una de ellas y el soldado que informa del bombardeo. De las tres, se le da mayor importancia a la rutina de las religiosas en detrimento de la anécdota que proporciona el título de la pieza y que sería la más interesante desde el punto de vista teatral. Junto a esto, el conflicto se percibe muy débil, casi ausente, debido a que la protección del fresco de Leonardo parece un agregado a los cantos y rezos del convento, solo sirve de pretexto para plantear la desvinculación entre la cultura y el militarismo, y la búsqueda ilógica de la paz a través de la guerra que pregonan los militares. Esta escena es la única que posee un contenido de fondo. Todo esto trae como consecuencia la ausencia de acción dramática, debido a que los cantos y rezos, independientemente de su buen logro desde el punto de vista estético, se vuelven reiterativos y sin un trasfondo que los vincule con el argumento. Igual sucede con el amor entre la religiosa y el militar que podría ser una reflexión acerca de la derrota de la violencia y la forma en que una visión del mundo cambia a otra, pero no es así.
La puesta en escena y dirección están mejor planteadas. Con una hilera de sillas de madera idénticas se crean todos los espacios donde ocurre la acción. Desde el punto de vista simbólico, este diseño de escenografía de Ricardo Morales es atractivo y se aprovecha al máximo para ofrecer variedad en cada escena. La iluminación complementa el manejo del espacio con el uso de contrastes de luces y sombras que refuerzan los símbolos de la escena. Por su parte, el diseño de vestuario de Raquel Ríos es acertado.
El trabajo actoral es sobrio con Elba Escobar a la cabeza como al Madre superiora, acompañada por las actrices - cantantes Mariaca Semprún, Isabel Palacios, el resto de actrices que representan a las monjas y Martín Peyrou como el soldado.
Pese a la dirección musical de Isabel Palacios y la propuesta de puesta en escena, la debilidad de la estructura del texto en el excesivo detalle por la vida del convento resta fuerza al montaje. Hay que recordar que el teatro es síntesis de la realidad.
La pieza mantiene tres líneas dramáticas: el traslado y ubicación de los 400 sacos, la rutina de las religiosas durante un día completo y el amor que surge entre una de ellas y el soldado que informa del bombardeo. De las tres, se le da mayor importancia a la rutina de las religiosas en detrimento de la anécdota que proporciona el título de la pieza y que sería la más interesante desde el punto de vista teatral. Junto a esto, el conflicto se percibe muy débil, casi ausente, debido a que la protección del fresco de Leonardo parece un agregado a los cantos y rezos del convento, solo sirve de pretexto para plantear la desvinculación entre la cultura y el militarismo, y la búsqueda ilógica de la paz a través de la guerra que pregonan los militares. Esta escena es la única que posee un contenido de fondo. Todo esto trae como consecuencia la ausencia de acción dramática, debido a que los cantos y rezos, independientemente de su buen logro desde el punto de vista estético, se vuelven reiterativos y sin un trasfondo que los vincule con el argumento. Igual sucede con el amor entre la religiosa y el militar que podría ser una reflexión acerca de la derrota de la violencia y la forma en que una visión del mundo cambia a otra, pero no es así.
La puesta en escena y dirección están mejor planteadas. Con una hilera de sillas de madera idénticas se crean todos los espacios donde ocurre la acción. Desde el punto de vista simbólico, este diseño de escenografía de Ricardo Morales es atractivo y se aprovecha al máximo para ofrecer variedad en cada escena. La iluminación complementa el manejo del espacio con el uso de contrastes de luces y sombras que refuerzan los símbolos de la escena. Por su parte, el diseño de vestuario de Raquel Ríos es acertado.
El trabajo actoral es sobrio con Elba Escobar a la cabeza como al Madre superiora, acompañada por las actrices - cantantes Mariaca Semprún, Isabel Palacios, el resto de actrices que representan a las monjas y Martín Peyrou como el soldado.
Pese a la dirección musical de Isabel Palacios y la propuesta de puesta en escena, la debilidad de la estructura del texto en el excesivo detalle por la vida del convento resta fuerza al montaje. Hay que recordar que el teatro es síntesis de la realidad.
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