La Compañía Teatral Prometeo presenta el montaje de Contigo pan y cebolla escrita por el dramaturgo cubano Héctor Quintero. Bajo la producción y dirección general de Noel De la Cruz, esta agrupación adquiere relevancia en el medio teatral con la segunda temporada de esta obra, presentada en la Sala de teatro 1 del Celarg, ubicado en Altamira. Quintero crea una historia que refleja al latinoamericano que vive de la apariencia frente a los demás, representado en una familia cubana que trata de sobrellevar su depauperada condición económica. Lala, madre y cabeza de familia, no quiere que sus vecinos se enteren de lo poco con que sobrevive su familia, por eso presiona a su esposo Anselmo para que obtenga el aumento de sueldo que ha esperado por varios años mientras lo obliga a comprar una nevera para demostrarse a sí misma que puede vivir en mejores circunstancias. El aumento no llega y tampoco alcanzaría para los cursos y demás estudios a los que ella obliga a asistir a su hija Lalita y su hijo Anselmito, que han aceptado las decisiones de su madre. Todos conviven con la tía Fefa, una mujer mayor que se siente inútil y arrimada en la casa, pero quien se da cuenta realmente de lo que sucede, aunque lo único que desea en poder disfrutar de sus programas de radio. Al final, Lala se da cuenta de que es lo mejor para ella y su esposo, especialmente cuando sus hijos ya han realizado su vida, casándose y viviendo lejos de lo que fue su hogar. Los tres actos de la obra conforman la típica estructura teatral dividida en tres partes y que el autor maneja correctamente, con la presentación de los personajes y del conflicto, luego profundización de éste, hasta el clímax y posterior desenlace. El comienzo del montaje presenta una bien manejada estética totalmente realista, tanto en la interpretación como en la escenografía y el vestuario. La casa en donde se desarrolla la acción tiene todas sus paredes con cuadros, se observan muebles, mesas, sillas, puertas, el radio, la nevera, un teléfono y hasta un balcón; fiel propuesta escenográfica de Oscar Fernández y Carlos Rodríguez, sin embargo los detalles de acabado y solidez de las paredes podrían estar mejor trabajados. Cada personaje usa un vestuario distinto en cada acto en correspondencia con el paso del tiempo, todos con claro reflejo de la manera de vestir cubana. Las actuaciones buscan la verdad en el decir del texto por sobre todas las cosas, debido a que esto le da un verdadero sentido al drama propio de la obra con visos de comedia. Aunque destacan Marianela Oviedo porque mantiene siempre la fuerza de Lala frente al compromiso de ser la que lleva la historia, José Antonio Barrios que asume con credibilidad y energía a Anselmo, junto a Javier García que logra una genuina caracterización de Fefa. Asimismo, Lidsay López como Fermina y Alexander Rivera como Pepe se observan eficaces y con dinamismo en sus personajes, acompañados por las pertinentes interpretaciones de Germary Montilla, Francisco Gualteros y Jesús Delgado; Lalita, Anselmito y Alfredo, respectivamente. De la Cruz mueve cabalmente a sus actores por el espacio escénico, alcanzando con certeza el realismo propuesto. Al final, el público comprende que de la apariencia no se puede vivir.
Función: 20 de Abril de 2008