En la Sala Textoteatro del Teatro San Martín de Caracas se presenta el grupo Sobretablas de Venezuela con Margaritas para los cerdos de Domingo Palma, montaje dirigido por Jennifer Morales. En la pieza, tres mujeres: Pilar, Blanca y Lucía, trabajadoras de una fundación, se disponen a robar las joyas de la amante de su jefe, al mismo tiempo que disertan sobre sus miedos acerca del amor.
La propuesta versiona hasta cierto punto el texto para limpiar algunos aspectos reiterativos. Sin embargo, éste presenta dos conflictos diferentes que se desarrollan durante el primer y segundo cuadro, respectivamente. Esto le resta un poco de fuerza frente a lo que plantea. Al principio, la trama se desarrolla en torno a la figura de La Lewinsky, amante del jefe de la fundación, mientras que las “margaritas” intentan conseguir la forma de robar sus joyas. Posteriormente en el apartamento de Pilar, las tres compañeras develan sus frustraciones de amor, por lo que el hurto pasa a segundo plano. A final, concluyen que tanto el robo como sus vidas amorosas han sido una pérdida de tiempo y no han sabido apreciarlas en el trabajo y en el amor al ser lanzadas como margaritas para los cerdos, de ahí el título.
La puesta en escena se maneja en los términos del realismo para el equilibrio y desplazamiento de las actrices, pero propone una serie de rompimientos en donde se realza el sentido de las situaciones. En ellos, cada personaje habla directamente al público o realiza acciones que ofrecen hilaridad, refleja un anhelo, baila o se dirige hasta las butacas. Varias coreografías complementan la labor actoral con una musicalización que, marcada de un claro tono español, favorece el desarrollo de la acción.
Los diseños de escenografía e iluminación son de Paola Baroferre. Del primero destaca su funcionalidad, pues los objetos que se usan para ambientar la oficina sirven en distintas posiciones y con otros elementos decorativos para representar el apartamento de Pilar. Además, se demuestra su justificación en escena y se emplea un piso amarillo que hace que las figuras destaquen sobre el escenario. En cambio, las luces se muestran sencillas y en los momentos en que se rompe dentro de la escenificación, el uso de colores cálidos no permite apreciar en toda su dimensión los gestos faciales cuando podría apoyarse con luces menos intensas.
Las actuaciones delinean correctamente a las tres mujeres en conflicto, apuntaladas con un vestuario sencillo y cabal. Celma Rojas como Pilar demuestra la intensidad necesaria, aunque debe cuidar la dicción cuando aumenta el ritmo del texto. Maigualida Gamero asume la timidez corporal y búsqueda vocal que funciona para la despistada Blanca. Paola Baroferre saca provecho de todas las aristas de Lucía con una notable fuerza. Gleison Medina y Zammy Jiménez apoyan con pertinencia el trabajo como asistentes de escena, intérpretes de un pequeño personaje y bailarines.
Queda el sabor de una obra que resalta las diferentes visiones de la mujer en torno al trabajo, al manejo de la amistad, del amor y del aprovechamiento de las oportunidades; junto a la conveniencia, el machismo y la corrupción que lamentablemente están identificando cada vez más a la sociedad latinoamericana.
Función: 8 de Agosto de 2009
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