Intolerancia religiosa

En la sala de conciertos de Unearte, el grupo La silla rodante presentó El insólito y verídico caso de la peluca del fraile, escrita y dirigida por Carlos Sánchez Delgado. En la Caracas de finales del Siglo XVIII, un fraile decide usar peluca para ocultar la calvicie por la que ha sido objeto de burla dentro de su congregación. A partir de este peculiar acontecimiento real, el autor refleja cómo la intolerancia y el deseo de libertad individual no es algo contemporáneo.

La recreación de la historia del padre Josef Hidalgo presenta el conflicto inicial que aumenta con el paso del tiempo hasta convertirse en un suceso de importancia para el poder ejecutivo y el entorno social de Caracas. La escogencia de los momentos claves y un uso correcto de la progresión dramática conforman una pieza bien escrita.

Al contrario de lo anterior, la resolución estética del montaje es muy pobre. No hay correspondencia entre el sentido simbólico del dispositivo escénico con el uso deslucido de unas mesitas y algunos elementos reales como pan. No se comprende si el vestuario es de época o contemporáneo porque algunos personajes usan una especie de hábito y otros trajes, además que la realización de los hábitos está muy mal resuelta. La música religiosa es lo único idóneo.

En las actuaciones, se destaca el trabajo de Abraham Veronese como Fray Rodríguez, contraparte del padre Josef, porque ofrece la fuerza necesaria. De igual manera, Carlos del Castillo debido al manejo corporal y vocal que ofrece como El gobernador. El mismo Carlos Sánchez Delgado asume el rol protagonista en el que logra varios momentos de profunda franqueza, aunque debe controlar la exageración de los gestos porque convierten el drama que vive el padre en una comedia.

Por otro lado, José Luis Gámez como El maestro y Joel Herrera como El novicio son cabales en sus roles. No así, Eduardo Carrero que se percibe forzado como Fray Ibarra, pero pertinente como El obispo. Francisco Niño como El lego y Somar Toro como El custodio pueden ofrecer variedad de matices dentro de su burla constante, mientras que Nill Quijano tuvo la responsabilidad de interpretar a Fray de la Peña por causas de fuerza mayor sin lograr el ritmo necesario porque necesitaba leer para expresar sus textos.

Los problemas estéticos del montaje demuestran una vez más algo común en el panorama teatral venezolano: los dramaturgos deben llevar a escena sus piezas porque pocas agrupaciones del país se interesan por ellas. Esto no quiere decir que el autor de una obra no pueda realizar un trabajo digno con su creación, pero otro director podría ofrecer una lectura más amplia de lo que se plantea.

Función: 30 de Julio de 2011

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