En el Teatro Luis Peraza, el Taller Experimental de Teatro presenta Flechas del olvido (Título original: Flechas del ángel del olvido), texto del español José Sanchis Sinisterra,
producción de Antonio Planchart y dirección de Humberto Ortiz.
La obra presenta a una joven que se encuentra en una institución mental
porque ha perdido la memoria. Vigilada por una enfermera, cuatro personas la
visitan porque dicen conocerla y la llaman por nombres diferentes para que
intente recordar quién es.
Esta premisa interesante se diluye porque no cierra los planteamientos de
falta de afecto y del deseo de no recuperar la memoria hasta el punto de
necesitar un cierre narrativo que explique lo que sucede.
La dirección desarrolla una pertinente estética simbolista en
correspondencia con el texto. Su mayor acierto consiste en ubicar al público en
tarimas a los cuatro lados de un escenario central. Esto da la sensación de ser
los testigos que están detrás de los espejos a los que hacen referencia los
personajes.
El diseño de escenografía de Edwing Ermini sirve de apoyo porque propone
una sala de estilo minimalista. Varios cuadros concéntricos de tonos verdes
están trazados en el piso para delimitar los desplazamientos y jugar con el
equilibrio y desequilibro en la escena. Por ejemplo, la joven se encuentra al
principio en el cuadro central, los personajes que la confrontan en el
siguiente y la enfermera vigila desde el externo. Luego, los movimientos
establecen las relaciones en el encuentro entre los personajes. Por otro lado,
la iluminación sutil de Rhazil Izaguirre es idónea porque contrasta con las
acciones.
Las actuaciones se perciben correctas. Yazel Parra como la joven llamada
simbólicamente: X, ofrece una variedad de gestos y emociones cuando no puede
recordar, pero debe controlar la dicción cuando habla con intensidad. Se
destacan Lya Bonilla porque da el tono justo y control del cuerpo que requiere la
Enfermera, y Manuel Chourio como Erasmo porque maneja de forma excepcional su
registro vocal y expresión corporal en conexión con los cambios de ritmo que
realiza. Por su parte, Louani Rivero como Selma y Jesús Sosa como Efraín son
oportunos en sus intenciones, y Sabrina Tortora como Dora no se percibe veraz
porque asume una voz impostada y una corporalidad muy rígida.
Estos actores están ataviados en relación con el símbolo que representan,
salvo la última. El vestuario diseñado por Marisabel Dávila da un estilo
particular a cada rol, aunque Dora usa una vestimenta poco significante.
En conclusión, una
disertación sobre la memoria y la juventud que no puede resolver las
debilidades del texto.
Función: 15 de Junio de 2012
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